El yogui errante

Siendo un autor best-seller y una estrella ascendente en el mundo budista, un día, Mingyur Rinpoche salió y dejó todo atrás. Andrea Miller comparte su reporte acerca de un lama moderno desafiando el camino antiguo de los yogis errantes.

Andrea Miller11 January 2021

El viejo monje Lama Soto tocó la puerta de Yongey Mingyur Rinpoche. Luego volvió a tocar. Era mediodía en el Monasterio Tergar en Bodhgaya, en la India, y Lama Soto le estaba trayendo su comida a Mingyur Rinpoche, así como lo había estado haciendo por los últimos cinco días, desde que Mingyur Rinpoche anunció que iba a intensificar su práctica y permanecer solo en su cuarto comiendo sólamente una vez al día. Su costumbre era que Lama Soto tocaría una vez la puerta, entonces Lama Soto entraría. Pero este día a principios de junio pasado, Mingyur Rinpoche no abrió la puerta y ningún sonido salió de su cuarto. A la una de la tarde Lama Soto empujó la puerta y en la cama encontró una chalina blanca ceremonial y una carta. Mingyur Rinpoche se había ido y no se había llevado nada con él; ni dinero, ni un cambio de ropa, ni siquiera su cepillo de dientes. Lama Soto casi se desmaya.

La carta, escrita en tibetano, explicaba que desde una edad muy temprana, Mingyur Rinpoche había querido practicar el viajar solo de un lado a otro al estilo de los yogis errantes, y que finalmente había tomado la decisión de hacerlo. “Aunque no pretendo ser como los grandes maestros de los tiempos pasados,” escribió, “ahora me embarco en este viaje como una mera reflexión acerca de estos maestros, como una imitación en la fé del ejemplo que ellos pusieron. Por algunos años mi entrenamiento va a consistir en dejar atrás mis conexiones, así que por favor no se molesten con mi decisión”. Rinpoche instó a sus alumnos a continuar practicando en su ausencia y a no preocuparse por él.

Más de ocho meses han pasado desde que Mingyur Rinpoche desapareció, y aún nadie sabe dónde está. Cortland Dahl es el presidente de la junta de Tergar Internacional, una red de centros de meditación y grupos de estudio bajo la guía de Mingyur Rinpoche. Cuando le pregunté a Dahl si tenía alguna sospecha acerca de dónde podría estar su maestro, él me dijo que la respuesta breve es no, pero que han habido rumores.

“Apenas escuché en Facebook”, dice Dahl, “que ha sido visto en Tso Pema, que es un sitio de peregrinación famoso al norte de la India, y he escuchado a alguien más decir que tuvieron un avistamiento no confirmado en Ladakh. No tengo idea de si ellos realmente lo vieron. Pero si alguien lo hizo y él se percató de que la gente sabía que estaba ahí, estoy seguro que lo primero que habrá hecho es empacar e irse a otro lado”.

Milarepa, cuya vida es materia de leyendas, es el yogui errante más famoso del Tíbet. Aproximadamente hace mil años, él nació en una familia próspera. Pero luego su padre murió y los tíos de Milarepa tomaron control del estado, forzando a Milarepa, su hermana y a su madre a volverse sus sirvientes. Esto afectó tanto a la madre de Milarepa que la llevó a querer venganza, así que manipuló a Milarepa para que estudiara artes negras. Entonces un día, cuando su tía y tío estaban teniendo una fiesta para celebrar el casamiento de su hijo, Milarepa gestó una tormenta que destruyó su casa, matando a treinta y cinco personas. Los habitantes de la villa estaban furiosos y salieron a buscarlo, pero Milarepa sabía que se acercaban y conjuró una tormenta de granizo. Luego, sin embargo, la fuerza entera de estas acciones terribles lo golpeó y él estuvo desolado con su remordimiento.

