El budismo zen tiene profundas raíces en la cultura asiática. ¿Cómo adaptas tus enseñanzas para que sean relevantes y accesibles para practicantes occidentales, especialmente practicantes latinoamericanos?
Shunryu Suzuki Roshi fundó el Centro Zen de San Francisco hace más de sesenta años y en todo este tiempo decenas de maestros se han formado en este linaje a través de los años aquí en los Estados Unidos. Uno de los puntos fundamentales en los que hemos -y seguimos- trabajando es en adaptar las enseñanzas que provienen de la cultura asiática a nuestra propia cultura, siempre cuidando de mantener intacta la tradición. Este proceso no es simple y requiere mucho análisis de prueba y error. En estos sesenta años sin embargo hemos aprendido mucho y creo que hoy contamos con una práctica mucho más cercana a quiénes y cómo somos culturalmente. Sin embargo, este proceso ha ocurrido principalmente en una cultura anglo-sajona de habla inglesa, y mi enfoque principal es el de continuar explorando las maneras en que esta adaptación continúa desarrollándose para practicantes de habla hispana, principalmente en latinoamérica. Buda habló de “Upaya” o “Medios Hábiles”. En su discurso, enseña que el mensaje debe ser adaptado según quién lo está recibiendo, por lo que siempre intento traer nuestra cultura hispana como principal punto de referencia en mis enseñanzas.
¿Podrías hablarnos de Zen Sin Fronteras?
Antes de la pandemia dirigía un grupo presencial de estudiantes Zen de habla hispana que residían en la ciudad de San Francisco. Por supuesto, luego tuvimos que comenzar a utilizar otros medios como Zoom, y allí fué cuando practicantes de todo el mundo comenzaron a sumarse a este grupo. Esto dió nacimiento a Zen Sin Fronteras, una comunidad global de práctica Budista Zen de habla hispana accesible a quienes desean emprender un camino de transformación personal basado en la profunda sabiduría y radical compasión del Buda.
Contamos con espacios de meditación en línea, cursos y talleres, grupos reducidos de apoyo en la práctica y acceso a información para el estudio del Dharma. Todos los sábados nos reunimos en línea para meditar y brindo un “Teisho” (Palabras de enseñanza del Dharma) seguido de un espacio de preguntas y reflexiones. Todo el contenido y acceso a Zen Sin Fronteras se encuentra en una aplicación móvil y gratuita.
¿Cómo te involucraste en la práctica del budismo y la meditación?
Desde pequeño siempre tuve curiosidad por el sentido más profundo de la vida, aquellas preguntas íntimas sobre el «por qué estamos aquí». Este camino me llevó por senderos variados y diferentes disciplinas, abriendo espacio a mi exploración sobre el profundo significado de lo que implica ser un ser más humano. A mediados de la década del 2000 tomé contacto con el Zen por primera vez a través de quien era en ese momento mi osteópata y practicante Zen en el linaje de Deshimaru. Esta travesía de introspección y reflexión significó una nueva dimensión en mi vida que continúa hasta el día de hoy.
Nuestra capacidad de búsqueda individual queda limitada a nuestra propia comprensión, condicionamientos y vaivenes del ego. Allí es donde un maestro se vuelve un punto de referencia y guía en este proceso del despertar.
¿Qué fue lo que más resonó en ti sobre la práctica del budismo Soto Zen en particular?
Es muy extraño, pero la primera vez que me senté en un zafu (cojín de meditación) tuve una profunda sensación de haber “retornado al hogar”. A través del silencio e intimidad de la meditación y profundizando en las enseñanzas del Zen Soto, comenzó a darse una profunda transformación personal y a definirse la manera en que realmente quería continuar mi vida en lo personal, familiar, social y laboral. En aquél entonces, mientras trabajaba en mi agencia de publicidad, meditaba a diario, estudiaba y participaba de largos retiros que me llevaron por templos en España y Francia. En el 2013 (en mi luna de miel) conocí el San Francisco Zen Center en el estado de California de los Estados Unidos. Este fue un punto de inflexión y transformación que causó un importante cambio en mi camino de desarrollo como persona y en mi intención de impacto positivo en el mundo.
¿Cuál fue tu camino para convertirte en maestro/sacerdote en el linaje Zen?
La primera década de mi práctica la viví profundamente inserto en el mundo, dedicado a mi estudio del Zen y a la vez liderando mis emprendimientos en publicidad. Esto me permitió profundizar en la expresión de la práctica laica y su importancia en relación a quienes viven el Zen dentro de un entorno familiar, social y laboral. Honestamente, creo que allí la práctica cumple un rol clave.
En el 2013 conocí el linaje de Shunryu Suzuki en el Centro Zen de San Francisco y la expresión de práctica de Suzuki Roshi me movilizó profundamente en su manera de relacionarnos de “corazón cálido a corazón cálido”. Tuve la sensación de que este linaje había realizado un maravilloso trabajo de adaptar a nuestra cultura occidental esta práctica nacida en Japón, y quise indagar con más profundidad. Al no estar disponible para practicantes de habla hispana, en el 2014 decidí dejar mi vida laica, mi empresa, mi país y mudarme como estudiante residente al Centro Zen de San Francisco para realmente prepararme a conciencia como sacerdote y maestro Zen dentro de este linaje. Hoy me desempeño como sacerdote y presidente de esta organización.
El “zazen” es una práctica fundamental en el budismo zen. ¿Podrías explicar en qué consiste y cómo ayuda a los practicantes en su camino espiritual?
