Si, como dijo Lord Acton, «el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente», ¿qué debemos pensar del poder espiritual?
Los monarcas y dictadores se limitan a controlar la vida de las personas en este mundo. Para los creyentes, las autoridades espirituales tienen poder sobre su destino para toda la eternidad. Si seguimos lo que dicen, podemos ir al cielo o alcanzar la iluminación. Y si no lo hacemos, podríamos ir al infierno o sufrir sin fin en el samsara. A ello se añade el atractivo de los conocimientos especiales y la promesa de salvar el mundo. Eso es mucho poder.
Por supuesto, el poder espiritual debe ser ejercido por personas virtuosas, sabias, amables, dedicadas al bienestar de los demás, ejemplares de su tradición espiritual. Esa es tanto la esencia de su autoridad como la garantía de que no se abusará de ella.
La realidad, como ya sabemos, es otra. En todo caso, la autoridad espiritual puede ser más fácil de abusar que otras formas de poder. El papel de sabio y virtuoso es bastante fácil de representar, sobre todo cuando se refuerza con un título y un atuendo especial, y la gente está demasiado dispuesta a aceptarlo debido a su profunda hambre espiritual.
Requerimos transparencia, protección y autoconciencia para garantizar que no se haga un mal uso de este poder beneficioso.
Se abusa del poder espiritual por muchas razones —riqueza, prestigio, gratificación sexual, adulación o simplemente por el poder en sí, porque esa es la divisa última del ego— y existe un espectro de manifestaciones.
El abuso del poder espiritual puede producirse a nivel individual, desde los abusadores manifiestos, como los destacados maestros budistas que han sido denunciados por explotar sexualmente a sus alumnos de forma sistemática, hasta personas relativamente normales que exteriorizan sus también relativamente normales neurosis.
Puede ser institucional, colocando la reputación y el poder de la iglesia o la comunidad por encima de la justicia y las necesidades de las víctimas mediante el silencio o la negación.
Puede ser social y sistémica, reforzando los modos de dominación como el sexismo y el racismo.
Ésos son los peligros del poder espiritual, y son sumamente reales, como sabemos por amarga experiencia. Sin embargo, la base de ese poder —el papel de maestro, mentor, guía, modelo— es una parte esencial del trayecto humano.
La sabiduría y el conocimiento deben transmitirse. Necesitamos ver ejemplos de crecimiento espiritual para creer realmente en su posibilidad. Las personas sabias que tienen compasión pueden ayudarnos a ver tanto nuestros kleshas como nuestra naturaleza iluminada. Necesitamos estas cosas, pero también transparencia, protección y autoconciencia para garantizar que no se haga un mal uso de este poder beneficioso.
Tuve el honor de moderar el foro aquí descrito. Se celebró en el Rubin Museum of Art de Nueva York y en ella participaron tres destacadas maestras budistas. Las tres están íntimamente familiarizadas tanto con la promesa como con el peligro del poder espiritual. Como antiguas alumnas de las principales comunidades budistas, se han beneficiado de la sabia orientación de los maestros, y también han visto de cerca las muchas formas en que se puede abusar de la autoridad y la jerarquía en las sanghas budistas. En la actualidad, todas ellas son destacadas maestras por derecho propio, que exploran nuevas formas de comunidad y nuevas maneras de manifestar el poder espiritual.
Como budistas, unámonos a ellas en la creación de un nuevo —y a la vez atemporal— paradigma de poder espiritual, uno con menos peligros y lleno de promesas.
—Melvin McLeod, Editor en jefe
Gina Sharpe: Puede que no queramos hablar de autoridad o poder, pero es el elefante en la habitación, ¿no? Si no hablamos de ello, lo abusamos, porque somos inconscientes. El silencio es tóxico y dañino. Los alumnos empiezan a perder la confianza en su propia intuición; ven que algo sucede con el maestro y piensan que hay algo mal en su percepción y no en el maestro. Bailamos en ese filo todo el tiempo.