Fue en este punto que Milarepa conoció a Marpa, un yogi y cabeza de familia poderoso quien reconoció a Milarepa como su futuro hijo del corazón, sin embargo no se lo dijo. En vez de eso, Marpa fue duro con Milarepa. Marpa le gritaba y lo golpeaba y se negaba a darle enseñanzas hasta que hubiera construido y demolido tres torres de piedra, una tras otra. De este modo, Marpa ayudó a Milarepa a consumir su karma negativo rápidamente. Entonces Milarepa pudo dedicarse a la práctica. Luego, después de que él alcanzó la iluminación, Milarepa asumió que no había ninguna necesidad de quedarse en las montañas y decidió ir a las ciudades y villas a enseñar. Antes de que pudiera partir, sin embargo, soñó que Marpa le decía que se quedara en retiro. Si lo hacía, dijo Marpa, Milarepa tocaría las vidas de incontables personas a través de su ejemplo.

Milarepa es recordado hoy en día por su poesía y sus canciones hermosas e inspiradas. Durante la mitad de su vida, él estuvo errando en las montañas del Tíbet. En algún punto él vivió en una cueva y subsistía con nada más que sopa de ortiga, quedándose delgado hasta los huesos y con una piel de un color verde extraño. Frecuentemente la gente descubría que Milarepa, un maestro realizado, estaba viviendo cerca y ellos iba a reunirse con él. Cuando las multitudes se volvían muy gruesas, Milarepa se iba.

Otro yogui errante muy conocido es Dza Patrul Rinpoche, un gran maestro Dzogchen del siglo diecinueve. Completamente desinteresado de las ropas finas y los títulos, Patrul Rinpoche mendigaba por su alimento en campamentos nómadas. Una vez llegó un gran lama a quien los nómadas recibieron con incienso y postraciones. Entonces el lama vio a Patrul Rinpoche y se arrojó al suelo a sus pies. Sólo de esa manera la gente entendió los logros de aquel vagabundo raído.

Nyoshul Khen Rinpoche fue uno de los pocos adeptos recientes a la práctica de yogui errante. Un maestro Dzogchen, apenas escapó el Tíbet en 1959 y luego estuvo itinerante en las calles de Calcuta, mendigando y viviendo entre los sadhus hindúes. Khen Rinpoche, ahora fallecido, fue uno de los maestros más influyentes de Mingyur Rinpoche.

Yongey Mingyur Rinpoche era una estrella en ascenso en el mundo budista. Autor de dos libros best-sellers, con una gran comunidad de estudiantes alrededor del globo, y siendo el abad del Monasterio Tergar Osel Ling en Nepal y del Monasterio Tergar Rigzin Khacho Targye Ling en la India. Añadiendo a todo esto, cuando él se fugó el junio pasado, estaba dejando mucho atrás.

Mingyur Rinpoche nació en Nubri, Nepal en 1975, hijo de una familia tibetana ilustre. Su madre es Sonam Chodron, una descendiente de dos reyes tibetanos, y su padre fue el tardío Tulku Urgyen Rinpoche, uno de los más reconocidos maestros Dzogchen del siglo veinte. El hijo más joven de la pareja, Mingyur Rinpoche tenía tres hermanos mayores quienes son, en sí mismos maestros budistas realizados: Chokyi Nyima Rinpoche, Tsikey Chokling Rinpoche, y Tsoknyi.

Mingyur Rinpoche tuvo lo que superficialmente parecía la infancia idílica. Después de todo tenía una familia amorosa y un hogar asentado en un hermoso valle en los Himalayas. Pero en La Alegría de Vivir, él hace una confesión en la que reconoce que quizás suene extraño viniendo de alguien que es considerado un lama reencarnado quien supuestamente hizo cosas maravillosas en vidas pasadas. “Desde la infancia más temprana”, escribió Mingyur Rinpoche, “Me asaltaban emociones de miedo y ansiedad. Mi corazón se aceleraba y me ponía a sudar cuando estaba alrededor de gente que no conocía… la ansiedad me acompañaba como una sombra”.