El maestro Dogen, fundador de la Escuela Soto del Zen en el siglo XIII decía que “Sin Zazen no hay Zen”. Este Zazen, la meditación, es el pilar fundamental de nuestra práctica: sólo sentarse, sin búsqueda de provecho.
Este “sólo sentarse” no significa que lo único que hacemos es sentarnos en meditación, sino que cuando lo hacemos procuramos dejar pasar los pensamientos sin enfocarnos en nada en particular como ser koans, mantras o puntos de foco mental. Cuerpo y mente se sueltan en el flujo de la respiración y en perfecta unión con todo lo existente.
Tiempo atrás oí decir a un maestro Zen que el Zazen es “el fuego debajo de la olla que cuece los ingredientes del estofado de nuestra vida”. Una maravillosa manera de expresar lo inexpresable de la meditación Zen.
La relación entre el maestro y el discípulo es central en el budismo zen. ¿Podrías compartir tus perspectivas sobre cómo se desarrolla esta relación y cómo influye en el progreso espiritual del estudiante?
Es cierto que la relación entre maestro y discípulo es muy importante en el Budismo Zen. De hecho, tres pilares fundamentales de esta práctica suelen ser el Zazen, el estudio y la relación con un maestro. El punto creo que es contestar a la pregunta de quién y cuándo se necesita un maestro Zen.
Por supuesto hay mucho por explorar en la práctica del Zen, y se puede comenzar por asistir a espacios de meditación, leer algunos libros o investigar por cuenta propia. Considero que esto está bien y suelen ser los primeros pasos en la vía. El gran inconveniente surge en el hecho de que “no sabemos lo que no sabemos”. Es por ello que nuestra capacidad de búsqueda individual queda limitada a nuestra propia comprensión, condicionamientos y vaivenes del ego. Allí es donde un maestro se vuelve un punto de referencia y guía en este proceso del despertar.
Un maestro no debería ser visto como un ser superior o inefable. Es un ser humano como tú y yo, con su propio karma y dificultades, pero que ha estado transitando este camino por más tiempo y se ha preparado específicamente para guiar a otros en esta vía. Un maestro, desde este punto de vista, es una guía compasiva que nos refleja lo que no podemos ver, y nos acompaña a descubrir por uno mismo el Buda que existe en el corazón de cada uno de nosotros.
Hoy contamos con la posibilidad de acceder a maestros que se han preparado de manera formal y consciente para enseñar y que no necesariamente se encuentran físicamente en el mismo lugar en que nos encontramos nosotros. Las herramientas de comunicación en línea han abierto puertas impensadas en el acceso a maestros en todas partes del mundo. Por supuesto, contar con un maestro allí donde vives es maravilloso, pero no siempre es realista o posible. Considero que puede desarrollarse un profundo vínculo con un maestro a distancia si se cuenta con las herramientas adecuadas.
¿Qué consejos podrías dar a alguien que recién comienza con la práctica del budismo, especialmente en países latinos?
Mi principal consejo es que quien recién comienza intente informarse bien en relación al origen de las enseñanzas que recibe y los lugares de práctica (en línea o presenciales) en los que medita. Con la proliferación de medios de comunicación, tenemos acceso a mucha información que puede o no haber sido generada o curada por maestros idóneos y formalmente transmitidos. Siempre aconsejo investigar las fuentes, y en lo posible acercarse a aquellas que tienen una trayectoria reconocida.
También aconsejo que luego de un tiempo de investigación, el practicante se acerque a un grupo guiado por un maestro. La práctica grupal es fundamental y uno de los tres tesoros del Budismo: Buda, Dharma y Sangha (la comunidad de práctica). Vivimos en un mundo sumamente individualista, pero realmente necesitamos el apoyo de otros para transitar la vía del despertar.
Lamentablemente no existe el mismo acceso a grupos e información sobre el Zen en países latinos como en Norteamérica o Europa. Sin embargo, contamos hoy con grupos y maestros en línea que pueden acercarnos a la práctica allí donde nos encontremos.
La vida moderna puede ser agitada y llena de distracciones. ¿Cómo ayudan las enseñanzas del budismo zen para abordar los desafíos contemporáneos?
Algunas de las maneras en que definimos el Zen son “La acción hábil aplicada al momento presente”, “Completa y exquisita atención a lo que tienes frente a tí” y, como decía el maestro Suzuki, “Completa lo que comienzas”. Todas estas enseñanzas son profundamente relevantes en el mundo agitado y lleno de estímulos en el que vivimos hoy. Desde ese punto de vista, el Zen es simple: Presta atención. Responde en lugar de reaccionar. Concluye lo que comienzas… y siéntate. Medita con frecuencia.
¿Cuáles son tus recomendaciones para mantener una rutina constante de meditación incluso cuando la vida se vuelve agitada?
Creo que el principal cambio se da cuando el Zen deja de ser un ítem en la agenda para convertirse en la agenda. En ese contexto, cuando la separación entre la práctica del Zen y lo que llamamos “el resto de mi vida” se disuelve, es que la meditación toma un protagonismo fundamental en nuestra vida.
Es preferible meditar por períodos de menor tiempo pero con mayor frecuencia, y siempre organizarnos de manera de meditar en un esquema de días y horarios específicos y preestablecidos en lugar de dejarlo sujeto a momentos aleatorios durante la semana, a cuando “encontremos un espacio” para meditar.