Miedo y valentía: Lo que enseñan los budistas

Mucho de nuestro sufrimiento -como individuos y como sociedad- es causado por el miedo. De hecho, de acuerdo al budismo, el miedo se ubica en la mera raíz del ego y del samsara. Cuatro maestros budistas sobresalientes discuten la práctica vital de trabajar con nuestros miedos.

Judy Lief  •  John Daido Loori  •  Robert Thurman  •  Sylvia Boorstein  •  Traleg Rinpoche
11 January 2021

Empezar en el camino del miedo y la valentía

Por Judith Lief

Es de mucha ayuda el explorar cómo podemos trabajar con el miedo desde el punto de vista del camino, del viaje del estudiante. ¿Cómo transitamos el camino del miedo? El miedo no es un asunto trivial. En muchos modos restringe nuestras vidas; nos aprisiona. El miedo también es una herramienta para la opresión. Debido al miedo hacemos muchas cosas dañinas, tanto individualmente como colectivamente, y la gente que está hambrienta de poder sobre otros saben y explotan esto. Se nos puede llevar a hacer cosas a través del miedo.

El miedo es algo muy mañoso. A veces ponemos una pretensión de virtud, pero en realidad nos da miedo ser malos. ¿Son nuestras acciones buenas una verdadera virtud o sólo miedo? El miedo también nos impide alzar la voz cuando sabemos que debemos hacerlo. El miedo es a menudo lo que hace que la gente abandone el camino del dharma. Cuando las cosas se empiezan a poner más profundas, más allá de la superación personal, muchos se encuentran con el miedo y dicen, “Este camino no es para mí”.

La causa esencial de nuestro sufrimiento y ansiedad es nuestra ignorancia de la naturaleza de la realidad, y el empeñarnos en desear y aferrarnos a algo que es ilusorio. A esto se le refiere como ego, y la gasolina del vehículo del ego es el miedo. El ego crece con el miedo, así que, a menos que resolvamos el problema del miedo, nunca vamos a entender o encarnar ningún sentido de ausencia de ego o de no-yo.

El miedo tiene dos extremos. En un extremo nos congelamos. Estamos petrificados, literalmente, como una roca. En el otro extremo, nos apanicamos. ¿Cómo encontramos el camino a través de estos extremos?

Tenemos nuestros miedos cotidianos concientes -de algún momento de peligro, un accidente, un mal diagnóstico de salud. Pero también hay una corriente subterránea de miedo, la cual es muy relevante para los practicantes. Esta corriente subterránea de miedo acecha por detrás de muchos de nuestros hábitos. Es por eso que es tan duro el sólo sentarse quieto o estar de pie sin moverse, o esperar en una cola -no hacer nada en particular- sin sentirse nervioso o inquieto. Tenemos miedo de estar quietos. 

¿Por qué alegamos tantos pensamientos todo el tiempo? Nos sentamos y tratamos de aquietar la mente, pero ésta sólo retumba una y otra vez, produciendo grandes cantidades de pensamientos, pequeños y grandes, de color rosa y amarillo, blandos o viscosos. ¿Por qué? Es por esta corriente subterránea de miedo. Es como si tuviéramos que mantener las cosas moviéndose. Tenemos que mantenernos distraídos a un nivel fundamental. Tenemos que mantener nuestro momentum yendo hacia adelante, porque da mucho miedo pensar en que se detenga. Una vez que tenemos separación y dualidad, tenemos que mantener el momentum. El problema con el ego y la dualidad es que, en cierto nivel sabemos que es una farsa, pero tenemos que mantenerla. Así que parte de la corriente subterránea de miedo es el miedo a ser encontrados, de ser expuestos como un impostor gordo y feo que está creando una ilusión sólida con sólo aire.

El miedo tiene dos extremos. En un extremo, nos congelamos. Estamos petrificados, literalmente como una roca. En el otro extremo, nos apanicamos. Corremos de un lado a otro como maníacos y nuestra mente se pone en modo hiper-impulso. Congelarse o apanicarse. Congelarse o apanicarse. ¿Cómo encontramos el camino a través de estos extremos?

