Consejo para alguien que está muriendo

El consejo simple y profundo de Ajahn Chah a un estudiante en su vejez quien se aproxima a su muerte.

Ajahn Chah23 November 2021

Hoy no he traído nada material de ninguna substancia que ofrecerte, sólo Dhamma, las enseñanzas del Buda. Escucha bien. Debes entender que incluso el Buda mismo, con su gran provisión de virtud acumulada, no podía evitar la muerte física. Cuando él alcanzó la edad avanzada, renunció a su cuerpo y dejó ir su pesada carga. Ahora tú también debes aprender a estar satisfecho con los muchos años en los que has dependido de tu cuerpo. Debes sentir que ha sido suficiente.

Puedes compararlo a los utensilios de casa que has tenido por mucho tiempo; tus tazas, el salsero, los platos y demás. Cuando los obtuviste al principio estaban limpios y brillantes, pero ahora, tras usarlos por un largo tiempo, están empezando a desgastarse. Algunos ya están rotos, algunos han desaparecido, y los que quedan están deteriorándose: no tienen una forma estable, y es su naturaleza ser así. Tu cuerpo es del mismo modo. Ha estado cambiando continuamente desde el día que naciste, a través de la infancia y la juventud, hasta ahora que has alcanzado la vejez. Debes aceptar esto. El Buda dijo que las condiciones (sankharas), ya sean condiciones internas, condiciones del cuerpo, o condiciones externas, no son el ser -su naturaleza es el cambio. Contempla esta verdad hasta que la veas claramente.

Mantén la mente y el cuerpo separados

Este pedazo de carne que yace aquí en declive es saccadhamma, la verdad. La verdad de este cuerpo es saccadhamma, y es la verdad inmutable del Buda. El Buda nos enseñó a mirar al cuerpo, a contemplarlo y a llegar a un acuerdo con su naturaleza. Debemos ser capaces de estar en paz con el cuerpo, cualquiera que sea su estado. Ahora, a medida que tu cuerpo empieza a decaer y a deteriorarse con la edad, no te resistas a esto, pero no permitas que tu mente se deteriore con él. Mantén la mente separada. Dale energía a la mente al realizar la verdad del modo en el que son las cosas. El Señor Buda enseñó que esta es la naturaleza del cuerpo. Esta es una gran verdad con la que te estás encontrando. Mira al cuerpo con sabiduría y date cuenta de esto. 

Permite que la mente deje ir sus apegos. Ha llegado el momento.

Incluso si tu casa está inundada o quemada hasta las cenizas, cualquier peligro que la amenace, deja que le corresponda sólo a la casa. Si hay una inundación, no dejes que inunde tu mente. Si hay fuego, no dejes que queme tu corazón. Deja que sólo sea la casa, la cual es externa a ti, la que se inunda y se quema. Permite que la mente deje ir a sus apegos. Ha llegado el momento. 

Has estado vivo un largo tiempo. Tus ojos han visto un gran número de formas y colores, tus oídos han escuchado tantos sonidos, y has tenido tal número de experiencias. Y eso es todo lo que eran -sólo experiencias. Has comido alimentos deliciosos y todos los buenos sabores fueron sólo buenos sabores, nada más. Los sabores desagradables eran sólo sabores desagradables, eso es todo. Si el ojo ve una forma hermosa, eso es todo lo que es, sólo una forma hermosa. Una forma fea es sólo una forma fea. El oído escucha un sonido encantador y melodioso, y no es nada más que eso. Un sonido chirriante y sin armonía es simplemente eso. 

El Buda dijo que sea rico o pobre, jóven o viejo, humano o animal, ningún ser en este mundo puede mantenerse en un mismo estado por mucho tiempo: todo experimenta cambio y separación. Este es un hecho de la vida que no podemos remediar. Pero el Buda dijo que lo que podemos hacer es contemplar el cuerpo y la mente de modo que veamos su impersonalidad, ver que ninguno de ellos es “yo” o “mío”. Ambos tienen una realidad provisional. Es como esta casa: sólo es tuya nominalmente, no te la puedes llevar a ningún lado. 