He presenciado abusos de poder, no tanto una conducta sexual inadecuada por parte de los maestros, sino otros tipos de abuso. Prefiero no hablar de ello sólo en términos del abuso sexual, porque entonces pasamos por alto una cuestión más amplia sobre cómo se ejerce el poder y la negligencia sistémica que supone no educar a las personas sobre el poder y formarlas para que lo utilicen adecuadamente.
Yo practico en la tradición Theravada, que es fundamentalmente una tradición monástica, y muchos de los tipos de abuso de los que estamos hablando ahora probablemente estaban ocurriendo pero tras bambalinas, así que yo no sabía nada de ellos. Pero lo que he notado en términos de poder —tanto en su uso como en su abuso— es que, debido a que la tradición Theravada fue traída aquí por laicos, el uso del poder no es algo que haya sido realmente consciente en nuestra formación.
Soy maestra en un programa de formación, y el poder es uno de los temas que considero increíblemente importantes, porque queda implícito y es invisible. Históricamente, hemos tenido una negligencia sistémica al educarnos sobre el uso del poder, de ver el poder que se nos confiere cuando tenemos autoridad como maestros, y de aprender a utilizarlo realmente de forma benévola en lugar de tóxica.
Enkyo O’Hara: El budismo Zen siempre se ha visto afectado por cuestiones complejas de poder. La principal forma en que el Zen las aborda es a través de koans e historias, que son realmente de naturaleza dialógica. Si los lees, siempre tratan de una confrontación y trabajo de poder que el maestro y el alumno realizan juntos. En lugar de que el maestro se limite a impartir las enseñanzas, siempre hay una especie de discusión. Sin embargo, el maestro casi siempre gana. ¡Atesoramos los koans donde no es así!
El Zen de los años setenta y ochenta en Estados Unidos se vio influido por la revolución sexual y el ethos contracultural, así que no se trataba de una tradición ancestral, sino que reflejaba lo que ocurría en la cultura de la época. Decidí ir a un monasterio al norte del estado de Nueva York porque quería encontrar un método, una forma de practicar.
Mi maestro era estadounidense. Yo sabía que tenía autoridad —era un sensei— y, sin embargo, veía que en muchos aspectos era un hombre herido. Pensé que era maravilloso que, a pesar de ello, decidiera compartir la tradición. Así que pude seguir su forma de hacer las cosas sin sentirme víctima de su poder… hasta que sucedió.
En mi caso, no fue algo sexual. Fueron acciones inapropiadas que tuvo con otros miembros de la sangha. Lo dejé y me fui a estudiar con Maezumi Roshi en California, que entonces era muy suave y dulce porque ya había pasado por terribles escándalos de alcoholismo y de acostarse con personas, y en ese entonces ya estaba con su mujer y no bebía más. Era japonés, así que había mucha idealización, pero aprendí mucho de él. Pude ver que él también era un hombre herido. Por lo tanto, nunca pensé realmente que, si practicaba el Zen, sería, de algún modo, perfecta. En Japón, todo el mundo sabe que los maestros no son seres iluminados sentados en una nube, sino personas comunes y corrientes, o personas heridas.
Tras la muerte de Maezumi Roshi, mis dos últimos años de estudio antes de ser autorizada como maestra fueron con Bernie Glassman, otro maravilloso maestro Zen que fue uno de los sucesores de Maezumi Roshi. Con Roshi Glassman, yo diría que su uso del poder conmigo era que yo trabajaba mucho para él. Su uso del poder, si era de algún modo negativo, habría sido eso. Pero también aprendí mucho.
Esos tres maestros se casaron con alumnas suyas. Eso no escandalizó a la gente de la época; de nuevo, eran tiempos de revolución contracultural y sexual. En ese entonces se permitían muchas cosas que hoy ya no se permiten porque nos hemos dado cuenta de que, en realidad, son muy perjudiciales.
Pilar Jennings: El sendero del Mahayana es muy devocional, hay algo muy centrado en el corazón en ese devocionalismo que me atrajo. Tal vez debido a que soy introvertida, observé muchas sanghas y maestros diferentes antes de encontrarme inmersa en un linaje concreto y trabajar estrechamente con un maestro.