Hay muchas etapas en el camino del practicante en las que se trabaja con el miedo, pero es muy importante saber en dónde empieza este camino, para que podamos empezar con el pie derecho. Al punto de inicio se le llama el camino angosto, en donde tú ves de frente a tu propia experiencia. Tú examinas el miedo y lo disectas en sus componentes. ¿En dónde surge? ¿Cuál es la sensación cuando estás asustado? ¿Qué tipo de pensamientos corren en tu mente cuando estás en un estado de miedo? ¿Cuál es tu patrón particular? ¿Te apanicas? ¿Te congelas? ¿Te pones muy ocupado y tratas de arreglarlo todo? ¿Te enojas? En esta etapa del camino, tratas de entender tu experiencia, intenta desmenuzarla.

Para hacer esto, ayuda el ver las cosas a medida que surgen -antes de que crezcan en toda su extensión y te encuentres atrapado en su dominio-, en cuyo punto ya no puedes hacer mucho al respecto. En la práctica de meditación tú bajas la velocidad a las cosas, y eso te permite ver los surgimientos más sutiles. Al ir más despacio tú puedes interrumpir el paso del cerillo prendido al bonche de hojas secas. Tú puedes decir, “No necesito ir allá. Puedo ver lo que viene”. Puedes cachar las cosas cuando aún son manejables. Entender, examinar, conocer, des-acelerar- esos son los primeros pasos en el trabajar con el miedo, el principio del camino hacia la valentía.

La cueva del dragón azul

Por John Daido Loori, Roshi

Lo que el maestro de la nación estaba haciendo fue tomar responsabilidad por lo que Zorba, el griego, llamaba “la catástrofe completa”. Nuestra tendencia, por contraste, es hacernos la víctima, lo cual significa que no hay nada que podamos hacer. Pienso, “Él me hizo enojar. Es su culpa. No hay nada que yo pueda hacer”. Pero cuando me doy cuenta de que sólo yo me puedo enojar, entonces me he empoderado para hacer algo con mi ira. Lo mismo sucede con el miedo. 

El prólogo del koan dice:

Confinado en una jaula colgada de un muro, aprisionado entre los barrotes, si te quedas merodeando en los pensamientos que reprimen tu potencial, te quedarás atorado en el miedo y congelado en la inacción. Si, por otra parte, tú avanzas valientemente y sin titubear, tú manifiestas tu poder como un adepto competente del camino, pasando a través de enredos y barreras sin obstáculos de tiempo y estación. Una gran paz es lograda. ¿Cómo avanza uno valientemente y sin titubear?

El miedo surge en el momento en que te preguntas, ¿de qué se trata todo esto? Inevitablemente, no tiene nada que ver con el momento actual. Tiene que ver con el futuro, pero el futuro no existe. No ha sucedido aún. El pasado no existe. Ya pasó. Lo único que tienes es lo que está justo aquí, justo ahora. Y el volver al hogar al momento presente hace toda la diferencia del mundo en el cómo enfrentas el miedo. 

Hay muchos tipos de valentía. Chögyam Trungpa Rinpoche solía hablar de la “compasión idiota”. Bueno, también hay una valentía idiota, la cual es solamente ser tonto. Si tú permaneces calmado mientras todos los demás están en pánico, quizás tú no entiendas el problema. Cuando hablamos acerca de “avanzar sin miedo” no se trata de eso. 

Existe también la valentía que sale de la ira, que surge del convertir tu miedo en ira ante la cara del peligro, pero esa no es una solución duradera. Está la valentía de la gente jóven, el tipo de gente que la milicia gusta de enviar a la guerra. Cuando tienes diecisiete o dieciocho años, puedes sentirte invencible, pero la falsa invulnerabilidad no es una forma sabia de la valentía. La valentía está empoderada por el miedo. No puedes desarrollar valentía -una valentía real, compasiva y generosa- sin miedo. La valentía nace del miedo. 

“…si te quedas merodeando en los pensamientos que reprimen tu potencial, te quedarás atorado en el miedo y congelado en la inacción”.

