Cómo nos enganchamos y cómo nos desenganchamos

Pema Chödrön habla acerca de shenpa, o la urgencia, el gancho que dispara nuestras tendencias habituales a cerrarnos. Nos enganchamos en ese momento en el que nos endurecernos cuando buscamos alivio. Para desengancharnos empezamos por reconocer ese momento de intranquilidad y aprendemos a relajarnos en ese momento.

Pema Chödrön
19 March 2021

Pema Chödrön habla acerca de shenpa, o la urgencia, el gancho que dispara nuestras tendencias habituales a cerrarnos. Nos enganchamos en ese momento en el que nos endurecernos cuando buscamos alivio. Para desengancharnos empezamos por reconocer ese momento de intranquilidad y aprendemos a relajarnos en ese momento.

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Estás intentando hacerte entender por un colega de trabajo o por tu pareja. En algún momento su cara está abierta y te está escuchando, y al siguiente, sus ojos se nublan y su quijada se tensa. ¿Qué es eso que estás viendo?

Alguien te critica. Critican tu trabajo, o tu apariencia, o a tu hijo. En tales momentos ¿qué sientes? Esto tiene un sabor familiar en la boca, también un olor familiar. Una vez que empiezas a notarlo, sientes que esta experiencia ha estado sucediendo por siempre. 

La palabra tibetana para esto es shenpa. Usualmente se le traduce como “apego” [‘attachment’ en inglés], pero una traducción más descriptiva podría ser “engancharse”. Cuando shenpa nos engancha, lo más probable es que nos atoremos. Podemos llamar shenpa a “esa sensación molesta”. Es una experiencia cotidiana. Incluso una mancha en tu nuevo sweater puede llevarte a ella. En el nivel más sutil, sentimos un endurecimiento, un tensarse, una sensación de cerrarse. Luego sentimos ganas de irnos, no queremos estar donde estamos. Esa es la cualidad del estar enganchados. Esa sensación de endurecernos tiene el poder de engancharnos a la auto-denigración, la culpa, la ira, los celos y a otras emociones que conducen a palabras y acciones que terminan envenenándonos.

Usualmente, shenpa sucede involuntariamente y llega hasta la raíz del porqué sufrimos.

¿Recuerdas el cuento de hadas en el que salen sapos de la boca de la princesa cuando ella empieza a decir groserías? Así es como se puede sentir el estar enganchados. Sin embargo, no nos detenemos -no podemos detenernos- porque estamos en el hábito de asociar cualquier cosa que estemos haciendo al alivio de nuestra propia incomodidad. Este es el síndrome de shenpa. La palabra “apego” no traduce muy bien lo que está sucediendo. Es una cualidad de la experiencia que no es fácil describir, pero que todos conocemos bien. Shenpa sucede usualmente de manera involuntaria y llega a la raíz del porqué sufrimos. 

Alguien nos mira de cierta manera, o escuchamos cierta canción, olemos cierto olor, entramos en cierta habitación y boom. El sentimiento no tiene nada que ver con el presente, y, sin embargo, ahí está. Cuando practicamos reconocer shenpa en Gampo Abbey, descubrimos que algunas de nosotras podían sentirlo incluso cuando una persona en particular se sentaba cerca de una en la mesa del comedor. 

Shenpa se nutre de la inseguridad subyacente de vivir en un mundo que siempre está cambiando. Experimentamos esta inseguridad como una ligera ansiedad de fondo, o como intranquilidad. Todos queremos algún tipo de alivio de esta intranquilidad, así que nos vamos hacia lo que disfrutamos -comida, alcohol, drogas, sexo, trabajo o compras. Con moderación, lo que disfrutamos puede ser delicioso. Podemos apreciar su sabor y su presencia en nuestras vidas. Pero cuando lo empoderamos con la idea de que eso nos va a traer comodidad, que va a aliviar nuestra ansiedad, nos enganchamos.

Así que podemos también llamar a shenpa “la urgencia” -la urgencia a fumarnos ese cigarro, a comer en exceso, a tomar otra bebida, a ser indulgentes en nuestra adicción, cualquier cosa que esta sea. A veces shenpa es tan fuerte que estamos dispuestos a morir para obtener ese alivio sintomático inmediato. El momentum detrás de la urgencia es tan fuerte que nunca nos salimos del patrón habitual de ir hacia el veneno buscando el confort. No necesariamente tiene que ser una substancia; puede ser decir groserías, o aproximarse a todo con una mente crítica. Ese es un gran gancho. Algo le jala el gatillo a un patrón viejo que preferimos no sentir, y nos ponemos duros y nos enganchamos en el criticar o quejarnos. Esto nos da una sensación inflada de satisfacción y de control que da un alivio de corta duración a la inquietud. 