Cuando Mingyur Rinpoche tenía alrededor de seis años de edad, encontró algo de alivio meditando en las cuevas que salpicaban las colinas alrededor de su villa. En estas cuevas, generaciones de practicantes habían meditado, y en ellas Mingyur Rinpoche intentó seguir sus pasos al recitar mentalmente el mantra Om Mani Padme Hum. Aunque él realmente no entendía del todo lo que estaba haciendo, esta práctica le dio una calma temporal. Sin embargo, fuera de las cuevas, su ansiedad continuó creciendo -como se dice en el occidente- tenía un trastorno de ansiedad en toda regla.

En su desesperación Mingyur Rinpoche tuvo el coraje de preguntar si podía estudiar formalmente con su padre, Tulku Urgyen. Su padre aceptó y empezó a enseñarle varios métodos de meditación. Como sucedió con las recitaciones que hacía solo, esto condujo a Mingyur Rinpoche a breves momentos de calma, sin embargo su terror y su miedo persistían. Él encontraba particularmente estresante que cada pocos meses era enviado al monasterio de Sherab Ling en la India para estudiar con maestros que no le eran familiares, así como estudiantes que tampoco conocía. Además, había este entronamiento formal como la séptima encarnación de Yongey Mingyur Rinpoche.

“Cientos de personas atendieron la ceremonia”, él escribió, “y yo pasé horas aceptando sus regalos y dándoles bendiciones como si fuera alguien realmente importante, en vez de un niño de doce años aterrado. A medida que pasaban las horas, me puse tan pálido que mi hermano mayor, Tsoknyi Rinpoche, quien estaba de pie al lado mío, pensó que me iba a desmayar”.

Alrededor de un año más tarde, Mingyur Rinpoche se enteró que un retiro de tres años iba a empezar pronto en Sherab Ling, y que iba a ser guiado por Saljay Rinpoche, un maestro reconocido. Mingyur Rinpoche tenía trece -una edad considerada demasiado joven para una práctica tan intensa- pero él sospechaba que este sería el último retiro de tres años que sería guiado por Saljay Rinpoche, un maestro de edad avanzada. Mingyur Rinpoche pidió permiso para participar, y al final el permiso le fue concedido.

“Me gustaría decir que todo mejoró una vez que estaba establecido y seguro entre los otros participantes del retiro de tres años”, admitió Rinpoche. “Sin embargo, fue al contrario; mi primer año de retiro fue uno de los peores en mi vida. Todos los síntomas de ansiedad que he experimentado -tensión física, estrechez en la garganta, mareo y olas de pánico que eran especialmente intensas durante las prácticas en grupo- me atacaron con toda su fuerza. En términos occidentales, estaba teniendo ataques de nervios. En retrospectiva, puedo decir que lo que realmente estaba atravesando era lo que llamaría ‘ataque de pánico’”.

Mingyur Rinpoche tuvo que tomar una decisión entre pasarse los siguientes dos años de retiro sufriendo escalofríos en su cuarto, o aceptar por completo la verdad de lo que había aprendido de sus maestros -que cualquier problema que estuviera experimentando eran hábitos del pensamiento y la percepción.

Mingyur Rinpoche escogió lo que le habían enseñado y, gradualmente, sólo por sentarse quieto y observar, encontró que podía bienvenir a sus pensamientos y emociones, y volverse, en cierto sentido, fascinado por su variedad e intensidad. Era como “mirar a través del caleidoscopio y notar cómo los patrones cambian”, escribió en La Dicha de la Sabiduría. “Empecé a entender, no intelectualmente, sino de una manera más directa y experiencial… cómo los pensamientos y emociones que parecían sobrecogedores eran en realidad expresiones de la infinita vastedad y el poder inventivo ilimitado de mi propia mente”.

Mingyur Rinpoche nunca ha tenido otro ataque de pánico, ni ha flaqueado su sentido de confianza y bienestar. Esto no es lo mismo que decir, sin embargo, que él no experimenta subidas y bajadas. Él pone mucho cuidado en decir que no está iluminado,  y es franco acerca de pasar por el rango completo de experiencias humanas ordinarias, incluyendo el sentirse cansado, enojado y aburrido. Lo que es diferente es que su relación con estas experiencias ha cambiado permanentemente; estas experiencias no lo sobrecogen.