Ahí es cuando nos congelamos en presencia del miedo. Quizás tengamos todo el potencial de un león, un buda, pero en el momento en el que empezamos a analizar y proyectar, damos pie -no a la libertad-, sino a más cosas que analizar. Se nos ocurren todos los tipos de racionalizaciones para nuestro miedo, pero no parecen ayudar. Lo definimos, categorizamos, lo analizamos, lo juzgamos, lo entendemos, pero aún así, el miedo persiste.

“Si, por otra parte, avanzas valientemente y sin titubear, manifiestas tu propio poder como un adepto competente del camino”.

Este poder viene directamente de la meditación. En zazen, cada vez que reconoces un pensamiento lo dejas ir y regresas al momento presente, tú creces joriki, el poder de concentración. Entre más te sientas, entre más profundo te sientas, más joriki creces, y más de cerca te aproximas a la salida del cuerpo y la mente. Meditación significa ir a donde ya eres, a lo que ya tienes. Es apuntar directamente a la mente humana, constantemente apuntando de vuelta a nosotros mismos. 

“…pasando a través de enredos y barreras sin obstáculos de tiempo y estación. Una gran paz es lograda”.

Esto es a lo que llamamos la primavera perenne, la primavera perenne de la iluminación. Siempre presente y perfecta, sea que la realicemos o no. 

“¿Cómo avanzas valientemente sin titubear?”

Para esto, voy a referirme al verso que culmina, a su expresión poética:

La cueva del dragón azul es amenazante.

Sólo los valientes se atreven a entrar.

Es aquí que el bosque de patrones es claramente revelado.

Es aquí donde la perla madura está escondida.

La cueva del dragón azul es donde almacenamos todo nuestro bagaje -nuestra agua de cloaca psicológica, por decirlo de algún modo- y es muy difícil ir ahí. Requiere cierto grado de valentía hacerlo. El proceso de zazen involucra esto. Involucra el miedo, para empoderar la valentía. Cuando las cosas del bagaje surgen, no usamos zazen como otro vehículo de supresión. Cuando algo sigue surgiendo en la meditación, esa es una señal de que tienes que trabajar con eso. Necesitas procesarlo. Necesitas procesarlo a profundidad y con valentía, para sentirlo y experimentarlo, luego dejarlo ir y regresar al momento presente. 

Teme la cosa correcta

Por Robert Thurman

Todos pensamos que el miedo es horrible y doloroso, sin embargo los budistas -los maestros de la psicología por miles de años- no incluyen el miedo en la larga lista de aflicciones mentales contenidas en el Abidharma, las enseñanzas centrales de la psicología budista. Es mencionada la ira. Es mencionada la impaciencia. Son mencionadas muchas otras aflicciones familiares. Pero no el miedo. Yo siempre pensé que eso era curioso, pero si lo consideramos más de cerca, veremos un modo en el que esto tiene sentido. 

Ciertamente, estar libre de miedo es celebrado en el budadharma. Uno de los tres tipos mayores de entregas es el dar a alguien protección del miedo. Es la esencia del abhaya, el mudra del no-miedo. Este es el gesto famoso de Buda donde sostiene su mano arriba con la palma hacia afuera. Y de hecho, cuando te conviertes en buda te vuelves libre de miedos.

Bajo circunstancias normales, el miedo no es un problema, por lo cual no está enlistado entre las aflicciones. El miedo es algo sano en general. Es la conciencia del peligro. El miedo nos protege; es lo que nos ayuda a evitar deambular en la guarida de un león hambriento. 

Así que el miedo es útil en ese sentido cotidiano. También es útil en el sentido budista, en la forma de miedo al sufrimiento, encarnado en la primera noble verdad. La verdad del sufrimiento no es una predicción del día del juicio final. No está expresando un destino inevitable. Al contrario, nos alerta al hecho de que no estamos concientes de lo que realmente somos. Estamos perdidos respecto al sufrimiento. Debemos estar concientes de nuestro sufrimiento. De hecho, debemos temer el sufrimiento. De otro modo, ¿por qué tendríamos una razón para hacer algo al respecto?

Empezar con el tipo correcto de miedo es el camino hacia la valentía.