Es lo mismo con tu riqueza, tus posesiones y tu familia -son todos tuyos sólo en el nombre; realmente no te pertenecen, pertenecen a la naturaleza. Ahora, esta verdad no sólo se aplica en ti; todos estamos en la misma posición, incluso el Señor Buda y sus discípulos iluminados. Ellos difieren de nosotros en un sólo aspecto, y es en su aceptación del modo en el que son las cosas. Ellos vieron que no puede haber otra manera. 

No desees que fuera de otro modo

El Buda nos enseñó a escanear y examinar este cuerpo desde las plantas de los pies hasta la coronilla de la cabeza, luego de vuelta a los pies de nuevo. Sólo mira a tu cuerpo. ¿Qué puedes ver? ¿Hay algo intrínsecamente limpio ahí? ¿Puedes encontrar una esencia duradera? Este cuerpo entero se está degenerando invariablemente y el Buda nos enseñó a ver que no nos pertenece. Es natural para el cuerpo ser de esta manera porque todos los fenómenos condicionados están sujetos al cambio. ¿De qué otro modo podría ser? De hecho no hay nada malo con el modo en el que es el cuerpo. No es el cuerpo el que te causa sufrimiento, es tu propio pensar equivocado. Cuando ves lo correcto de un modo equivocado, estás sometido a la confusión.

Toma este sentimiento de dejar ir como tu refugio.

Es como el agua de un río. Naturalmente fluye río abajo; nunca fluye en su contra, y esa es su naturaleza. Si una persona fuera a ir y pararse a la orilla del río, y, viendo el agua fluir rápidamente su curso río abajo, tontamente quisiera que fluyera contra corriente, esta persona sufriría. Cualquier cosa que estuviera haciendo, su pensamiento equivocado no le permitiría tener paz mental. Estaría infeliz debido a su visión equivocada, pensando en contra de la corriente. Si esta persona tuviera una visión correcta, vería que el agua inevitablemente debe fluir con la corriente hacia abajo, pero hasta que no se de cuenta y acepte este hecho, la persona estará agitada y contrariada.

El río que debe fluir río abajo es como tu cuerpo. Habiendo sido jóven, tu cuerpo se ha vuelto viejo y ahora está deambulando hacia su muerte. No vayas deseando que fuera de otra manera; no es algo que tengas el poder de remediar. El Buda nos enseñó el modo en el que son las cosas y también nos enseñó a dejar ir nuestro aferramiento a ellas. Toma este sentimiento de dejar ir como tu refugio. Continúa meditando incluso si te sientes cansado y exhausto. Deja que tu mente more con la respiración. Toma unas respiraciones profundas y luego establece la mente en la respiración usando el mantra Buda. Haz de esta práctica un hábito.

Deja ir todas las cosas externas

Entre más exhausto te sientas, más sutil y enfocada debe ser tu atención, para que puedas tratar con las sensaciones dolorosas que surgen. 

Cuando empiezas a sentir fatiga, lleva todo tu pensamiento a un alto, deja que la mente vuelva a reunirse, y luego dirígete a tu respiración. Sólo manténte de pie con la recitación interna: Bud-dho, Bud-dhu. Deja ir todas las cosas externas. No vayas aferrándote a los pensamientos sobre tus hijos o parientes, no te aferres a nada. Deja ir. Deja que la mente se una en un sólo punto y permite que esa mente compuesta more con la respiración. Deja que la respiración se vuelva su único objeto de conocimiento. Concéntrate hasta que la mente se vuelva cada vez más sutil, hasta que los sentimientos sean más insignificantes y haya una mayor claridad interna y sensación de estar despierto. Luego, cuando surjan las sensaciones dolorosas, ellas cesarán gradualmente a su propio tiempo. 

