No estoy bien, tú no estás bien –y esto está bien

Cuando leemos las noticias, quizás nos vemos abrumados sintiéndonos “nada bien”, pero Sylvia Boorstein dice que hay modos en los que podemos trabajar con ese sentimiento.

Sylvia Boorstein10 September 2021

Escuché en las noticias internacionales de la BBC que una cadena de supermercados en Inglaterra ahora ofrece en sus tiendas el servicio de capellanes, quienes están disponibles para atender a los clientes mientras están comprando. En Leeds, el puesto es compartido entre una monja budista, un congregacionalista y un ex-Hell’s Angel -ahora ministro metodista. De acuerdo al reporte, en vecinadios judíos y musulmanes hay rabinos e imanes.

No supe si alegrarme o entristecerme. Pensé, “Seguro, esto tiene sentido. Todos van de compras, y todos necesitan alguien a quien hablar acerca de lo que les es importante, lo que toca sus corazones, lo que les aflige”. Pero también pensé, “¿Qué ha pasado con nosotros?” ¿Estamos, como dijo Wordsworth, “desperdiciando nuestros poderes” al no hacer nada más que “comprar y gastar” y nunca saliendo de nuestros centros comerciales? ¿O, más triste aún, hemos olvidado cómo hablar con las personas que conocemos? ¿Hemos olvidado cómo escucharnos unos a otros, o incluso a nosotros mismos, de un modo que sea significativo?

Me parece que hay una clave para escuchar de un modo que haga la comunicación significativa. Esa clave, pienso, está vigente en los entornos psicoterapéuticos, en la relación con un maestro espiritual y en la meditación de mindfulness o presencia mental. Pienso que es una clave universal. Funciona en todas partes. Tengo una anécdota que apunta hacia esta clave:

En un viaje reciente de Filadelfia a Nueva York, durante el trayecto en tren rápido, estaba leyendo el periódico matutino. De pronto me encontré sobrecogida por situaciones tristes y aterradoras en todo el mundo. Me dirigí hacia la mujer jóven que estaba a mi lado y le dije, “Necesito tomar una siesta ahora. ¿Podrías despertarme en veinte minutos, por favor?”

“Sí, por supuesto”, me dijo. Luego me preguntó, “¿Estás bien?

“Estoy bien”, le contesté. “¿Tú estás bien?”

“No”, me dijo. “No estoy bien”.

De pronto mi somnolencia se esfumó y ella notó cómo yo estaba ahora alerta y escuchando. “Leí las noticias en la mañana”, dijo, indicando hacia el periódico en mis piernas, “Y estoy asustada”. Hablamos. Hablamos un poco sobre política, pero principalmente hablamos de cuán difícil es comportarnos como si estuviéramos bien cuando, de hecho, estamos sintiéndonos asustados o hemos perdido toda esperanza. Entre más hablamos, más me sentí volver a la vida. 

Luego, mientras pensé que la conversación estaba terminando, ella dijo, “También estoy preocupada por mi trabajo”. Ella acababa de aceptar un nuevo puesto que le parecía una validación a su nivel de aptitud y habilidad, y, al mismo tiempo, un reto. “Creo que puedo hacerlo. Pero esta junta en Nueva York es súper importante. Todo se puede derrumbar. Me preocupa no hacerlo bien”.

Yo sólo escuché. No necesitaba saber nada acerca de su trabajo. Sólo necesitaba escuchar. Pensé en cómo todos tenemos preocupaciones por el mundo y preocupaciones por nosotros mismos al mismo tiempo. Después de que cada quién tomó su rumbo en la estación Penn, me di cuenta que no nos dijimos nuestros nombres. No importó. Al conectarnos, nos consolamos. Fue suficiente.

La clave es, ¿Estás bien?

Nadie está bien. El Buda explicó esto como la verdad del sufrimiento. Habiendo nacido, estamos sujetos al dolor de la pérdida, del duelo, de la tristeza, o incluso de la mera decepción. La vida es difícil. Incluso nuestras alegrías, en su temporalidad, nos recuerdan la impermanencia. Como el poeta francés Villon, nos lamentamos con nostalgia, “¿Dónde están las nieves de antaño?” Sabemos que todas las nieves de antaño se han ido. 

Los psicólogos también nos confirmarían de cuán apropiado es saber que “no estamos bien”. Cada uno de nosotros trae consigo los regalos de nuestra herencia, nuestra familia y cultura, así como sus heridas. No puede ser de otra manera. Un amigo mío psicólogo me dijo una vez; “Si querías algo perfecto, veniste al planeta equivocado”. Me imagino que este entendimiento, tácito o explícito, es la piedra angular de todas las relaciones de sanación.

“¿Estás bien?”

“No. De hecho no. ¿Cómo estás tú?”

“Yo tampoco. Pero puedo hablar de esto. Hace que el viaje sea menos solitario. Vamos a hablar”.

Podemos hablarnos a nosotros mismos con amabilidad. Yo les digo a los practicantes de mindfulness o presencia mental que escuchen el tono que tiene su voz interna para comentar sus experiencias. Les pido que consideren que, si tuvieran un amigo que les hablara de esa manera, ¿mantendrían la amistad con él?. El momento en el que la gente descubre que no se están tratando a sí mismos con compasión, o hablándose con amabilidad, es, a menudo, un momento de sobresalto y de tristeza. Tal conciencia es a veces suficiente para causar que la voz crítica se suavice, y que la voz más suave pueda ser escuchada. 

ACERCA DE SYLVIA BOORSTEIN

Sylvia Boorstein es una psicóloga y maestra líder de Insight Meditation. Es autora de muchos libros best-sellers, entre los que se encuentran: Pay Attention, for Goodness’ Sake y Happiness Is An Inside Job.

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Sylvia Boorstein

Sylvia Boorstein is a psychologist and leading teacher of Insight Meditation. Her many best-selling books include Pay Attention, for Goodness’ Sake and Happiness Is An Inside Job.