Durante ese tiempo, también me estaba formando para ser psicoanalista. Fue interesante para mí, mientras me formaba para convertirme en analista clínica, estar tan inmersa en esta tradición que animaba a los practicantes a ver a nuestros maestros como un buda, a sentir realmente la reverencia, la profunda devoción. Estaba leyendo mucha literatura clínica que hablaba de esos anhelos humanos de un otro poderoso e idealizable. Así que a menudo analizaba de forma encubierta a los miembros de mi sangha, así como mi propia dinámica con mi maestro. Debo decir que me siento muy afortunada de que, aunque mi maestro se criara en una cultura budista y, por tanto, no tuviera una orientación psicológica, yo pudiera experimentarlo como una persona con mucha curiosidad por la psicología. Preguntaba cosas como, ¿qué ocurre con Freud? ¿Y qué pasaba realmente entre Freud y Jung?
A veces decía cosas que me resultaban irritantes, por ejemplo, que una vez que alguien está realmente comprometido con el dharma, algo como la terapia debe ser irrelevante. Yo no lo veo así, y tampoco lo vi así en su momento. Yo consideraba que podíamos abordar la relevancia de ambos enfoques para la condición humana.
Enkyo O’Hara: En realidad no sé lo que es la autoridad espiritual, pero tiene que ver con alguien que estudió arduamente y practicó durante muchos años, que se ha topado con todos estos fantasmas y lugares espantosos y puede decir: «¡Cuidado ahí! Ve por aquí, lee esto, considera esto». También se trata de ocuparse de los aspectos empresariales para garantizar que haya un lugar donde la comunidad pueda practicar. Para mí, esos son los usos de la autoridad espiritual.
El abuso de la autoridad espiritual ocurre en todo tipo de formas interpersonales—no es sólo sexual. Existe el abuso de dinero, existe el abuso del tiempo de la gente. Sabes, realmente tienes que observar para ver quién limpia los suelos en el zendo constantemente. ¿Qué sucede ahí? ¿Estamos abusando de esa persona? Tenemos que ser conscientes sobre lo que está ocurriendo. También se puede abusar económicamente de la gente: hay muchos antecedentes de ello.
Pilar Jennings: En el trabajo analítico, hablamos de la necesidad de la asimetría, de que el terapeuta sea responsable de cómo va avanzando un tratamiento. Pero también reconocemos que es muy importante, en cualquier díada de sanación, sentir que somos compañeros de viaje, que ambos somos humanos, que ambos sufrimos, que ambos luchamos. Ninguno de los dos lo tiene todo resuelto y, sin embargo, es necesaria cierta asimetría: que alguien tenga cierta conciencia, cierto conocimiento, cierta formación, cierta responsabilidad. Se trata de un uso generativo del poder: sólo es cuestión de cómo se ostente. Como decía Enkyo, cuando se ostenta con habilidad, normalmente la idea es ayudar al otro a localizar recursos sanadores y poder internamente. La dificultad estriba cuando se explota la asimetría, lo que puede ocurrir fácilmente, pero no por razones aleatorias. Creo que podemos entender muchas cosas sobre por qué puede explotarse esa asimetría, y también sobre cómo no tiene por qué ser así. He necesitado a mis maestros, que saben más que yo, para sentir que hay un lugar a donde puedo ir que es sanador, y para inspirarme.
Sólo necesitamos maestros suficientemente buenos, con límites y que utilicen su poder con sabiduría.
Gina Sharpe: Cuando hablamos de la relación personal entre un maestro y un alumno, es importante recordar que funciona dentro de un sistema. Lo que estamos viendo estos días, sobre todo con los escándalos particulares que están ocurriendo, es la falta de un sistema para hacer frente a las desigualdades en las relaciones, lo que puede conducir a abusos.