Finalmente vas a mirar a tu respiración como si fuera un pariente que viene a visitarte. Cuando el pariente se marcha, lo seguimos hasta la puerta y lo vemos partir. Miramos hasta que se ha ido caminando o manejando fuera de nuestra vista y luego entramos de nuevo en nuestra casa. Miramos la respiración del mismo modo. Si la respiración es gruesa, sabemos que es gruesa; si es sutil, sabemos que es sutil. A medida que se vuelve cada vez más fina, la continuamos siguiendo, mientras que despertamos la mente al mismo tiempo. Eventualmente la respiración desaparece por completo y todo lo que permanece es un sentimiento de estar despierto. A esto se le llama encontrarse con el Buda. Tenemos esa consciencia despierta y clara que es llamada Buddho, el que sabe, el que está despierto, el radiante. Es conociendo y morando con el Buda, con conocimiento y claridad. Únicamente el Buda histórico de carne y hueso fue el que entró en el Parinirvana. El verdadero Buda -el Buda que es claro, radiante y que sabe- lo podemos experimentar y alcanzar hoy, y cuando lo hacemos, el corazón es uno. 

Sólo quédate quieto

Así que deja ir, deja todo -menos el saber. No te dejes engañar si surgen visiones o sonidos en tu mente durante la meditación. Déjalos todos. No te aferres a nada en absoluto. Sólo permanece con esta consciencia no-dual. No te preocupes acerca del pasado o del futuro. Sólo quédate quieto y vas a alcanzar el lugar donde no hay avance ni retroceso y no hay detenimiento, donde no hay nada a lo qué aferrarse o de lo cual sujetarse. ¿Por qué? Porque no hay un yo, no hay un “mío”. Todo se ha ido. 

El Buda nos enseñó a vaciarnos de este modo, a no cargar nada con nosotros. Deja ir el saber y el haber sabido.

Realizando el Dhamma, el camino a la libertad de la Rueda del Nacimiento y la Muerte, es una tarea que todos tenemos que hacer solos. Así que trata de seguir soltando, dejando ir, trata de entender las enseñanzas. Realmente pon esfuerzo en tu contemplación. No te preocupes acerca de tu familia. En tal momento ellos son quienes son; en el futuro serán como tú. No hay nadie en el mundo que pueda escapar de este destino. El Buda nos dijo que soltemos todo lo que carece de una substancia real y permanente.  Si dejas ir todo, verás la verdad. Si no, no lo harás. Tal es el modo en el que son las cosas y es el mismo modo para todos en el mundo. Así que no te preocupes y no te aferres a nada. 

Incluso si te encuentras pensando, eso también está bien, siempre y cuando pienses sabiamente. No pienses tontamente. Si piensas acerca de tus hijos, piensa en ellos con sabiduría, no con estupidez. Cualquier cosa a la que la mente se dirija, piensa y conoce esa cosa con sabiduría y consciencia de su naturaleza. Si conoces algo con sabiduría, entonces la dejas ir y no hay sufrimiento. La mente es brillante, alegre y pacífica, y al alejarnos de las distracciones, no tiene división. En este justo momento, lo que puedes ver y a lo que puedes acudir por ayuda y apoyo es a tu respiración. 

Este es tu propio trabajo, de nadie más. Deja que otros hagan su propio trabajo. Tú tienes tu propio deber y responsabilidad y no tienes que tomar aquellos de tu familia. No tomes nada; deja ir todo. Ese dejar ir hará que tu mente entre en calma. Tu única responsabilidad en este momento es enfocar tu mente y traerla a la paz. Deja todo lo demás a otros. Formas, sonidos, olores, sabores -deja que otros los atiendan. Pon todo atrás y haz tu propio trabajo, cumple tu propia responsabilidad. Cualquier cosa que surja en tu mente -sea miedo o dolor, miedo a la muerte, ansiedad acerca de otros o cualquier cosa- dile, “No me molestes. Ya no corresponde ver por ti.” Sólo sigue diciendo eso a ti mismo cuando veas que surgen esos dhammas.