De acuerdo a Cortland Dahl, los ataques de pánico de Mingyur Rinpoche lo condujeron a practicar y a estudiar el dharma de una forma muy atípica para un lama -una manera mucho más cercana a como nosotros, en el occidente nos aproximamos al dharma. Él cree que una de las razones por las que las enseñanzas de Mingyur Rinpoche resuenan tanto con sus estudiantes occidentales es su voluntad para hablar de sus propios retos personales.

“Por razones culturales”, explica Dahl, “los lamas se sienten bien de hablar de los asuntos de otras gentes, sin embargo típicamente no hablan de sus propias luchas con la práctica o sus emociones. Sí, él era un tulku, un lama reencarnado, y sí, él creció en un ambiente maravilloso con una familia de grandes maestros. Pero él estudió el dharma no sólo porque ése es el entrenamiento típico para un joven tulku, sino porque él lo necesitaba desesperadamente. Él realmente quería encontrar una manera de trabajar y atravesar este episodio doloroso en su vida”.

“De un modo similar, muchos de nosotros en el occidente hemos acudido al budismo porque estamos sufriendo y queremos una manera de trabajar con nuestras mentes. Mingyur Rinpoche puede realmente hablarnos y dirigirse a nuestra experiencia de un modo muy directo. No es sólo que él lo atravesó también, sino que él es franco acerca de ello”.

En un mundo que equipara la felicidad con objetos caros, Mingyur Rinpoche se pone de pie en un contraste completo. Incluso antes de dejar el monasterio con sólo sus ropas en la espalda, él llevaba una vida ultra simple. Extremadamente consciente de la salud, él no comía carne o azúcares refinadas, y él corría todos los días. Él corría con unos mocasines viejos. Una vez alguien quiso comprarle unos tenis, pero su respuesta fue, “Gracias, pero no los necesito, no cabrían en mi bolsa”. La bolsa que llevaba consigo cuando viajaba era pequeñísima.

“Todo lo que Mingyur Rinpoche obtiene”, dice Cortland Dahl, “todas las donaciones y el dinero de sus libros, va hacia sus monasterios o proyectos de dharma. La gente siempre está dándole regalos y ofrendas, pero usualmente él las da, cualquier cosa que sea, a alguien más. Él tenía, literalmente, casi nada”.

Él tenía dieciséis años cuando salió de su primer retiro de tres años, y para su sorpresa, fue nombrado maestro para el siguiente retiro. Esto lo convirtió en el lama más joven en tener esta posición. Esto también significó que, efectivamente, él estuvo en retiro intenso por casi siete años continuos.

Atendiendo un colegio monástico, sirviendo como el abad ejecutivo del Monasterio Sherab Ling y tomando la ordenación de votos completos como monje -la juventud de Mingyur Rinpoche estuvo extremadamente ocupada. Fue en 1998 antes de que pudiera indagar en una rama del aprendizaje en la que él había estado interesado por años. La ciencia.

Siendo un niño, él conoció a Francisco Varela, un neurocientífico reconocido mundialmente quien llegó a Nepal para estudiar budismo con Tulku Urgyen Rinpoche. Varela frecuentemente hablaba con Mingyur Rinpoche sobre ciencia moderna, especialmente en relación a la estructura y función del cerebro. Otros estudiantes occidentales de Tulku Urgyen le dieron lecciones informales de biología, psicología, química y física.

“Era un poco como aprender dos lenguajes al mismo tiempo”, Mingyur Rinpoche escribió. “El budismo, por una parte, y ciencia moderna por otra. Incluso en aquel entonces, recuerdo pensar que no parecía haber mucha diferencia entre los dos.” Ambos eran métodos para investigar.

En el 2002 él fue uno de los meditadores avanzados invitados al Waisman Laboratory for Brain Imaging and Behavior en la Universidad de Wisconsin -Madison, donde unos científicos examinaron los efectos de la meditación en el cerebro. Grandes publicaciones como la National Geographic y Time reportaron los resultados de la investigación innovadora. Notablemente, cuando los adeptos meditaban en compasión, la actividad neural en un centro clave del sistema del cerebro para la felicidad brincaba de un porcentaje de 700 a 800. En el grupo control, hecho por personas quienes apenas habían empezado a meditar, la actividad se incrementó sólo del 10 al 15 por ciento. La meditación, sugería el estudio, tiene el potencial de incrementar la felicidad.

