La libertad de la vacuidad

En el corazón del sendero de las paramitas está prajna, o la sabiduría -pero se trata de una sabiduría que va más allá de nuestras ideas convencionales de ella. Yongey Mingyur Rinpoche explica cómo funciona ese tipo de sabiduría. 

Yongey Mingyur Rinpoche
10 May 2022
Photograph by Albarrán Cabrera.

Desde los tiempos en que Siddhartha Gautama era un niño pequeño, a él le movían profundamente las preguntas esenciales: ¿Cuál es el significado de la vida? ¿Quién soy yo? ¿De qué se trata todo esto? A medida que fue creciendo, su contemplación de estos temas llegó a consumirlo. Como sabemos, en la adultez él renunció a la vida de facilidad y poder en la cual había nacido y se dedicó devotamente a buscar la sabiduría. 

Él recibió instrucción en una amplia variedad de tradiciones espirituales, como aquella de los filósofos y maestros de meditación más ilustres de su tiempo. Siendo un estudiante profundamente dotado, él completó aquellos caminos con rapidez, y, en algunos casos, superó a sus maestros. Ninguno de ellos, sin embargo, le dieron el tipo de respuestas que él aspiraba encontrar. 

Todos somos budas, justo aquí, justo ahora. 

Siddhartha llegó a la conclusión de que el aprender acerca de meditación, -no importa cuán sofisticada sea la educación-, no era suficiente. Él realmente tenía que ponerse las pilas y concentrarse en practicar. Con este afán, emprendió un retiro de seis años a orillas del río Niranjana. Durante este tiempo él no se involucró en ninguna otra actividad que no fuera la práctica. Sin embargo, incluso tras este esfuerzo elefantiásico, él aún no estaba completamente satisfecho de haber logrado el tipo de sabiduría última que estaba buscando. 

Finalmente, en Bodh Gaya, él simplemente soltó, dejó ir. Él dejó ir la práctica, dejó ir el estudio, dejó ir la meditación. Dejó ir el mismísimo camino. Él meditó con la no-meditación, es decir, él simplemente dejó todo ser, tal como es. Y finalmente, cuando él dejó que todo sea tal como es, todo se alineó. En el transcurso de una noche, él descubrió la verdadera respuesta que había estado buscando tan fervientemente. 

La respuesta es: no hay respuesta. No sólo no hay respuesta, tampoco hay pregunta. De hecho todo es perfecto. Nuestra naturaleza es maravillosa tal y como es. Esto es a lo que el Buda se refirió como prajnaparamita, “más allá de la sabiduría”. Este entendimiento es lo que constituyó la completa iluminación del Buda. 

La prajnaparamita trasciende el conocimiento. Lo que normalmente pensamos que es “conocimiento” tiene limitaciones intrínsecas: hay conceptos, hay sujeto y objeto, hay una perspectiva particular. Pero la verdad última que realizó el Buda está más allá del concepto, más allá del sujeto y el objeto; más allá de la filosofía, la visión, el tiempo, la materia y el sufrimiento; está más allá del sí o no, de lo puro o impuro, de lo correcto o lo equivocado. Es totalmente abierto y libre, sin embargo es la base del amor, la compasión, la sabiduría y la consciencia. Permite que todo lo demás surja: las emociones, el pensamiento, las percepciones. Permite que todo surja de la gran sabiduría, de una sabiduría que está más allá de la sabiduría. 

A partir de su descubrimiento inicial de esta sabiduría última, el Buda declaró, “encontré el dharma, el néctar. Es profundo y pacífico, está más allá de los conceptos, es luminosidad sin límites. Incluso si enseño esto a los demás, nadie lo va a entender. Por lo tanto, me quedaré en el bosque en silencio”. La respuesta estaba más allá del conocimiento, la sabiduría y los conceptos- incluso si él intentara compartirlo, él estaba seguro de que nadie sería capaz de comprenderlo. Así que permaneció recluido en el bosque. 

Pero no por mucho tiempo. Mientras estaba en el bosque, Brahma y Vishnu se le aparecieron ofreciéndole una rueda y una concha, y le imploraron que saliera a enseñar. Así que él fue a Varanasi y se acercó a cinco compañeros ascetas con quienes había practicado durante algún tiempo. Una vez que ellos supieron que el Buda había dejado ir incluso la meditación, y especialmente la práctica ascética, lo vieron como si hubiera tomado un camino equivocado y lo abandonaron, yéndose a Sarnath. Pero el Buda no se rindió. 

Él los buscó de nuevo, y, esta vez, cuando se encontraron con el Buda, se pusieron jubilosos. Ellos pudieron percibir que el Buda se había iluminado, y le pidieron que les mostrara el camino. 