El mundo es el estado mental que te está agitando en este momento. “¿Qué hará esta persona? ¿Quién verá por ellos cuando me muera? ¿Cómo se las van a arreglar?” Todo esto sólo es “el mundo”. Incluso el sólo surgir de un pensamiento de temor a la muerte o al dolor es el mundo. ¡Suelta al mundo! El mundo es del modo que es. Si le permites que surja en la mente y domine tu consciencia, entonces la mente se oscurece y no puede verse a sí misma. Así que, cualquier cosa que surja en la mente, sólo di “Esto no me corresponde. Es impermanente, insatisfactorio, y no es ser”.

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Parinirvana del Buda; estatua de Polonnaruwa Gal Vihara, Sri Lanka. Photo © Saman527 / Dreamstime.

Encuentra tu verdadero hogar 

Pensar que te gustaría seguir viviendo por un largo tiempo te hará sufrir. Pero pensar que te gustaría morir inmediatamente o muy pronto tampoco está bien. Es sufrimiento, ¿verdad? Las condiciones no nos corresponden, ellas siguen sus propias reglas naturales. No puedes hacer nada respecto al modo en el que es el cuerpo. Lo puedes hacer un poco más bonito, házlo verse atractivo y limpio por un tiempo, como las mujeres jóvenes que pintan sus labios y dejan que sus uñas crezcan largas, pero cuando llega la vejez todos estamos en el mismo barco. Así es el cuerpo, no hay manera de cambiar eso. Pero lo que puedes mejorar y embellecer es la mente. 

Cualquiera puede construir una casa de madera y tabiques, pero el Buda enseñó que ese tipo de casa no es tu verdadera casa; sólo es nuestra nominalmente. Es un hogar en el mundo y sigue los modos del mundo. Nuestro verdadero hogar es la paz interna. Un hogar externo y material puede ser bonito, pero no es muy pacífico. Surge esta preocupación y luego esta otra, esta ansiedad y luego esta otra. Así que decimos que no es nuestro verdadero hogar, que nos es externo. Tarde o temprano tenemos que dejarlo ir. No es un lugar en el que podemos vivir permanentemente porque realmente no nos pertenece, es parte del mundo. 

Nuestro cuerpo es del mismo modo: lo tomamos como si fuera yo, como si fuera “mío”, pero, de hecho, no es así, en absoluto. Es otro hogar mundano. Tu cuerpo ha seguido su curso natural desde el nacimiento hasta ahora; está viejo y enfermo, y no le puedes prohibir que esté así. Es como es. Querer que sea diferente sería tan tonto como querer que un pato sea como un pollo. Cuando ves que eso es imposible -que un pato tiene que ser un pato, que un pollo tiene que ser un pollo, y que los cuerpos tienen que envejecer y morir- encontrarás fuerza y energía. No importa cuánto quieras que tu cuerpo sea de algún modo y que dure por un largo tiempo, no lo hará. 

Las condiciones son impermanentes e inestables; habiendo llegado a ser, ellas desaparecen, habiendo surgido, ellas pasan. Y, sin embargo, todos quieren que sean permanentes. Esto es una tontería. 

Tan pronto como hemos nacido, estamos muertos. Nuestro nacimiento y nuestra muerte son sólo una cosa. Es como un árbol: cuando hay una raíz, debe haber ramas. Cuando hay ramas debe de haber una raíz. No puedes tener una sin la otra. Es un poco extraño ver cómo ante la muerte la gente está tan afligida y distraída, asustada y triste, y que ante el nacimiento la gente se pone tan contenta y dichosa. Es una delusión; nadie ha mirado esto con claridad. Pienso que si realmente quieres llorar, entonces sería mejor hacerlo cuando alguien nace. Ya que, de hecho, el nacimiento es muerte, la muerte es nacimiento, la raíz es la rama, la rama es la raíz. Si tienes que llorar, llora ante la raíz, llora ante el nacimiento. Mira de cerca: si no hubiera nacimiento, no habría muerte. ¿Puedes entender esto?