La tradición Insight de hoy en día llegó a Estados Unidos en los años setenta, por lo que aún es muy nueva, y quienes la trajeron eran en su mayoría veinteañeros. Ni siquiera creo que sus cerebros ejecutivos estuvieran aún plenamente desarrollados. Habían ido a la India, Tailandia y Birmania, y practicaban allí y se entusiasmaron con ello, lo cual es hermoso. Cuando volvieron, establecieron centros que eran básicamente lugares hippies. Todo el mundo estaba enamorado de la práctica. Traían monjes de Asia que dirigían largos retiros y la gente se sentía inspirada durante éstos. Sin embargo, no se reconocía que la autoridad espiritual conlleva poder y que, como somos humanos, es fácil abusar de él y hacer daño a la gente.
La responsabilidad de un maestro es profunda; es un enorme privilegio que un alumno te pida que le guíes.
Ejerzo la abogacía, así que me interesa mucho la integridad estructural. Uno de los problemas más profundos que tenemos es que en nuestras estructuras de enseñanza se habla muy poco del hecho de que el maestro está investido de todo este poder, y aunque puede ser de enorme ayuda, también tiene la capacidad de ser enormemente perjudicial. ¿Cómo lo ostentamos nosotros los maestros, y qué ocurre si cometemos un error y perjudicamos a los alumnos? ¿Qué hacemos entonces?
Algunas de las instituciones de mi tradición, Spirit Rock en particular, tienen lo que llamamos un consejo de ética y reconciliación al que puedes acudir si sientes que un maestro te ha hecho daño. Pero todavía se habla muy poco de lo que significa ser maestro y de cómo sostener este anhelo en el alumno con mucha delicadeza, como si tuviéramos el corazón de alguien en nuestras manos. ¿Qué significa tener el poder de orientarlo o de ayudar a orientarlo? ¿Qué significa tener el poder de escuchar profundamente a alguien que ha sido herido por otro maestro? ¿Cuáles son las habilidades que hay que desarrollar para poder gestionarlo de manera que no cause más daño?
La responsabilidad de un maestro es profunda; es un enorme privilegio que un alumno te pida que le guíes. Nosotros, como maestros, tenemos la responsabilidad de investigar qué significa tener este poder y cómo utilizarlo de forma que no sea perjudicial.
Enkyo O’Hara: En la Sangha de White Plum, que cuenta con varios centenares de centros Zen en Europa y Estados Unidos, todos estudiamos estas cuestiones, tanto en lo que se refiere a nuestro propio uso del poder como a la hora de autorizar a nuevos maestros.
Es un momento emocionante: la gente está mucho más concienciada gracias al movimiento #MeToo y otros más. Muchos centros de dharma de las tradiciones Vajrayana, Theravada y Zen están estableciendo códigos éticos. Tenemos defensores de los derechos humanos. Tenemos todo tipo de técnicas nuevas que estamos intentando reunir, y estamos empezando a ofrecer enseñanzas de esta manera, sobre todo a aquellas personas que reconocemos que podrían llegar a ser maestros dentro de cinco años, así que es mejor que se incorporen ahora.
Estoy completamente de acuerdo en que los problemas son sistémicos, y creo que estamos progresando, pero tenemos que seguir prestando atención. Individualmente, como profesionales, debemos preguntarnos: ¿Cómo estoy? ¿Cuál es mi relación con el poder? Y como maestro, es muy importante ser modesto y permitir que la gente conozca tus defectos. En casi todas las enseñanzas de dharma que doy, hago alguna broma ridícula sobre cómo he vuelto a meter la pata, gritando al portero o lo que sea, para que los alumnos no empiecen a idealizarme, o al sendero. Creo que eso es importante.
Gina Sharpe: En mi formación como maestra, no había nada sobre el tema del poder: ni conversaciones, ni lecturas, ni reflexiones. Así que me esfuerzo, como siempre dice mi maestro, Jack Kornfield, por crear la formación que me gustaría haber tenido. En la actual formación de maestros también hablamos del poder e incluimos en la conversación a personas que no son necesariamente budistas, pero que realmente saben mucho sobre el poder.