El miedo nos va a motivar a tratar de entender al mundo y a nosotros mismos, y cuando lo hagamos, llegaremos a apreciar la segunda noble verdad: que el sufrimiento es causado por el hábito de construir un yo absoluto. Vamos por la vida siendo un absoluto, como si nadie más importara, pero podemos ver ese hábito y aprender que no funciona. Podemos desarrollar una concentración profunda, una meditación profunda acerca de esto y, ultimadamente, liberarnos de ese sentimiento visceral de ser “el yo real”, opuesto a todo y a todos los demás. Si no sobrepasamos este sentido de yo-absoluto, vamos a descender hacia los reinos del ser más bajos. Eso es algo que es razonable temer. 

La tercera noble verdad es nirvana -el hecho de que es posible volverse permanentemente libres del sufrimiento y, sin embargo, no estar muertos. Muchas personas en América piensan que van a estar permanentemente libres del sufrimiento sólo al morir, pero la tercera noble verdad nos dice que es posible estar libre de sufrimiento y también estar vivo. Esta es la valentía última. Y Buda nos ofreció los medios para realizar esto en la forma de la cuarta noble verdad, la cual describe un proceso educativo que involucra el estudio, la concentración, la meditación y el cambiar tu modo de vida. 

Si sigues este camino, vas a llegar a una etapa en donde estás conectado a tu propia nobleza y a la nobleza de los demás. Tú realizas que no hay un yo absoluto, y que, por ende, el yo es una cosa flexible y relacional, como un maestro de aikido de la realidad. Te entiendes a ti mismo como entretejido con el universo. Has disminuido tu sentido de aislamiento y alienación de otros, tu desconexión del mundo. Has incrementado e intensificado tu sentido de comunicación con el mundo. No temes esta conectividad.

Se dice que debido a la ignorancia tememos lo que no debemos temer, y no tememos lo que deberíamos temer. Normalmente tememos la conectividad, pero es, de hecho, la desconexión a lo que deberíamos temer. Empezar con el tipo correcto de miedo es el camino a la valentía. 

 

El gesto de la valentía y la armadura del amor bondadoso

Por Sylvia Boorstein

Creo que ésta fue la primera historia budista que escuché cuando empecé a practicar hace treinta años. Una banda feroz y aterradora de samuráis estaba cabalgando a través del campo, propagando miedo y daño a dondequiera que iban. Cuando se estaban acercando a un pueblo en particular, todos los monjes del monasterio del pueblo huyeron, excepto el abad. Cuando la banda de guerreros entraron al monasterio, encontraron al abad sentado enfrente de la sala del altar en perfecta postura. El feroz líder sacó su espada y dijo, “¿No sabes quién soy yo? ¿No sabes que soy el tipo de persona que puede atravesarte con mi espada sin siquiera parpadear?” El maestro zen respondió, “Y yo, señor, soy el tipo de persona que puede ser atravesada por una espada sin siquiera parpadear”.

Me tomó muchos años entrar en calor con esa historia. Pensaba que era inconcebible que yo pudiera atravesar algo así sin parpadear. Si hubieran hecho pruebas de reactividad cuando yo era joven, estoy segura de que hubiera fracasado miserablemente. Otra razón por la que no me gustó la historia es que parecía tan despreocupada sobre la vida. Yo pensaba que la historia significaba que era lo mismo para el maestro zen si vivía o moría. Y para nada no es lo mismo para mí. Por supuesto prefiero vivir.

Realmente no sé si la historia quiere implicar que el maestro zen tenía una visión tan profunda del absoluto que él realmente no discriminaba entre vivir o morir, pero esto no importa tanto. El punto, como lo entiendo ahora, es que él entendía que no podía hacer nada al respecto. Enfrentando el ser asesinado tienes dos posibilidades. Puedes luchar con el momento, sea física o mentalmente, y crear más confusión en tu mente. O puedes decir, esto es simplemente lo que está sucediendo. Esto es lo que sucede cuando algo tan final como la muerte está a la vista. La mente deja ir sus esperanzas usuales por otra realidad, y cuando deja ir esas esperanzas, la mente se relaja. No necesita buscar hacer algo más. Así que, incluso cuando es el final, no hay sufrimiento. 