Aquellos con adicciones fuertes sabemos que el trabajo con patrones habituales empieza con la voluntad para reconocer nuestra urgencia, y luego con la voluntad para actuar al respecto. El acto de no dejarse llevar por el patrón se llama abstenerse. Tradicionalmente se le llama renuncia. Lo que renunciamos o de lo que nos abstenemos no es la comida, el sexo, el trabajo o las relaciónes por sí mismas. Renunciamos y nos abstenemos de shenpa. Cuando hablamos de abstenernos de shenpa, no estamos hablando de tratar de echarlo afuera; estamos hablando de tratar de ver el shenpa claramente y experimentarlo. Si podemos ver shenpa justo cuando estamos empezando a cerrarnos, cuando sentimos el endurecimiento, hay la posibilidad de cachar la urgencia de hacer la cosa habitual, y no hacerla. 

Sin la práctica de meditación, esto es casi imposible de hacer. Hablando en términos generales, no cachamos el endurecimiento hasta que ya hemos caído en la indulgencia de la urgencia de rascar esa comezón en el modo habitual. Y a menos que equiparemos el abstenerse con bondad amorosa y amabilidad con nosotros mismos, el abstenerse se siente como ponerse una camisa de fuerza. Batallamos en contra de ello. La palabra tibetana para renuncia es shenlok, la cual significa darle la vuelta a shenpa, sacudirlo. Cuando sentimos el endurecimiento, de algún modo tenemos que saber cómo abrir el espacio sin engancharnos en nuestro patrón habitual. 

Si podemos ver shenpa justo cuando empezamos a cerrarnos, cuando sentimos el endurecimiento, tenemos la posibilidad de cachar la urgencia a hacer la cosa habitual y no hacerla. Sin práctica de meditación esto es casi imposible.

Al practicar con shenpa, primero tratamos de reconocerlo. El mejor lugar para hacer esto es en el cojín de meditación. La práctica sentados nos enseña cómo abrirnos y relajarnos con cualquier cosa que surja, sin escoger esto o lo otro. Nos enseña a experimentar la incomodidad y la urgencia en su totalidad, y a interrumpir el momentum que le sigue usualmente. Hacemos esto al no irnos tras los pensamientos y aprender a regresar al momento presente. Aprendemos a estar con la inquietud, el endurecimiento, la comezón de shenpa. Nos entrenamos en sentarnos quietos con nuestro deseo de rascarnos. Así es como aprendemos a detener la reacción en cadena de los patrones habituales que, de otro modo, gobernarían nuestras vidas. Así es como debilitamos los patrones que nos mantienen enganchados en la ansiedad que confundimos con comodidad. Etiquetamos el derivado “pensando” y regresamos al momento presente. Sin embargo, incluso en meditación, experimentamos shenpa

Digamos por ejemplo, que durante la meditación te sentiste estable y abierto. Los pensamientos vinieron y se fueron, pero no te engancharon. Eran como nubes en el cielo que se disolvieron cuando los reconociste. Tú pudiste regresar al momento sin una sensación de batalla. Después de esto, te enganchas en esta experiencia agradable: “Lo hice bien, ya le agarré la onda. Así es como debe de ser siempre, ese es el modelo”. Quedarse atrapado en esto hace surgir arrogancia, y, conversamente, genera pobreza, porque tu siguiente sesión no será así, para nada. De hecho, tu sesión “mala” será incluso peor ahora porque estás enganchado con la sesión “buena”. Te sentaste en el cojín y estabas con pensamientos discursivos: te estabas obsesionando acerca de algo de la casa o del trabajo. Te preocupaste y te inquietaste; te quedaste atrapado en el miedo o en la ira. Al final de la sesión, te sientes desanimado – estuvo “mal” y sólo te puedes culpar a ti mismo.

¿Hay algo inherentemente equivocado o correcto con cualquiera de las experiencias de meditación? Sólo shenpa. El shenpa que sentimos hacia la meditación “buena” nos atrapa en el cómo “debería” ser, y nos predispone para el shenpa hacia el cómo “no debería” ser. Sin embargo, la meditación es simplemente lo que es. Nos quedamos atrapados en nuestra idea de ella: eso es shenpa. Esa tendencia pegajosa es el shenpa de raíz. Lo llamamos apego al ego o ensimismamiento. Cuando estamos enganchados en la idea de una buena experiencia, el ensimismamiento se vuelve más fuerte; cuando nos enganchamos a la idea de una mala experiencia, el ensimismamiento también se vuelve más fuerte. Es por esto que nosotros como practicantes se nos enseña a no juzgarnos, no quedarnos atrapados en bueno o malo. 