Enkyo O’Hara: Hemos estado utilizando un grupo cristiano, Common Boundaries, que enseña sobre límites a sanghas e individuos. Han sido geniales.
Pilar Jennings: Se siente como si estuviéramos en un proceso de maduración como budistas estadounidenses. Me ha llamado la atención, Enkyo, tu referencia a cómo haces saber habitualmente a tus alumnos que tú también regañas a veces al portero. Muestras tu humanidad. Heinz Kohut, el fundador de la psicología del yo, escribió maravillosamente sobre cómo cuando somos niños muy pequeños, una forma de cultivar un sentimiento de seguridad es sentirnos conectados de forma segura a un otro idealizable todopoderoso, pero que el llamado cuidador o padre «suficientemente bueno» ofrece lo que él llamó «frustraciones óptimas». Las frustraciones no traumáticas óptimas permiten al niño ver la humanidad de sus padres de forma fraccionada y digerible. Creo que los maestros de dharma más diestros lo hacen de forma intuitiva, para ayudar al alumno a madurar y también para tolerar la humanidad y la subjetividad del maestro. Sin eso, el alumno podría estar pidiendo al maestro algo que el alumno necesita encontrar internamente o en otras relaciones sanadoras. Las fantasías pueden movilizarse para encontrar una confluencia segura que el alumno puede no haber tenido nunca.
Muchos de nosotros nos sentimos atraídos por el dharma debido a un dolor o trauma psicológico previo. Me gustaría ver una forma de apoyar las díadas espirituales que puedan explorar la fantasía que puede estar surgiendo en el alumno y arrastrando al maestro. Se requiere mucha maduración para que el alumno reconozca finalmente que el maestro representa, para él, un otro idealizable, y para que sea capaz de reflexionar sobre sus propios traumas o historia relacional que alimentan la necesidad de que el maestro sea tan idealizable.
Gina Sharpe: Suena peligroso.
Pilar Jennings: Hay que hacerlo despacio, poco a poco.
Enkyo O’Hara: Lo que acabas de decir es muy poderoso. Todos idealizamos, es muy fácil hacerlo. Y como es sólo un ideal, no es algo real. El budismo tiene la fantasía de que todo será perfecto y de que yo seré «parte de un todo», además de que tendré éxito. Pero es tan sólo una fantasía. Y si no se detecta, se incrusta en la psique. Es entonces cuando el maestro se justifica por un comportamiento que no es apropiado, ya sea sexual o relacionado con el dinero o el trabajo: cualquier tipo de apropiación del otro.
Gina Sharpe: Y eso conduce a la desviación espiritual. Hay tradiciones en las que se considera que el maestro está iluminado, haga lo que haga. Los alumnos, sobre todo si han sido llamados a realizar trabajos especiales o a ser alumnos especiales del maestro, se quedan embelesados. La desviación espiritual de lo que hace el maestro para «iluminarlos» —por muy perjudicial o indignante que sea— queda excusada.
Pilar Jennings: Puede ayudar saber que, cuando niños, asumimos la carga de la maldad. Esta era la idea de Fairbairn de que, como necesitamos sentir que estamos en conexión con alguien que puede cuidarnos, no podemos tolerar realmente ver la sombra en nuestro cuidador. Eso se puede recrear con nuestros maestros y mentores espirituales muy fácilmente. Si tenemos enseñanzas que amplifiquen esto —la enseñanza de la sabiduría loca, por ejemplo—, podemos exprimir esa necesidad temprana de ver sólo lo bueno de un cuidador por todo lo que vale.
Enkyo O’Hara: La pregunta es, ¿cómo disolver esa fantasía, esa idealización? Es muy importante que la figura de autoridad espiritual de una comunidad sea capaz de detectarlo y también que la comunidad sea capaz de detectarlo entre sus miembros, para que se convierta en parte de lo que la gente habla. Entonces no es: «Oh, mi maestro es tan genial», independientemente de lo que haga. En vez de eso, es «Vaya, me he sorprendido a mí misma pensando que ella hizo esto porque estaba muy iluminada, pero, en realidad, simplemente se le cayó la taza».