Se dice que el Buda dio tres grandes enseñanzas, tres “giros a la vuelta del dharma”; el primero de estos fue dado ahí, en Sarnath. En ese momento él no reveló nada de lo que había llegado a entender, pero sí enseñó que el sentido del yo individual no es lo que percibimos que es. 

En términos generales, todos tenemos un concepto del yo. Pensamos que este yo es sólido, singular, permanente e independiente. El Buda enseñó que, al contrario, la verdadera naturaleza del yo es impermanente, interdependiente, y está en muchas partes. En otras palabras, hay ahí una multiplicidad. Consideremos cuántas partes compuestas están involucradas en el yo: materia, sentidos, sensaciones, conceptos, tendencias habituales, consciencia y demás. Y cada una de estas también tiene varios factores diferentes. Así que este “yo” que parece sólido puede ser dividido de innumerables maneras, y todas estas divisiones existen en relación con las demás de un modo interdependiente. Más aún, todas estas están continuamente en el proceso de cambiar con el tiempo-son impermanentes. De acuerdo al primer giro de la rueda del dharma, el saber esto es la sabiduría última o prajna. 

Esta sabiduría se conecta con samatha, la consciencia de la respiración. Una vez que estableces la consciencia de la respiración, puedes echar un vistazo al yo. ¿Y qué vas a encontrar? ¡Impermanencia, impermanencia, impermanencia! Verás que el cuerpo, los sentimientos, la mente, los fenómenos -es decir, las cuatro bases de la consciencia- son todas impermanentes, todas son interdependientes. Esa visión, de acuerdo a la primera enseñanza del Buda, es sabiduría. 

Después, cuando el Buda enseñó en Vulture Peak en Rajgir, explicó que incluso cuando integras esta comprensión de la impermanencia, la multiplicidad y la interdependencia, aún hay cierto tipo de concepto en un nivel sutil. Aún no estás totalmente “más allá”. Esto es porque la verdadera naturaleza de la existencia no es permanente ni impermanente, no es independiente ni interdependiente, no es singular o múltiple. Está más allá de los conceptos. Es libertad total. El secreto del universo es la vacuidad. 

¿Pero qué es exactamente la vacuidad? Aunque mucha gente asume que la vacuidad es la nada, no es nada. La “nada” no existe. 

Piensa en ella como un sueño. Mientras sueñas eres capaz de ver una casa de sueño. Puedes caminar hacia su puerta delantera y entrar. Puedes ir a su cocina y servirte un vaso de agua. En realidad, no hay una casa ahí, pero, al mismo tiempo, está apareciendo una casa. Vemos esta situación explicada en el Sutra del Corazón,  la esencia de las enseñanzas del Buda en Vulture Peak. El Sutra del Corazón afirma que, “La forma es vacuidad, la vacuidad también es forma. La vacuidad no es otra que la forma, la forma no es otra que la vacuidad.” Esto es sabiduría última. ¿Pero cómo practicamos con ella?

Primero examinamos el sentido del yo. Todos tenemos cierto sentido o noción del “yo”, “yo soy”, que existe decididamente. Y podemos enfocarnos en este sentido del “yo” sólo permanece con él, del mismo modo que permanecemos con la respiración cuando hacemos meditación en la respiración. Algunas personas encuentran un sentimiento de “yo” alrededor del corazón, otras lo sienten alrededor de la cabeza. Podemos preguntarnos, “¿Quién soy yo? ¿Quién es este? ¿De dónde vengo? ¿En dónde empiezo y en dónde termino?” El plantearse este tipo de preguntas es una posible aproximación. Otra aproximación es no preguntarnos nada, sólo permanecer con la sensación que percibimos como “yo”.

Cuando hacemos estas prácticas, típicamente una de estas dos cosas sucede: una es que de pronto parece no haber un “yo” definido que podamos encontrar a fin de cuentas. Eso es maravilloso -eso es no-conceptualidad, no-yo. Eso es libertad. O, quizás encontremos un “yo”. Si este es el caso, podemos plantearnos en qué consiste exactamente este “yo”. Por ejemplo, hay sensaciones, hay consciencia y hay un cuerpo. Ese cuerpo tiene carne, sangre, órganos, muchas partes diferentes, y cada parte está en un un flujo constante. Cuando tú te embarcas en este tipo de análisis, no puedes encontrar nada que realmente pueda ser llamado “yo”.  Hay átomos, tiempo, espacio, gravedad -todo esto, al final, no puede ser fijado o incluso localizado; todo pierde su significado. Sin embargo no es nada. Así como la casa en el sueño tiene una cocina y un filtro de agua donde te puedes llenar un vaso, así como un arcoíris en el cielo resplandece con colores, pero es completamente insustancial, así como un reflejo parece un lago en el desierto, todo es capaz de manifestarse. 

