Cortar las raíces de nuestro descontento – Al estilo budista

B. Alan Wallace habla sobre cómo los kleshas o “aflictores mentales” nos impiden reconocer la verdadera naturaleza de nuestra mente, y cómo podemos empezar a llegar a la raíz de nuestro descontento reconociendo los kleshas por lo que son.

B. Alan Wallace
29 January 2024
Image by Paul Zoetemeijer

He observado con cierta preocupación con qué frecuencia el término budista sánscrito klesha se traduce incorrectamente como “emoción aflictiva”, “emoción negativa” o “emoción perturbadora”, o incluso como “pasión”. En la psicología, las emociones se definen como reacciones mentales conscientes (tales como la ira, el miedo o la tristeza) experimentadas subjetivamente como sentimientos fuertes comúnmente dirigidos hacia un objeto o acontecimiento específico y por lo general acompañados de cambios fisiológicos y conductuales en el cuerpo. La “pasión” se define psicológicamente como una fuerte inclinación hacia una actividad que a las personas gusta (o incluso encanta), les parece importante, en la que invierten tiempo y energía, y que forma parte de su identidad. Efectivamente, la pasión puede fomentar motivaciones virtuosas, aumentar el bienestar y aportar sentido a la vida cotidiana. Así pues, en el uso contemporáneo, las pasiones no son necesariamente dañinas, mientras que los kleshas siempre lo son. 

Por otro lado, los términos “emoción” y “pasión” no consiguen abarcar toda la gama de kleshas. Estas traducciones equívocas no son meros errores académicos con pocas consecuencias prácticas. Por el contrario, si nuestra comprensión de los kleshas —que, según el budismo, son las causas raíz de todo sufrimiento— se limita a las “emociones perturbadoras”, entonces, si sentimos que no experimentamos emoción aflictiva alguna, podríamos concluir que estamos libres de kleshas. Sin embargo, esta aseveración no podría estar más alejada de la realidad. Además, algunos tipos de klesha, tales como la lujuria, la avaricia y la arrogancia, pueden incluso parecer agradables, pero su impacto en nuestra mente, conducta y bienestar es detrimental. Así, todas las traducciones de klesha como tan sólo emociones oscurecen el significado más amplio y profundo de la palabra. La traducción más exacta de este término es “aflicción mental”, o más precisamente aún, ” aflictor mental”.

Bajo la influencia de nuestras aflicciones mentales, incluso cuando buscamos liberarnos del sufrimiento, nos vemos impulsados por deseos dirigidos hacia el exterior para escapar de lo que erróneamente concebimos como las causas primarias de la infelicidad en nuestros cuerpos, relaciones sociales y entorno. 

En el análisis budista de dukkha, término sánscrito que se refiere al espectro completo del dolor y el sufrimiento, sus raíces fundamentales se identifican como karma y klesha. El primero de estos términos se traduce literalmente como “acción”, pero se refiere específicamente a los tipos de acciones del cuerpo, la palabra y la mente que suscitan los kleshas, considerados las causas fundamentales de todo dukkha. Así pues, desde el punto de vista budista, la raíz de todo nuestro descontento son los kleshas. Una definición ampliamente aceptada de “klesha” en la psicología budista es “procesos mentales que tienen el efecto de perturbar el equilibrio de la mente.” Al hacerlo, oscurecen y distorsionan nuestra visión de nosotros mismos, de los demás y del mundo en general. Así pues, los kleshas son así llamados porque dañan o afligen la paz natural de la mente, causando todo tipo de desequilibrios psicológicos y aflicciones de manera que conducen a un comportamiento dañino o poco ético. Las aflicciones físicas, incluidas las enfermedades y las lesiones, causan malestar en el cuerpo, mientras que las mentales provocan malestar en la mente ya sea directa o indirectamente (a través de las acciones que nos incitan a realizar).

Todos los seres sintientes compartimos un rasgo común: deseamos liberarnos del dolor y del sufrimiento. Sin embargo, como seres humanos, poseemos una cualidad distintiva que supera a la de todas las demás especies, y es nuestra inteligencia, que nos permite buscar las verdaderas causas del sufrimiento, en lugar de limitarnos a reaccionar ante éste en sí mismo. Centrándonos, en primer lugar, en la realidad del dolor físico, sabemos que existen muchas causas externas en nuestro entorno, así como causas internas en nuestro cuerpo, que provocan dolor, y disponemos de varios métodos para abordarlas. Pero, al fin y al cabo, todos estamos sujetos al envejecimiento, la enfermedad y la muerte, por lo que, mientras estemos encarnados, es inevitable que suframos diversos grados de malestar físico.