No son sólo los maestros, sino la sangha la que tiene que dar un paso adelante y ayudarse mutuamente.
Todos idealizamos e inventamos todo tipo de historias. Creo que ha llegado el momento de que la sangha también asuma su responsabilidad. No son sólo los maestros, sino la sangha la que tiene que dar un paso adelante y ayudarse mutuamente, y crear normas, declaraciones éticas, etc., que se cumplan. La concientización de todos marcará una gran diferencia para este budismo posmoderno en el que estamos trabajando.
Gina Sharpe: Hace muchos años, cuando el Dalai Lama vino por primera vez a Estados Unidos, alguien del público le preguntó: «¿Cómo encuentro un maestro?». Se detuvo a pensarlo un momento y luego dijo: «Bueno, cuando lo encuentres, obsérvalo durante quince años». Y todos se rieron. Continuó explicando que teníamos que ver al maestro tanto por delante como por detrás del telón: ver cómo es su vida familiar y, desde luego, como maestro; pero también mirar detrás del telón para ver cómo trata a los demás y qué cosas hace. Eso se me quedó grabado, y a menudo pienso en ello cuando me sorprendo haciendo cosas que preferiría que mis alumnos no me vieran hacer.
Hoy en día es aún más importante, teniendo en cuenta todo lo que tenemos entre manos, que no sólo no idealicemos al maestro, salvo en la medida en que pueda ser útil para nuestro trayecto, sino que también titubeemos a la hora de otorgarle ese poder o autoridad hasta que no haya sido plenamente examinado.
Pilar Jennings: Es algo compasivo de hacer, ¿no? Observar sin recelo, cuidar la experiencia del maestro. El dharma también consiste en cuidarnos los unos a los otros y hacer todo lo posible por reducir el sufrimiento, y muchos maestros sufren en privado porque hay muy poco espacio para que su subjetividad quede a la vista. A menudo he deseado que hubiera formas de ayudar a las sanghas a respetar profundamente a sus maestros y, al mismo tiempo, dar cabida para que se conozca y se atienda el sufrimiento del maestro.
Gina Sharpe: Y es conciencia lo que estamos enseñando.
Pilar Jennings: Sí, conciencia libre de juicios.
Gina Sharpe: Bueno, no sé si libre de juicios. Cuando observas a un maestro durante quince años, creo que se te permite un poco de juicio.
Público: Han mencionado la responsabilidad de la sangha en su conjunto y también de los alumnos para dar cabida al sufrimiento del maestro. Me pregunto por esa responsabilidad en relación con la humildad. En la tradición tibetana, se espera que el alumno se acerque al maestro con humildad: si no me acerco al maestro con humildad, no aprenderé tanto. Entonces, ¿cómo equilibrar la parte de la humildad, reconociendo, al mismo tiempo, la imperfección del maestro?
Enkyo O’Hara: Parte de nuestra labor como maestros consiste en mostrar nuestra humanidad y reconocer nuestras imperfecciones, en dar ejemplo de humildad. Eso disminuye la idealización de la que hablamos. Los maestros también tienen que sentir que no están por encima de la sangha, sino que forman parte de ella. Es que a veces tienen un papel determinado, y ese papel es ofrecer las enseñanzas.
Pilar Jennings: Pero entiendo a lo que te refieres. Como miembro de la sangha, puede resultar muy atrevido, sobre todo si el maestro es un gurú venerado, preguntar por su bienestar personal. De alguna manera, puede parecer mutuamente excluyente de la humildad que quieres encarnar. Pero ésta puede ser una forma interesante de discernir durante esos quince años. ¿Es capaz este maestro de ofrecer una visión de su humanidad? Su Santidad el Dalai Lama siempre dice: «Sólo soy un simple monje», que es el ciego guiando al ciego. Los mejores maestros lo hacen todo el tiempo. Cuando no lo hacen, es algo que hay que tener presente.