Lo que realmente necesitamos hacer es abordar las cosas tal y como son. Aprender a reconocer shenpa nos enseña el significado de no estar apegados a este mundo. El no estar apegados no tiene nada que ver con este mundo. Tiene que ver con shenpa– el ser enganchados por lo que asociamos con alivio o comodidad. Todo lo que estamos intentando hacer es no sentir nuestra inquietud.  Pero cuando lo hacemos nunca vamos hasta la raíz de la práctica. La raíz es experimentar la comezón, así como la urgencia de rascarnos, y no llevarla a la acción. 

Si estamos dispuestos a practicar de este modo en un lapso de tiempo, prajna empieza a surgir. Prajna es ver con claridad. Es nuestra inteligencia innata, nuestra sabiduría. Con prajna, empezamos a ver toda la cadena de reacción con claridad. A medida que practicamos, esta sabiduría se vuelve una fuerza más fuerte que shenpa. Esto, en sí mismo, tiene el poder de detener la cadena de reacción.

En prajna no está involucrado el ego. Es sabiduría que se encuentra en la bondad básica, la apertura y la ecuanimidad – las cuales cortan a través del ensimismamiento. Con prajna podemos ver lo que va a abrir el espacio. El proceso de adicción, el cual está basado en el ego, es justo lo opuesto – una compulsión por llenar el espacio en nuestra forma particular. Algunos de nosotros cerramos el espacio llevando nuestro punto a martillazos; otros tratando de suavizar las aguas.

Se nos enseña que cualquier cosa que surja es fresca, la esencia de la realización. Esa es la visión básica. Pero, ¿cómo vemos cualquier cosa que surja como la esencia de la realización cuando, de hecho, tenemos trabajo que hacer? La clave es ver hacia el shenpa. El trabajo que tenemos que hacer se trata de llegar a conocer eso que nos está tensando, o nos engancha, o nos tiene desgastados. Esa es la esencia de la realización. Entre más temprano la cachemos, más fácil será trabajar con ese shenpa, pero incluso cacharla cuando ya estamos todos desgastados por él es bueno. A veces tenemos que ir a través de todo el ciclo incluso cuando vemos lo que estamos haciendo. La urgencia es tan fuerte, el gancho tan afilado, el patrón habitual tan pegajoso, que hay veces en las que no podemos hacer nada al respecto. 

El trabajo que tenemos que hacer es el llegar a conocer eso que nos está tensando, o nos engancha, o nos tiene todos desgastados.

Sin embargo, hay algo que podemos hacer tras este hecho. Podemos ir a sentarnos a nuestro cojín de meditación y revisar la historia. Quizás empecemos recordando la sensación de desgaste y nos conectemos con eso. Vemos con claridad el shenpa en retrospectiva; esto ayuda mucho. También ayuda el ver el shenpa surgir en modos pequeños, donde el gancho no está tan afilado. 

Los budistas están hablando del shenpa cuando dicen, “No te enganches con el contenido: observa la cualidad subyacente- el aferramiento, el deseo, el apego”. La meditación sentados nos enseña cómo ver esa tangente antes de que nos vayamos de boca. Básicamente aterriza en la instrucción: “etiquétalo como pensamiento”. Entrenar esto en el cojín, donde es relativamente fácil y agradable hacerlo, es como nos preparamos para permanecer quietos cuando nos ponemos ansiosos.

Entonces podemos entrenarnos en ver el shenpa dondequiera que estemos. Di algo a otra persona y quizás sientas ese endurecimiento. En vez de quedarnos atrapados en una historia sobre cómo estamos en lo correcto o cómo estábamos equivocados, tómalo como una oportunidad para estar presente con la cualidad del enganche. Úsalo como una oportunidad para permanecer quieto con la tensión sin llevarla a la acción. Permite que ese entrenamiento sea tu base. 

También puedes practicar el reconocer shenpa al aire libre en la naturaleza. Practica el sentarte quieto y encontrar el momento en el que te cierras. O practica en medio de la gente, viendo a las personas una por una. Cuando estás en silencio, lo que te engancha es el diálogo mental. Te hablas a ti mismo acerca de lo que está mal o lo que está bien: yo-malo, o ellos-malos, esto-bueno, o esto-malo. El sólo ver esto es una práctica. Te va a sorprender cómo involuntariamente te cierras y te enganchas, de un modo u otro. Sólo sigue etiquetando esos pensamientos y regresa a la inmediatez del sentir. Así es como no seguimos la cadena de reacción. 

Una vez que estamos conscientes de shenpa, empezamos a notarlo en otras personas. Los vemos cerrándose. Los vemos cómo se han enganchado y cómo nada va a penetrar en ellos ahora. En ese momento tenemos prajna. Esa inteligencia básica surge cuando no estamos atrapados en el escapar de nuestra propia inquietud. Con prajna podemos ver qué está sucediendo en otros; podemos ver cuando están enganchados. Entonces podemos darle algo de espacio a la situación. Un modo en el que podemos hacerlo es abriendo el espacio al momento, a través de la meditación. Estáte quieto y pon tu mente en tu respiración. Mantén tu mente en su lugar con gran apertura y curiosidad hacia la otra persona. Hacer una pregunta es otro modo de crear espacio alrededor de ese sentimiento pegajoso. También puede ser el posponer su discusión para otro momento. 