Las causas internas y externas del malestar mental son más sutiles y difíciles de identificar. Muchas condiciones externas de nuestro entorno, nuestras interacciones sociales y nuestra salud física pueden provocar malestar mental. Sin embargo, sabemos que no todo el mundo reacciona emocionalmente de la misma manera a las mismas influencias físicas y, de hecho, podemos experimentar malestar mental incluso cuando no podemos atribuirlo a nada de nuestro entorno físico o de nuestro cuerpo. Si utilizamos el término “descontento” para englobar toda la gama de malestares mentales, desde la incomodidad leve hasta la angustia debilitante, debemos mirar más allá de las influencias externas, ya que las personas pueden experimentar un descontento extremo incluso cuando sus circunstancias vitales y su salud física son excelentes.


Desde el punto de vista fisiológico, es importante distinguir entre los síntomas específicos del dolor físico y sus causas subyacentes, es decir, las enfermedades y las lesiones. Lo mismo ocurre desde el punto de vista psicológico: formas de malestar mental tales como el desconcierto, la baja autoestima, la frustración, la agitación, la inquietud, el insomnio, el aburrimiento, la ansiedad, la inestabilidad emocional, la paranoia, las fobias, el estrés postraumático, la depresión y la apatía son síntomas de desequilibrios mentales. Pero para sanarlos, hay que buscar sus causas subyacentes, que no se encuentran externamente en nuestros entornos físicos, relaciones sociales o cerebros. Estas condiciones externas pueden contribuir al malestar mental, pero las causas primarias de nuestro descontento se encuentran internamente en aquellos procesos mentales que perturban el equilibrio de la mente.

Utilizando términos psicológicos occidentales, podemos clasificar las aflicciones mentales en cuatro categorías: cognitivas, conativas, atencionales y emocionales. El budismo atribuye la raíz de todos los kleshas a la ignorancia y la confusión, concretamente a la ignorancia y la confusión sobre la naturaleza de nuestra propia identidad y sobre las verdaderas causas del malestar mental y del bienestar genuino. Aunque cada uno de nosotros existe en interdependencia con todos los demás seres y con nuestro entorno físico, en el fondo no somos conscientes, o somos ignorantes, del significado completo y las implicaciones de esta interdependencia. Entonces, nos creemos de verdad nuestra visión ignorante y pasamos a sostener la visión engañosa de que somos autónomos y existimos de manera independiente de todos y de todo lo que nos rodea. Del mismo modo, mientras que las verdaderas causas de nuestro descontento y de nuestro auténtico bienestar residen en nuestra propia mente, por nuestra confusión, las atribuimos a influencias externas en nuestro cuerpo, relaciones sociales y entorno físico. Tales formas de ignorancia y confusión son aflicciones cognitivas, y son la raíz de todas las demás clases de aflicciones mentales.

Bajo la influencia de nuestras aflicciones mentales, incluso cuando buscamos liberarnos del sufrimiento, nos vemos impulsados por deseos dirigidos hacia el exterior para escapar de lo que erróneamente concebimos como las causas primarias de la infelicidad en nuestros cuerpos, relaciones sociales y entorno. Del mismo modo, en nuestra búsqueda de la felicidad, intentamos modificar nuestro cuerpo, relaciones sociales y entorno para que nos proporcionen placer o comodidad, pero esa felicidad —si es que se se logra— resulta ser siempre efímera y, por tanto, insatisfactoria. Todos estos deseos e intenciones, derivados de la ignorancia y la confusión, son formas de aflicciones conativas, por las que acabamos entregándonos a elecciones insensatas, que resultan ser causas de nuestra propia miseria y de la de los demás. Pensamos erróneamente que el comportamiento impulsado por tales aflicciones conativas conducirá a la felicidad, mientras que rehuimos las verdaderas causas del bienestar genuino como si no tuvieran valor.

Como resultado de las aflicciones cognitivas y conativas, en la medida en que nuestras mentes están bajo la influencia de esta búsqueda incesante y externa de la liberación del sufrimiento y la experiencia de los placeres mundanos, nuestra atención está destinada a verse crónicamente perturbada por la agitación y la distracción, o hiperactividad de la atención. Esto conduce al estrés crónico y al agotamiento, lo que, a su vez, provoca laxitud mental y pereza, o déficit de atención. Estas son formas de aflicciones de la atención.