Gina Sharpe: Es una arista interesante: el maestro está modelando las cualidades de una mente despierta, pero también debe hacerlo con humildad. Pareciera una paradoja, pero es, de hecho, algo sumamente armonioso. Tenemos cierta confianza en el dharma y en nuestras prácticas como practicantes, y al mismo tiempo hay una total humildad al abordarlo.
Público: En algunas tradiciones, los maestros pueden tomar preceptos de renuncia, como el celibato o no manejar dinero. ¿Cree que puede tener un efecto protector sobre maestros y alumnos?
Gina Sharpe: Sin duda forma parte de mi tradición, que tiene sus raíces principalmente en una tradición monástica. Los monjes toman votos de celibato. Pero si nos fijamos en los abusos sexuales en la Iglesia Católica, por ejemplo, creo que hay que plantearse si exigir el celibato es útil, porque las normas del celibato conllevan mucho secretismo y vergüenza. Las cosas se distorsionan de muchas maneras.
En lo que respecta al manejo del dinero, cuando tengo un monje alojado en mi casa, es incómodo llevarlos del aeropuerto a la casa y viceversa sin que manejen dinero. Alguien tiene que ir con ellos para tramitar todos los asuntos. Yo no estoy muy convencida de ello. Creo que hay una hermosa conversación que mantener sobre si sigue siendo una herramienta útil.
Pilar Jennings: También pertenezco a una tradición monástica, así que puedo apreciar el poder y la belleza de trabajar conscientemente con partes muy fuertes de nuestra condición humana, como la sexualidad, y transformarla o sublimarla para el bien de todos los seres sensibles. Pero hay muy pocas personas que puedan hacerlo con sabiduría. A la psique no le gusta sentirse dividida, así que tener que separar la sexualidad —no estoy sugiriendo que todos los monásticos lo hagan, pero algunos sí—eso es mucho por contener. Estoy de acuerdo con Gina: necesitamos mantener una conversación activa sobre ese proceso, esa elección.
Gina Sharpe: También está en la raíz de gran parte de la misoginia en el budismo. Mi cuerpo me dice que algo va mal cuando los cuerpos de la mitad de la población se consideran sucios o impuros. De hecho, la misoginia forma parte de la tradición según la cual las monjas caminan detrás de los monjes, sin importar su antigüedad. Si esto es a lo que conduce, vale la pena examinarlo.
Saben, las célebres últimas palabras del Buda fueron: «Sé una luz para ti mismo y esfuérzate con atención». Es la última instrucción que dio. Sin embargo, de muchas maneras, fomentamos la credulidad de nuestros alumnos, para que no vean lo que tienen delante de los ojos en cuanto al comportamiento del maestro. Para mí, «Sé una luz para ti mismo» es una instrucción poderosa e importante.
Público: Todas ustedes han hablado de cómo podríamos cambiar la naturaleza de la relación entre un alumno y un maestro para quizás disminuir el poder que conlleva. Aun así, ¿no es inevitable que se produzcan abusos si el poder que se otorga a alguien es demasiado grande, sobre todo cuando está la devoción de por medio?
Gina Sharpe: Lo que señalas es la complejidad de necesitar orientación. Si estamos a oscuras, tenemos que encender un interruptor en lugar de intentar buscar a tientas en la oscuridad. Esa es la función de un maestro. Entonces, ¿nos quedamos en la oscuridad y esperamos que de algún modo se encienda la luz y encontremos lo que buscamos? ¿O resultará más eficaz contar con alguien que nos guíe, mientras tomamos en cuenta las etiquetas de advertencia del envase?
Puedes ser devoto de quien sea y tener una capacidad reflexiva que te ayude a ver una verdad más completa.
Pilar Jennings: No creo que la devoción y el pensamiento crítico sean mutuamente excluyentes. Puedes sentir devoción hacia quien sea —tu pareja, un querido amigo, tu maestro— y tener una capacidad reflexiva que te ayude a ver una verdad más completa sobre con quién te relacionas y lo que ocurre entre los dos. Una forma de discernir la salud relativa de la relación es ver si es posible cierta reciprocidad. ¿Puede la devoción cambiar y crecer con el tiempo? ¿O se queda en esa etapa más infantil —y no lo digo de forma peyorativa— sino en esa etapa de desarrollo más temprana?