No pienses mucho. Sólo piensa, “Este es el modo en el que son las cosas”. Es tu trabajo, tu responsabilidad. En este momento nadie puede ayudarte; no hay nada que tu familia y tus posesiones puedan hacer por ti. Todo lo que puede ayudarte en este momento es una atención correcta. 

Así que no dudes. Deja ir. Suelta todo. 

Incluso si no dejas ir, de cualquier forma todo está dejándote. ¿Puedes ver esto? ¿Puedes ver cómo las diferentes partes de tu cuerpo están tratando de escabullirse? Tus ojos, oídos, nariz, lengua -todo está tratando de irse porque este no es su hogar. Tú no puedes hacer un hogar permanente en un sankhara; puedes quedarte por un breve tiempo y luego te tienes que ir. Es como un propietario cuidando de su pequeña casa con ojos que ya se le cierran. Sus dientes ya no están tan bien, sus oídos ya no están tan bien, su cuerpo ya no está tan sano, todo se está yendo.

Para ponerlo de un modo simple, la impermanencia es el Buda. 

Así que tú no te necesitas preocupar de nada porque este no es tu verdadero hogar; es sólo un refugio temporal. Habiendo venido a este mundo, debes contemplar su naturaleza. Todo lo que existe se está preparando para desaparecer. Mira tu cuerpo. ¿Hay algo ahí que aún tenga su forma original? ¿Tu piel está igual que antes? ¿Tu cabello? Nada está igual, ¿lo ves? ¿A dónde se ha ido todo? Esto es naturaleza; el modo en el que son las cosas. Cuando el tiempo ha llegado, las condiciones siguen su curso. Este mundo no es nada en lo que podamos confiar -es una rueda infinita de problemas y altercados, placeres y dolores. No hay paz. 

Así que entiende este punto; que todas las personas y todas las criaturas están por irse. Cuando los seres han vivido un tiempo apropiado, se van siguiendo su curso. Los ricos, los pobres, los jóvenes, los viejos, todos los seres deben experimentar este cambio. Para ponerlo de un modo simple, la impermanencia es el Buda. Si vemos un fenómeno impermanente con mucha claridad, veremos que es permanente en el sentido de que su condición de cambio es inmutable. 

Esta es la permanencia que poseen los seres vivos. Hay una transformación continua -desde la infancia, a través de la juventud y la vejez- y tal impermanencia, tal naturaleza del cambio es permanente y fija. Si la miras así, tu corazón estará tranquilo. 

Deja ir, relájate, y permite que tu familia vea por ti. Aquellos que cuidan de los enfermos crecen en bondad y virtud. Alguien que está enfermo y que da a otros tal oportunidad no debería hacer las cosas difíciles para ellos. Si hay dolor, o uno u otro problema, déjaselos saber y mantén la mente en un estado de integridad. 

Alguien que está cuidando de sus padres debe llenar su mente de calidez y amabilidad, no debe dejarse caer en la aversión. Esta es la ocasión en la que puedes pagar la deuda que tienes con ellos. Desde tu nacimiento y a través de tu infancia, a medida que has crecido, has sido dependiente de tus padres. El hecho de que estamos aquí hoy es porque nuestras madres y padres nos han ayudado de muchas maneras. Tenemos con ellos una deuda increíblemente grande de gratitud.

