Vivir en comunidad es una experiencia que impacta y transforma a todos los que la aceptan con una actitud abierta y receptiva. Así como las piedras en un río, que con la corriente se golpean y van puliendo sus superficies hasta quedar completamente lisas, también nosotros nos pulimos y suavizamos unos a otros al vivir en comunidad.
Del mismo modo que meditar no es una experiencia necesariamente agradable o placentera, vivir con otros puede ser una experiencia desafiante y muy exigente. La mayoría de las personas que buscan la meditación y el dharma budista, son personas que viven el sufrimiento intensamente y que quieren encontrar un camino para superarlo. Nadie, al iniciar este camino, tiene todos los aspectos de su vida resueltos.
Aunque la práctica de la meditación zazen es la actividad central de una comunidad Zen, estamos invitados a cultivar la misma actitud cuidadosa y atenta en todo lo que hacemos juntos: comer, trabajar, estudiar, descansar, apoyar a los otros
Vivir en comunidad requiere de mucha disciplina y de prácticas exigentes y necesarias, como es la práctica del precepto del “habla sabia”. Al compartir el día a día con otras personas, debemos tener cuidado con las palabras que usamos, de cómo y cuándo las decimos. El vivir en comunidad nos brinda una oportunidad excepcional para poner en práctica el dharma en la vida diaria. Al practicar el “habla sabia”, entrenamos la forma en que nos expresamos para así no ofender ni hacer daño con las palabras, para estar siempre dispuestos a decir lo verdadero cuando sea adecuado hacerlo, para no repetir nada de lo que no estamos seguros, pero también para aprender a dar bienestar con lo que decimos, para cultivar la paz y crear un ambiente cordial y amistoso.
Al vivir en comunidad, aprendemos también a solucionar los conflictos interpersonales a través del diálogo. Sobre todo, tratamos de estar presentes, de escucharnos completamente unos a otros, proporcionando espacios formales y seguros para conversar. Es un aprendizaje interminable y cíclico que está en constante transformación en la vida en comunidad. No juzgar, no criticar, no creerse poseedor de la verdad; esta es una práctica muy desafiante a la que nos invitan nuestros preceptos budistas.
Al vivir en comunidad ponemos la disciplina en práctica día a día, momento a momento, seguimos un horario estricto que nos ayuda a estar presentes en cada instante. A no malgastar nuestro tiempo ni el de los demás. Esta disciplina nos invita a mantener una práctica constante y a dar lo mejor de nosotros en cada una de las actividades que realizamos.
Aunque la práctica de la meditación zazen es la actividad central de una comunidad Zen, estamos invitados a cultivar la misma actitud cuidadosa y atenta en todo lo que hacemos juntos: comer, trabajar, estudiar, descansar, apoyar a los otros. Vivir en comunidad nos invita a tomar el día a día, las actividades cotidianas, como oportunidades para poner nuestra capacidad de estar atentos en acción. Un viejo adagio del Zen dice, “Cuando tengo hambre, como; cuando tengo sueño, duermo”. Eso es algo que todo el mundo hace. Pero cuando se practica con el verdadero espíritu del Zen, comer, dormir, caminar; es algo que se hace al estar presente, con atención, respeto e interés. Una cosa a la vez, paso a paso, ese es el camino de nuestra tradición. En el Zen todo puede y debe ser realizado como una práctica. No se emprende el oficio del aseo simplemente porque haya que limpiar algo sucio, sino porque al hacerlo le estamos demostrando a los espacios y a los objetos que cuidamos nuestro respeto profundo. Una expresión Zen antigua dice que “no hay nada que no sea sagrado”. Cómo nos relacionamos con los demás y con nuestro entorno, debe reflejar esta perspectiva de respeto. Tratamos con cuidado meticuloso a todas las cosas y a todos los seres porque para un practicante del dharma budista todo es sagrado.
No es fácil vivir en comunidad, pero las condiciones que vivir en comunidad nos ofrece, son muy favorables para realizar la esencia del Zen y el dharma. Apreciamos el estudio; a menudo algunas personas dedican mucho de su tiempo a estudiar las enseñanzas de los ancestros y ancestras, de maestros que nos dejaron sus palabras por escrito. Pero estudiar el Zen, estudiar el dharma budista no es un asunto de palabras, de ideas, de inteligencia verbal. El estudio y práctica de la tradición Zen, es el estudio de la vida ordinaria, de la mente de cada día, observada con la luz del asombro, el respeto y la atención.