Una de mis historias zen favoritas es breve y simple. Un estudiante le pregunta al maestro “¿Cuál es la actividad constante de todos los budas y bodhisattvas?” En otras palabras, ¿Qué es lo especial acerca de la vida diaria de las personas despiertas?
El maestro responde: “Responder apropiadamente”.
Eso es todo. No los poderes especiales, excepto el estar enteramente atento a lo que está sucediendo realmente y actuar de acuerdo a ello.
No sabemos lo que es posible, no sabemos lo que va a funcionar, pero hacemos lo mejor que podemos.
Eso es algo fácil de hacer en un monasterio. Cuando la campana suena te pones tu hábito y vas a la sala de Buda a meditar. Pero qué sucede cuando uno deja atrás las puertas del monasterio y sale hacia un mundo con muchos problemas, más ominosamente una crisis ecológica que está degradando la biosfera severamente. ¿Cómo respondemos apropiadamente a una emergencia climática que amenaza incluso la supervivencia de nuestra propia especie?
Algunos dirán que este no es un problema budista, que el budismo sólo se trata del despertar individual y la transformación personal. Pero ¿cuál es el objetivo; el trascender -escapar- este mundo, o el realizar la no-dualidad con él?
Si es lo segundo, entonces el camino budista no sólo involucra el enfocarnos en nuestra propia práctica meditativa, sino integrar lo que realizamos en el cómo vivimos de hecho en el mundo. La sabiduría fracasa sin compasión, y hoy en día esto involucra el responder al mayor reto que la humanidad ha enfrentado.
Me parece que la conciencia pública ha cambiado durante el último año. Más personas están concientes de que nuestra situación ecológica se ha tornado muy precaria, y continúa deteriorándose rápidamente. “Los negocios habituales”, junto con las “políticas usuales” están llevando al desastre. A la luz de esto, ¿qué podemos hacer? ¿Cómo debemos responder apropiadamente? Hoy este es nuestro koan colectivo.
El budismo se originó y se desarrolló en un ambiente social y en un contexto ambiental muy diferente al de hoy en día, así que, previsiblemente tiene poco que decirnos acerca de qué hacer. Pero sus enseñanzas dicen mucho sobre el cómo hacerlo. A eso se le llama el camino del bodhisattva. De hecho, me pregunto si el camino del bodhisattva (o ecosattva) es la contribución más importante que puede ofrecer el budismo hoy en día.
Reconocer la importancia del involucramiento social es un gran paso para muchos budistas, ya que usualmente se nos ha enseñado a enfocarnos en lo que está sucediendo en nuestra propia mente. Por otra parte, aquellos comprometidos a la acción social tienden a sufrir frustración, ira y agotamiento. El camino del bodhisattva comprometido provee lo que cada uno necesita porque involucra una práctica doble, interna y externa, ambas reforzandose una a otra.
Combinar la meditación y el activismo permite un compromiso profundo sin agotamiento. El activismo también ayuda a los meditadores a evitar una preocupación auto-embrutecedora con su propia condición mental y progreso espiritual. Hasta la fecha, como el sentido de un yo separado es el problema básico, el compromiso compasivo al bienestar de otros es una parte importante de la solución. El involucramiento con la crisis ecológica, por ende, no es una distracción de nuestra práctica contemplativa personal, sino que es esencial a ésta.
Aunque hay muchos aspectos del camino del bodhisattva, la ecuanimidad y la visión profunda que éste cultiva apoya y soporta lo que es más poderoso y distintivo del activismo espiritual: actuar sin apego a los resultados de la acción.
Buddha dijo que las personas iluminadas son nirasa: “sin caprichos, sin deseos, sin expectativa”. Esto no significa que están en la inacción o la desvinculación, sino lo que el Bhagavad-Gita llama “karma yoga”: “Tu derecho es al trabajo, nunca a los frutos. No estés motivado por los frutos de la acción, ni inclinado a dejar la acción”. Haz lo que se requiere, pero sin apego al resultado.