Así que hoy, todos tus hijos y parientes se han reunido aquí juntos, mira como tus padres se convierten en tus hijos. Antes tú eras su hijo, ahora ellos se convierten en los tuyos. Ellos se vuelven más y más viejos hasta que se convierten en niños de nuevo. Pierden la memoria, sus ojos ya no ven bien, y sus oídos ya no oyen. A veces no pueden ni hablar bien. No dejes que esto te moleste. Todos ustedes quienes cuidan de los enfermos deben de saber dejar ir. No te aferres a las cosas; sólo deja ir, y permíteles que hagan las cosas a su manera. Cuando un niño pequeño es desobediente, a veces los padres le permiten que se salga con la suya para mantener la paz, para que esté contento. Ahora tus padres son como ese niño. Sus memorias y percepciones están confundidas. A veces hacen un embrollo con los nombres o les pides una taza y te dan un plato. Es normal, no te molestes por ello. 

Permite que el paciente recuerde la bondad de aquellos quienes cuidan de él y pacientemente soportan sus emociones dolorosas. Esfuérzate mentalmente, no permitas que la mente se disipe o se agite, y no hagas las cosas difíciles para aquellos que cuidan de ti. Deja que aquellos que cuidan al enfermo llenen sus mentes con virtud y bondad. No tengas aversión por la parte poco placentera de la labor, el limpiar los mocos y la flema, o la orina y el excremento. Hazlo lo mejor que puedas. Todos en la familia pongan de su parte.  

Estos son los únicos padres que tienes. Te dieron vida; han sido tus maestros, tus enfermeras y tus doctores; han sido todo para ti. Te criaron, te enseñaron, compartieron su riqueza contigo y te hicieron sus herederos en la gran beneficencia de los padres. Consecuentemente el Buda enseñó las virtudes de katannu y katavedi, conociendo nuestra deuda de gratitud y tratando de pagarla. Estos dos dhammas son complementarios. Si nuestros padres tienen necesidad, no se encuentran bien o están atravesando por dificultades, haz lo mejor que puedas por ayudarlos. Esto es katannukatavedi; es una virtud que sostiene al mundo. Previene que las familias se rompan; las hace estables y armoniosas. 

Hoy les he traído el Dhamma como un regalo en este tiempo de enfermedad. No tengo cosas materiales que darles -parece que ya hay suficientes en su casa- así que lo que les doy es Dhamma, algo que tiene un valor duradero, algo que nunca se les va a agotar. Habiéndolo recibido de mí, pueden ahora pasarlo a tantos otros como gusten y nunca se va a agotar. Tal es la naturaleza de la Verdad. Estoy feliz de haber podido darles este regalo de Dhamma y espero que les de fuerza para enfrentar su dolor. 

Publicado por primera vez el 1 de enero de 1994 con permiso del Abad Wat Pah Nanachat, Tailandia.

ACERCA DE AJAHN CHAH

Ajahn Chah se entrenó en las prácticas de meditación budista Theravada bajo la enseñanza de Ajahn Mun, el más grande maestro de la tradición del bosque Thai y Laosiana en muchos siglos. Él vivió la vida de un monje simple del bosque por más de setenta años.  Su sorprendente sabiduría y simplicidad atrajo muchos discípulos occidentales y, en Tailandia, más de cien monasterios del bosque crecieron bajo su guía.

ACERCA DE RATNA DAKINI (Traductora)

ratna dakini es una yoguini budista tibetana, poeta y traductora originaria de México. Ha publicado dos libros de poesía de dharma, el último titulado Sunbird (2020). Ha traducido para la Comunidad de Meditación de Tergar por Aprox. 6 años, y continúa traduciendo para Tergar, así como para la página en español de Lion’s Roar. Actualmente vive en San Miguel de Allende, donde enseña Yoga, practica danza y prepara un tercer libro de poesía.

Ajahn Chah

Ajahn Chah

Ajahn Chah trained in the Theravada practices of Buddhist meditation under Ajahn Mun, the greatest master of the Thai and Laotian forest tradition in many centuries, and lived the life of a simple forest monk for more than seventy years. His startling wisdom and simplicity attracted many western disciples, and in Thailand, more than a hundred forest monasteries grew up under his guidance.