Mientras estemos dominados por toda la gama de aflicciones mentales cognitivas, conativas y atencionales, la perturbación emocional es inevitable. La depresión, la ansiedad y el estrés son inevitables y, aunque pueden considerarse emociones perturbadoras, dentro de la psicología budista no se les considera kleshas, sino formas de duhkha, que no afectan necesariamente a la salud o el equilibrio mental fundamentales. Estas emociones perturbadoras son el resultado de las aflicciones mentales, pero no son las causas aflictivas en sí mismas. 

Además, al igual que la experiencia del dolor físico puede alertarnos sobre la necesidad de buscar una cura para la enfermedad o lesión que lo causa, en lugar de recurrir sólo a los analgésicos, la experiencia de tales tipos de malestar mental puede motivarnos a buscar y sanar sus causas internas en nuestra propia mente, en lugar de suprimir esos síntomas con fármacos o placeres sensuales y otras distracciones. Para aplicar correctamente la palabra “emoción” en su uso contemporáneo a la psicología budista, las aflicciones emocionales, que son en realidad kleshas, son aquellos procesos mentales que perturban la mente haciendo que (1) reaccione o se involucre emocionalmente de forma exagerada, (2) se retraiga emocionalmente o no responda, o bien (3) reaccione emocionalmente de forma tóxica, inapropiada o irracional ante una situación dada. Algunos ejemplos son el odio, la ira, el resentimiento, el desprecio, los celos, la crueldad y el deleite en las desgracias ajenas.

El primer paso para superar el malestar mental y el descontento es identificar sus verdaderas causas. El segundo paso consiste en aplicar remedios eficaces, primero para atenuar y, ulteriormente, para eliminar por completo las aflicciones mentales; y puesto que estas causas primarias son internas, sus remedios también han de encontrarse internamente, a través de sanar la mente mediante el cultivo de la inteligencia cognitiva, conativa, atencional y emocional. Todos ellos se desarrollan mediante la práctica de lo que los budistas llaman bhavana (pali/sánscrito), que literalmente significa “desarrollo”, “cultivo” o “producción” en el sentido de “llamar a la existencia” cualidades mentales que contrarrestan las aflicciones mentales y fomentan procesos mentales íntegros que dan lugar a un auténtico bienestar. Éste es el verdadero significado del término “meditación” tal y como se entiende en el budismo. 

Cuando equívocamente reducimos toda la gama de kleshas a “emociones perturbadoras”, en muchos casos confundimos los síntomas emocionales resultantes de las aflicciones mentales con sus verdaderas causas, que residen en las aflicciones mentales mismas. Comenzamos a llegar a la raíz de nuestro descontento sólo cuando vemos las aflicciones cognitivas y conativas por lo que son —siempre implicando una ignorancia con respecto a la realidad y luego confundiendo lo que no existe con lo que existe. Esta es la secuencia perenne de la ignorancia: simplemente no conocer la naturaleza de la realidad —lo que da lugar a la confusión— y luego crear nuestras propias ficciones y tomarlas por realidades. Las aflicciones de la atención, que son tan prevalentes en el mundo moderno, con todo su estrés y agitación, provienen invariablemente de aflicciones cognitivas y conativas, y en dependencia de éstas tres, las emociones disfuncionales, perturbadoras y a menudo no reconocidas resultantes (algunas de las cuales no son realmente kleshas) están destinadas a dominar nuestras vidas. Para encontrar la paz interior y el equilibrio emocional que todos anhelamos, debemos buscar en nuestro interior las causas fundamentales del malestar mental y arrancarlas de raíz.


B. ALAN WALLACE

Exmonje ordenado por el Dalai Lama, B. Alan Wallace es doctor en estudios religiosos y escribe con frecuencia sobre budismo y ciencia. Es fundador y presidente del Santa Barbara Institute for the Interdisciplinary Study of Consciousness (Instituto Santa Bárbara para el Estudio Interdisciplinario de la Conciencia).


ACERCA DE ESTEFANIA DUQUE (TRADUCTORA)

Estefania es licenciada en Lenguas Modernas e Interculturalidad por la Universidad De La Salle Bajío. Creció en la calidez de la comunidad budista de Casa Tibet México y actualmente cursa un Programa de Formación de Traductores de Tibetano en Dharma Sagar, con la aspiración de traducir el Dharma directamente del tibetano al español.

B. Alan Wallace

A former monk ordained by the Dalai Lama, B. Alan Wallace holds a doctorate in religious studies and writes frequently on Buddhism and science. He is founder and president of the Santa Barbara Institute for the Interdisciplinary Study of Consciousness.