Público: En algunos centros, el modelo organizativo está muy distribuido: hay un grupo fuerte de maestros que son a la vez íntimos entre sí y con la sangha. La mayoría de las historias de abuso de poder parecen provenir de aquellos centros que tienen un modelo más jerárquico, con una persona al mando. ¿Qué efecto podría tener el cambio de modelo organizativo en el uso o abuso de poder?
Enkyo O’Hara: La enseñanza en equipo, o tener más de un maestro en una sangha, es algo maravilloso. Reequilibra las energías. Incluso cuando hay otro maestro en la sala pero no está enseñando, está ahí para ver si algo no va bien y ayudar a solucionarlo. Pero aun así, nos queda trabajo por hacer. Tenemos que estudiar la forma de tener un defensor de los derechos humanos o un grupo que pueda escuchar los problemas que surjan. Eso es muy importante.
Gina Sharpe: En Spirit Rock tenemos un consejo en el que se pueden plantear ese tipo de cuestiones. El consejo está formado por maestros, miembros del comité y miembros de la comunidad. Lo que me preocupa es que los maestros tienen un poder desmesurado, por lo que puede ser un riesgo presentar una denuncia contra un maestro, y no estoy haciendo ninguna acusación: sólo me preocupa.
Si observamos cómo han crecido nuestras comunidades de dharma, los maestros fueron los fundadores y luego se convirtieron en miembros del comité, por lo que su autoridad es, en muchos sentidos, incuestionable. Mi mente de abogada dice que hay estructuras que se pueden poner en marcha en las que la gente se recusa a sí misma, por ejemplo. Pero no sé hasta qué punto somos sofisticados como organizaciones de dharma a la hora de articular estos complejos sistemas. Esperemos crecer y mejorar con el paso del tiempo.
Pilar Jennings es psicoanalista y maestra de budismo tibetano del linaje Sakya. Es profesora visitante en el Union Theological Seminary y en la Universidad de Columbia, así como miembro del profesorado del Nalanda Institute for Contemplative Science. Imparte numerosas clases sobre la integración de modalidades budistas con un enfoque psicoanalítico, examinando el impacto del racismo en los niños, del narcisismo en cuestiones medioambientales, etc. Su libro To Heal a Wounded Heart es una memoria psicoanalítica sobre su entrada en el trabajo como analista clínica budista.
Roshi Pat Enkyo O’Hara, es la fundadora del Village Zendo de Nueva York, así como maestra fundadora de la Zen Peacemaker Order, que comenzó con la visión de Bernie Glassman, de quien recibió la transmisión del dharma. Es doctora en ecología de los medios de comunicación y durante muchos años enseñó nuevas tecnologías mediáticas en la Tisch School of the Arts de la Universidad de Nueva York. Es autora de Most Intimate: A Zen Approach to Life’s Challenges.
Melvin McLeod es editor en jefe de Lion’s Roar.
Gina Sharpe nació en Jamaica y emigró a Nueva York de niña. Tras una exitosa carrera en el gobierno, la industria cinematográfica, la filantropía y el derecho, cofundó el New York Insight Meditation Center en 1997, donde dirigió su sangha People of Color y fue su guía hasta 2017. Miembro del Consejo de Maestros del Spirit Rock Meditation Center, dirigió, junto con Larry Yang, Lila Kate Wheeler y Rachel Bagby, la formación de maestros de dharma más diversa de la historia de Spirit Rock, que concluyó en septiembre.
ESTEFANIA DUQUE (TRADUCTORA)
Estefania es licenciada en Lenguas Modernas e Interculturalidad por la Universidad De La Salle Bajío. Creció en la calidez de la comunidad budista de Casa Tibet México y actualmente cursa un Programa de Formación de Traductores de Tibetano en Dharma Sagar, con la aspiración de traducir el Dharma directamente del tibetano al español.