Cuando reconocemos esto, entonces descansamos en este entendimiento mediante la meditación de samatha, esa consciencia -ese ser con la vacuidad- es vipassana, la práctica principal de prajnaparamita. 

Nuestra verdadera naturaleza es la vacuidad. Pero no es una ausencia. No es sólamente vacuidad: hay luminosidad, hay claridad, hay todas las cualidades iluminadas. Y aunque está completamente vacía, tiene la habilidad de manifestarse. 

El Buda Shakyamuni enseñó que desde este punto de vista, todos los seres son, de hecho, un buda. No importa quién seas, no importa cuál religión practiques o qué raíces tengas, cuál sea el color de piel con el que naciste, o qué género tengas, no importa si eres un humano o un animal, o incluso el insecto más pequeño, -todos los seres sintientes tienen esta gran cualidad innata de la naturaleza búdica. Y dentro de esta cualidad innata está la consciencia, el amor, la compasión, así como la sabiduría, las capacidades, y las kayas. El único problema que tenemos es que no reconocemos esto. De hecho, la única diferencia entre un buda y otros seres sintientes es este reconocimiento. Aparte de tal distinción, todos somos budas, justo aquí, justo ahora. 

La práctica asociada con este aspecto es lo que llamamos  práctica de “naturaleza de la mente”. Está preservada dentro del Vajrayana, especialmente dentro del Dzogchen, el Mahamudra y el Madhyamaka. Esas tres prácticas principales engloban la práctica de naturaleza de la mente. 

Conectar con la prajnaparamita, con esta sabiduría, es la clave para vivir nuestra vida cotidiana de un modo sano. Ordinariamente, nuestras mentes están extremadamente pequeñas y estrechas; vamos por nuestras vidas profundamente embrollados en el pensamiento dual. Las kleshas de aversión, orgullo, celos y otras emociones negativas nos tienen atorados. A veces nos sobrecoge tanto el dolor causado por nuestras emociones negativas, que perdemos la esperanza. Nos vencemos a nuestra infelicidad por completo y rechazamos todo, cayendo en el nihilismo. Eso es aflojar demasiado. Y a veces, nos involucramos tanto con los fenómenos que, sin darnos cuenta, nos enredamos en ellos. Nuestra mente se queda enredada en expectativas, esperanzas y apegos. Eso es estar demasiado apretados. 

En todos los aspectos de la vida, el balance es crucial. Si una relación se siente claustrofóbica, por ejemplo, no va a funcionar bien para ninguna de las partes. Pero la falta de interés tampoco es buena. En el área del trabajo, el estudio y la educación, tomar medidas drásticas y hacer en exceso no lleva a buenos resultados, pero echarse para atrás y no hacer nada tampoco es bueno. Este principio del balance se aplica a todas las actividades de nuestras vidas. La sabiduría que logró el Buda, esta prajnaparamita, va más allá de los reinos que usualmente nos atrapan. Esta sabiduría nos lleva a encontrar la verdadera libertad dentro de nosotros mismos. 

El abrir completamente la mente y el corazón es lo que llamamos tener una visión sin miedo, una creencia sin miedo, o una experiencia sin miedo. Es un nivel de existencia más profundo; uno que podemos elegir ocupar. Podemos involucrarnos momento a momento con esa apertura total, y en esa apertura, en esa ausencia de miedo, podemos realizar nuestras vidas con dignidad y libertad. Esto es la prajnaparamita, la profunda sabiduría que el Buda enseñó para el beneficio de todos. 

ACERCA DE YONGEY MINGYUR RINPOCHE

Yongey Mingyur Rinpoche es un maestro de meditación en los linajes Kagyu y Nyingma del budismo tibetano.  Él es el maestro principal y guía de la Comunidad de Meditación de Tergar, una red global de centros y grupos de meditación. Sus libros incluyen Transformar la confusión en claridad y Enamorado del mundo: El viaje de un monje a través de los bardos de la vida y la muerte. 

ACERCA DE RATNA DAKINI (Traductora)

ratna dakini es una yoguini budista tibetana, poeta y traductora originaria de México. Ha publicado dos libros de poesía de dharma, el último titulado Sunbird (2020). Ha traducido para la Comunidad de Meditación de Tergar por Aprox. 6 años, y continúa traduciendo para Tergar, así como para la página en español de Lion’s Roar. Actualmente vive en San Miguel de Allende, donde enseña Yoga, practica danza y prepara un tercer libro de poesía.

Yongey Mingyur Rinpoche

Yongey Mingyur Rinpoche

Yongey Mingyur Rinpoche is a meditation master in the Kagyu and Nyingma lineages of Tibetan Buddhism. He is the guiding teacher of the Tergar Meditation Community, a global network of meditation groups and centers. His books include Turning Confusion into Clarity and In Love with the World: A Monk’s Journey Through the Bardos of Living and Dying .