A principios del 2009, Mingyur Rinpoche dio a conocer sus planes de retirarse a un pequeño círculo de personas, las personas quienes, -como Dahl lo menciona – “mantendrían el barco a flote” en su ausencia. Después de que él se fue, su hermano Tsoknyi Rinpoche explicó durante un retiro en julio 2011 en el Garrison Institue que “Mingyur Rinpoche quiso hacer un retiro y que lo planeó- no abandonó sus actividades sin responsabilidad. Él grabó entre cuatro y cinco años de instrucciones, él entrenó a instructores, reunió fondos, y delegó todo su trabajo. Así que, realmente preparó todo”.

Luego, en el verano del 2010 en Minnesota, Mingyur Rinpoche hizo un anuncio público formal acerca de sus planes de retiro. La gente, sin embargo, asumió que él tenía la intención de hacer un retiro de tres años cerrado, una suposición que tiene sentido, ya que escoger ser un yogui errante es altamente inusual, especialmente en los tiempos modernos.

¿Por qué practicar en este estilo es tan raro en la actualidad?

De acuerdo al instructor de Tergar, Tim Olmsted, después de que los tibetanos huyeron de su país en los cincuentas, tanto la primera como la segunda generación de lamas tuvieron que luchar para mantener la tradición budista viva. Para construir colegios monásticos necesitaron dedicar enormes cantidades de tiempo. Para reunir los fondos tuvieron que publicar libros y viajar al occidente y al sur de Asia para reunir estudiantes. En breve, los lamas simplemente nunca tuvieron la oportunidad de convertirse en yogis errantes.

Pero hay otra razón por la que ser un errante no es común en la actualidad: “Es duro”, dice Olmsted sin rodeos.

Myoshin Kelley, también una instructora de Tergar, expande en este punto. “No creo que muchos de nosotros estemos listos para un retiro como yogui errante”, dice ella. “Tener unas paredes alrededor de nosotros, un suministro constante de alimentos y un ambiente seguro para meditar es de gran apoyo, lo cual libera mucha energía que, luego, podemos dirigir hacia el mirar profundamente en nuestros corazones y mentes. Para los yogis errantes, hay un gran nivel de incertidumbre con el que tienen que lidiar a diario. Esa incertidumbre puede hacer difícil el mantener la mente estable que permite la realización. Veo el ser un yogui errante como una práctica avanzada”.

Annabella Pirkin, una profesora de Columbia University quien ha hecho una investigación extensiva acerca de los renunciantes y los yogis errantes, está de acuerdo en que es avanzado, sin embargo no significa que todos los practicantes avanzados son errantes o deberían ser errantes. En la tradición tibetana hay muchas formas válidas y caminos poderosos, dice ella. La realización es posible sea uno monástico en una institución, un jefe de familia, un recluso de ermita, o un yogui errante. Estas categorías amplias ni siquiera están definidas tan claramente. Por ejemplo, continúa Pitkin, “Una de las cosas que se ven a menudo en la tradición tibetana es que las personas se convierten en monjes o monjas en el contexto de una institución en un punto de sus vidas, quizás temprano, y luego se salen y se convierten en errantes. Y, eventualmente, empezarán a estar en un mismo lugar porque están enseñando mucho más.” Dicho esto, incluso los monásticos quienes pasan sus vidas enteras en una institución no tienen una práctica de molde de galletas. Por ejemplo, algunos son especialistas en rituales, mientras que otros son administradores o maestros.

“Hay muchas cosas que tienen que suceder para mantener la tradición monástica andando”, dice Pitkin. Y es importante recordar cuán crítico es que continúe. Sin la tradición monástica, dice, “no hay budismo, no hay continuidad”. Al mismo tiempo, ella asegura, que para mantenerse fresca la tradición necesita la inspiración que ofrecen los yogis errantes, aquellas “figuras de pasión vívida que ilustran dramáticamente la totalidad del camino budista”.