Sin embargo, el desapego a los resultados es fácilmente malentendido. No significa que el modo de aproximarnos a nuestra labor sea indiferente. En respuesta a la devastación en curso de la tierra, estamos llamados a hacer algo lo mejor que podamos, sin saber cuáles serán las consecuencias, sin saber si nuestros esfuerzos harán alguna diferencia o no.
Este es un aspecto importante de la “mente que no sabe” que la práctica zen cultiva explícitamente. A uno de mis maestros, Robert Aitken Rosh, le gustaba decir que nuestra labor no es aclarar el misterio. Es hacer el misterio claro. El camino espiritual no se trata de llegar a entenderlo todo, sino de abrirse al mundo sagrado y misterioso al cual accedemos -no al aferrarnos a él-, sino al ser tomados por él. Los bodhisattvas siempre manifiestan algo más grande que sus propios egos. “No eres un atlas cargando el mundo en tus hombros”, decía Vandana Shiva. “Es bueno recordar que el mundo te está cargando a ti”.
No sabemos lo que es posible, no sabemos lo que va a funcionar, pero hacemos nuestro mejor esfuerzo. No sabemos si lo que hacemos es importante, pero sabemos que es importante para nosotros hacerlo. ¿Ya hemos pasado los puntos de inflexión ecológica y la civilización tal como la conocemos está condenada al fracaso?” No sabemos -y eso está bien. Por supuesto nos gustaría que nuestros esfuerzos dieran frutos, sin embargo, ultimadamente son nuestro regalo a la tierra, son gratis, y los regalos deben hacerse sin expectativa de regresar a nosotros.
El 20 de abril, yo formaba parte de un grupo de seis protestantes llamado Extinction Rebellion [o XR, en español, Rebelión de la Extinción] inspirado por las acciones en curso del XR en Londres. Por unos momentos breves bloqueamos una calle congestionada en el centro de Denver. La policía nos detuvo y emitió un citatorio. Nuestros casos judiciales están pendientes.
¿Esa fue la mejor acción que pudimos hacer, generando un inconveniente a muchos conductores aquella tarde de sábado? No sé, pero se ha vuelto claro que, sin cambios radicales, enfrentaremos mucho más que inconvenientes en los próximos años. No sé si lo que hace el grupo de Extinction Rebellion es la respuesta más apropiada, pero en este momento no tengo una mejor, y nuestras espaldas están contra la pared. Necesitamos poner los pies de los políticos al fuego, ya que el tiempo para que la humanidad se espabile y se ponga las pilas es corto, y cada vez más corto.
Unos días después de nuestra acción, algunos de los protestantes de Denver me preguntaron si ofrecería un taller-retiro de meditación para los activistas de XR en nuestro nuevo centro de retiros Rocky Mountain Ecodharma Retreat Center cerca de Boulder. Vamos a hacerlo a mediados de septiembre, justo antes de otra semana de actividades del XR en el mundo. Haciendo la práctica interna y externa de los ecosattvas, nos entrenamos para responder apropiadamente.
ACERCA DE DAVID LOY
David Loy es un académico y maestro zen en la tradición Sanbo. Su último libro es A New Buddhist Path: Enlightenment, Evolution, and Ethics in the Modern World; él también es co-editor de A Buddhist Response to the Climate Emergency.
ACERCA DE RATNA DAKINI (Traductora)
ratna dakini es una yoguini budista tibetana, poeta y traductora originaria de México. Ha publicado dos libros de poesía de dharma, el último titulado Sunbird (2020). Ha traducido para la Comunidad de Meditación de Tergar por Aprox. 6 años, y continúa traduciendo para Tergar, así como para la página en español de Lion’s Roar. Actualmente vive en San Miguel de Allende, donde enseña Yoga, practica danza y prepara un tercer libro de poesía.