En el monasterio somos muy afortunadas de que todas están muy entusiasmadas acerca de trabajar con shenpa. He intentado usar tantas palabras que se han convertido en municiones que las personas usan en contra suya. Pero sentimos cierto gusto por trabajar con shenpa, quizás porque la palabra no nos es familiar. Podemos reconocer lo que está sucediendo con una visión clara, sin apuntar a nosotras mismas. Ya que a nadie le gusta particularmente  que se les apunte a su shenpa, las personas en Abbey hacen tratos como, “Cuando veas que me estoy enganchando, tócate la oreja, y si yo veo que tú te estás enganchando, yo haré lo mismo. O si tú lo ves en ti mismo y yo no me estoy dando cuenta, dame una señal de que quizás este no es el momento de continuar con la discusión”. Así es como nos ayudamos unas a otras a cultivar prajna, la visión clara. 

Una vez que vemos cómo nos enganchamos y cómo somos arrastrados por el momentum, no hay manera de ser arrogantes. La clave es seguir viendo.

Podemos pensar acerca de este proceso entero en términos de cuatro letras, RARD: reconocer el shenpa, abstenernos de rascarnos, relajarnos en la urgencia subyacente de rascarnos, y luego decidirnos a continuar interrumpiendo nuestros patrones habituales como éste por el resto de nuestras vidas. ¿Qué haces cuando no haces la cosa habitual? Estás solo con tu urgencia. Así es como te pones más en contacto con el desear y el querer moverte. Aprendes a relajarte con ello. Entonces te decides a seguir practicando de esta manera. 

Trabajar con shenpa nos suaviza. Una vez que vemos cómo nos enganchamos y cómo nos dejamos arrastrar por el momentum, no hay manera de ser arrogantes. La clave es seguir viendo. No dejes que la suavidad y la humildad se conviertan en auto-denigración. Eso es sólo otro gancho. Dado que hemos estado fortaleciendo toda la situación habituada por mucho, mucho tiempo, no podemos esperar deshacerla de la noche a la mañana. No es un tema de una sola vez. Se requiere amor bondadoso para reconocerlo; se requiere práctica para abstenerse; se requiere voluntad para relajarse; se requiere determinación para seguir entrenándonos de esta manera. 

Hace poco vi una viñeta de tres peces nadando alrededor de un anzuelo. Un pez le dice a otro, “El secreto es el desapego”. Esa es una viñeta shenpa: el secreto es -no muerdas el anzuelo. Si podemos cacharnos a nosotros mismos en ese lugar donde la urgencia de morder es fuerte, podemos, al menos obtener una perspectiva más grande acerca de lo que está sucediendo. A medida que practicamos de esta manera, ganamos confianza en nuestra propia sabiduría. Nos empieza a guiar hacia el aspecto fundamental de nuestro ser -espaciosidad, calidez y espontaneidad.

ACERCA DE PEMA CHÖDRÖN

Con sus poderosas enseñanzas, sus libros best sellers, y sus retiros que son atendidos por miles, Pema Chödrön es hoy en día una de las maestras americanas de budismo más populares. En The Wisdom of No Escape, The Places that Scare You, y otros libros importantes, ella nos ha ayudado a descubrir cómo la dificultad y la incertidumbre pueden ser oportunidades para el despertar. Ella sirve como maestra residente en el monasterio Gampo Abbey en Nova Scotia, y es estudiante de Dzigar Kongtrul, Sakyong Mipham Rinpoche y del tardío Chögyam Trungpa. Para más información visita: pemachodronfoundation.org.

ACERCA DE RATNA DAKINI (Traductora)

ratna dakini es una yoguini budista tibetana, poeta y traductora originaria de México. Ha publicado dos libros de poesía de dharma, el último titulado Sunbird (2020). Ha traducido para la Comunidad de Meditación de Tergar por Aprox. 6 años, y continúa traduciendo para Tergar, así como para la página en español de Lion’s Roar. Actualmente vive en San Miguel de Allende, donde enseña Yoga, practica danza y prepara un tercer libro de poesía.

Pema Chödrön

Pema Chödrön

With her powerful teachings, bestselling books, and retreats attended by thousands, Pema Chödrön is today’s most popular American-born teacher of Buddhism. In The Wisdom of No Escape, The Places that Scare You, and other important books, she has helped us discover how difficulty and uncertainty can be opportunities for awakening. She serves as resident teacher at Gampo Abbey Monastery in Nova Scotia and is a student of Dzigar Kongtrul, Sakyong Mipham Rinpoche, and the late Chögyam Trungpa. For more, visit pemachodronfoundation.org.