Al ser un errante, dice Pitkin, “tú renuncias a tu apego no sólo a las posesiones y al confort, sino a cosas más sutiles, así como ser famoso o controlar a dónde vas. Como un yogui errante, vas donde las circunstancias te dictan -tú respondes a las situaciones en las que te encuentras. Esto es, hay una libertad total de asuntos ordinarios, pero también una renuncia muy profunda a los apegos ordinarios”.

“La renuncia es el centro del camino budista, así que si el rol primario de un lama es enseñar a otros al darles enseñanzas, la práctica de errar les ayuda a hacerlo, ya que en ella se desarrollan las cualidades inherentes propias. Pero los lamas también pueden enseñar por el camino de la demostración, y el ser un ejemplo del modo de vida renunciante es un modo muy poderoso de enseñar a la gente a repensar su relación ordinaria a sus vidas y a sus posesiones”.

En el Garrison Institute en julio, Sogyal Rinpoche, el autor de El libro tibetano de la vida y de la muerte, habló sobre el retiro de Mingyur Rinpoche como yogui errante. “En el futuro”, dijo Sogyal Rinpoche, “él será alguien a quien todos miremos como un guía y un refugio”.

Los estudiantes cercanos de Mingyur Rinpoche sabían que él aspiraba a convertirse en un yogui errante. Lo que ellos no sabían es cuándo se iría. “Pienso que eso fue muy intencional”, dice Cortland Dahl. “Rinpoche obviamente quiere y quiso estar solo. Pero hubiera sido casi imposible para él hacerlo si le hubiera dicho a alguien cuándo se iría. Sus estudiantes tibetanos -en una mezcla de devoción, cuidado y miedo- hubieran forzado a algún asistente a acompañarlo”.

La reverencia acordada a los yogis errantes en la tradición tibetana es frecuentemente abstracta, dice Pitkin. En la práctica, la gente generalmente no quiere que su gurú se vaya, así que las biografías de los errantes están salpicadas con gente tratando de mantenerlos en su mismo lugar. “Es genial que Milarepa haya sido errante”, Pitkin bromea, “pero es mucho mejor si mi maestro se queda conmigo”. 

Se espera que Mingyur Rinpoche esté de errante entre tres y cinco años, posiblemente más, y que regrese del mismo modo en el que se fue. Sin advertencia.

Mientras tanto, Myoshin Kelley piensa que Mingyur Rinpoche está pasando o pasará tan siquiera parte de su tiempo en las montañas. “Esto no es sólo por su amor a ellas”, dice Kelley, “sino porque son un ambiente muy conductivo a la meditación. Él frecuentemente ha contado historias de yogis bajando de la cueva para probar su práctica en el mercado. Quizás él primero vaya a las montañas y después encuentre su camino en el caos de una gran ciudad. Realmente Mingyur Rinpoche podría aparecer en cualquier lugar y, me parece que este es un pensamiento divertido. ¡Mantén los ojos abiertos y trata a todos como si fueran tu gurú!”.

ACERCA DE ANDREA MILLER

Andrea Miller es la editora adjunta de la revista Lion’s Roar. Es la autora de Awakening My Heart: Essays, Articles, and Interviews on the Buddhist Life, así como del libro de ilustraciones The Day the Buddha Woke Up.

ACERCA DE RATNA DAKINI (Traductora)

ratna dakini es una yoguini budista tibetana, poeta y traductora originaria de México. Ha publicado dos libros de poesía de dharma, el último titulado Sunbird (2020). Ha traducido para la Comunidad de Meditación de Tergar por Aprox. 6 años, y continúa traduciendo para Tergar, así como para la página en español de Lion’s Roar. Actualmente vive en San Miguel de Allende, donde enseña Yoga, practica danza y prepara un tercer libro de poesía.

Andrea Miller

Andrea Miller

Andrea Miller is the deputy editor of Lion’s Roar magazine. She’s the author of Awakening My Heart: Essays, Articles, and Interviews on the Buddhist Life, as well as the picture book The Day the Buddha Woke Up.