Lion’s Roar: ¿Cuál es tu relación con el budismo? ¿Te consideras budista?
Dani Shapiro: El budismo tiene más sentido para mí que cualquier otra cosa. Cuando busco literatura espiritual, siempre, o casi siempre, es budista. Practico la meditación y a menudo escucho una de Thich Nhat Hanh sobre cómo seguir la respiración. Dura catorce minutos, y no contiene ni una palabra que no sea, a la vez, verdadera y útil.
Al mismo tiempo, es un tema complicado para mí, que me he criado en un hogar judío ortodoxo, y siempre he tenido la sensación de que las cosas o eran de un determinado modo o simplemente no eran; o había ese camino o no había camino. Y aunque ciertamente me siento judía hasta la médula, la mayor parte de mi vida adulta ha sido buscar un lugar en el que pudiera sentarme cómodamente y sencillamente estar.
Estas palabras están cargadas porque están muy sobreutilizadas, pero me considero una persona muy espiritual. Ser capaz de desvincular eso de la religión ha sido parte del trabajo de mi vida.
¿Puedes decirnos algo más sobre ese proceso de desentrañamiento?
Hace años escribí unas memorias tituladas Devotion, que trataban de mi dilema espiritual en la madurez como madre de un niño pequeño que me hacía preguntas sobre mis creencias. Fue un libro que me cambió la vida: tanto el escribirlo como darlo a conocer al mundo. Siempre había pensado, porque me habían educado para ello, que el planteamiento de tomar un poco de aquí y un poco de allá era una completa estupidez, que no estaba bien en absoluto. Una de las cosas que finalmente llegué a comprender es que en realidad es una práctica hermosa. ¿Por qué rechazar algo que funciona sólo porque procede de distintos caminos espirituales?
¿Cuál fue tu experiencia al crecer en un hogar judío ortodoxo?
Mi padre era de familia ortodoxa. Mi madre, no. Así que siempre tuvieron muchos conflictos sobre cómo criarme. Pero crecí observando el Sabbath, siendo kosher. Fui a una yeshivá hasta que llegué al séptimo grado. Hablaba hebreo con fluidez. Luego, para complicar las cosas, muchos años después descubrí que mi padre no era mi padre biológico y que, de hecho, soy biológicamente sólo mitad judía.
Descubriste que no era tu padre biológico porque, por capricho, te hiciste una prueba de ADN de ascendencia. ¿Cómo fue enterarse de que habías sido concebida gracias a un donante?
En cierto modo, por impactante que fuera, ese descubrimiento me aclaró muchas cosas. Había tenido la sensación de que no todas las piezas del rompecabezas encajaban. Siempre me es difícil encontrar palabras para esto. De pequeña, siempre me decían que no parecía que perteneciera ahí. Así que el resultado de esos comentarios fue que no sentí que perteneciera. En consecuencia, nunca sentí que hubiera un lugar para mí.
Antes de escribir Devotion, solía pensar: ¿no sería estupendo que te criaran sin nada, porque así podrías elegir sin sentir culpa ni traición? Lo que me di cuenta en el transcurso de la escritura de ese libro es que, en realidad, las personas que se crían sin nada suelen tener dificultades para apegarse a algo. No tienen un arraigo. Por mucho que no me gustara —y me rebelara en contra de— haberme criado como ortodoxa, me dio una base en la liturgia y, con el tiempo, algo de lo cual alejarme.
Sylvia Boorstein es una destacada profesora de la tradición Insight. ¿De qué manera ha sido una amiga para ti en tu camino espiritual?
Recuerdo el primer retiro en el que la conocí. De hecho, no fui por Sylvia. Fui por Stephen Cope porque nos habíamos conocido en un evento literario, y su libro Yoga and the Quest for the True Self (El yoga y la búsqueda del verdadero yo) me impresionó. Guiaba el retiro junto con Sylvia, y en cuanto ella empezó a hablar, supe que había encontrado mi hogar.
En uno de los momentos en que preguntó si alguien tenía alguna duda, mi mano se disparó. Y yo soy de las que nunca levantan la mano. Pensé: ¿qué hace mi mano al aire? Como era un retiro de meditación metta, mi pregunta para ella fue: «Cuando decimos: “que esté a salvo, que sea feliz, que sea fuerte, que viva con tranquilidad”, ¿a quién se lo pedimos?».
La pregunta era urgente para mí porque si se trataba de un rezo, no podría hacerlo. En mi mente pensé: si rezas, significa que crees en Dios, en el hombre de barba blanca del cielo; y el Dios de mi infancia era un Dios castigador, vengativo.
Sylvia ladeó la cabeza y dijo: «No tiene por qué ser algo metafísico. Simplemente es la expresión de un deseo». Pensé: oh, eso sí puedo hacerlo. Puedo transmitir estos deseos a mis seres queridos, a desconocidos que me resultan familiares, a personas con las que tengo dificultades, a todos los seres vivos. Ese fue para mí el comienzo de una nueva perspectiva.
Tu nuevo libro, Signal Fires, no es abiertamente budista, pero parece estar impregnado de budismo.
Estoy de acuerdo. Se le ha descrito como mi obra más espiritual, lo cual es interesante porque es una novela, y he escrito obras de no ficción que son mucho más abiertamente espirituales.
¿Cuáles son algunos de los conceptos espirituales con los que trabajaste en Signal Fires?
Estuve pensando mucho sobre el tiempo, la muerte y la energía. La estructura de la novela no es cronológica, sino que se mueve en el tiempo. Era la única manera de contar una historia sobre la sensación que tengo de que quienquiera que hayamos sido y lleguemos a ser siempre estará vivo dentro de nosotros. Me parece una idea muy reconfortante, y otorgué algo de ese pensamiento a varios de mis personajes.
También pensé mucho en el lugar. Si algo trágico ha ocurrido en un lugar determinado, ¿sigue existiendo de alguna manera en ese lugar, décadas después, siglos después? Caminamos por calles y senderos y por lugares donde han sucedido cosas profundas. ¿Absorbemos eso? Yo siento que sí. Quería encontrar la manera de plasmarlo en una obra literaria.
ESTEFANIA DUQUE (TRADUCTORA)
Estefania es licenciada en Lenguas Modernas e Interculturalidad por la Universidad De La Salle Bajío. Creció en la calidez de la comunidad budista de Casa Tibet México y actualmente cursa un Programa de Formación de Traductores de Tibetano en Dharma Sagar, con la aspiración de traducir el Dharma directamente del tibetano al español.