Fue muy importante para mí el aprender la diferencia entre el sufrimiento y el dolor. El sufrimiento es la agitación mental extra que surge alrededor y sobre el dolor del cuerpo y la mente. La ausencia de esa tensión es la ausencia de sufrimiento. El maestro zen pudo dejar ir esa tensión. Incluso aquellos de nosotros quienes no hemos practicado por décadas podemos dejar ir esa tensión cuando nos enfrentamos con lo inevitable. Esto no es teoría. He visto esto con amigos míos quienes están muriendo de cáncer. 

El gesto de la valentía es un gesto simple de aceptar cualquier cosa que está sucediendo. No es el “como sea” de la adolescencia, el cual combina “me importa un bledo” con un poco de agresión. Este “cualquier cosa” es el cualquier cosa de la verdad. Las cosas suceden porque otras cosas han sucedido. El karma es verdadero. Esto es lo que está sucediendo en este momento. No puede ser otra cosa que esto. Esto es lo que es, y esa verdad siempre es reconfortante.

La valentía también viene con benevolencia y buena voluntad ante lo que te está oprimiendo. Estás asustado, pero en vez de pelear lo que te confronta, lo acoges y lo aceptas -desarrollas amor bondadoso como un antídoto directo al miedo. Esto es expresado bellamente en una de las imágenes famosas de Buda que representa la noche de su iluminación. Buda está sentado bajo el árbol del Bodhi, se ve relajado y contemplativo, y, aparentemente rodeado por un escudo protector. Rodeándolo están los maras, todas las aflicciones que asaltan la mente. Algunos tienen lanzas apuntando a Buda, y otros están disfrazados en imaginería erótica, tratando de interrumpir la concentración de Buda, tratando de generar el miedo que surge del ser atacado. Pero Buda se sienta inamovible, con una mano en la tierra como diciendo, “Tengo el derecho de estar aquí”. El escudo que lo rodea, que lo protege de estas aflicciones, es su benevolencia. Su propio amor bondadoso brillando de él es el que disuelve todas las aflicciones. 

Nuestra propia benevolencia es, de hecho, la protección que vuelve impotentes a los enemigos. En la imágen, a medida que las lanzas y flechas tocan el escudo alrededor de Buda, caen al piso como flores alrededor de él. Me gusta pensar en esas flores como una ilustración de cómo cada uno de nosotros, al cultivar una benevolencia firme e inalterable, podemos disolver las fuerzas de la confusión y miedo en el mundo. 

Busca un soporte espiritual

Por Traleg Kyabgon Rinpoche

Desde la perspectiva budista, el miedo es ubicuo. Todos tenemos un sentido subyacente de no estar bien posicionados, de no estar seguros. Tenemos un sentimiento existencial de incertidumbre e inestabilidad, y eso nos vuelve muy ansiosos. Desafortunadamente, usualmente aplicamos los antídotos equivocados a este sentimiento constante de ansiedad.

Para aliviar o calmar ese miedo, tratamos de encontrar refugio en el acumular riqueza, o tratar de hacernos de un gran renombre, o hacer gimnasia, o hacernos de una nariz nueva, o lo que sea. Sin embargo, hacer estas cosas una y otra vez no nos arregla. De hecho, hace lo opuesto. Exacerba el problema que estamos tratando de resolver. El budismo no nos enseña a abandonar por completo todas las cosas materiales. Ese no es el punto. El punto es la actitud que tomamos hacia lo que hacemos y hacia lo que tenemos. Cuando hacemos cosas para tratar de estar seguros, para establecer nuestro propio sentido de identidad, estamos ladrando al árbol incorrecto. Estamos inflamando nuestras emociones negativas.

El mero acto de tratar con el miedo es lograr la valentía.

Cuando estas emociones se inflaman, nuestros miedos crecen. Se vuelven compuestos. Se vuelven caóticos. Como Buda mismo dijo, nos empantanamos completamente con los miedos de no obtener lo que queremos tener, de ser separados de lo que tenemos, y de obtener lo que no queremos. A menos que tengamos un enfoque espiritual, no sentimos un sentido real de enraizamiento, así que nuestros esfuerzos no rinden frutos a largo plazo. Dispersamos nuestras energías psíquicas y espirituales a la derecha, a la izquierda y al centro, quedándonos exhaustos y frustrados. Pensamos que nos hemos perdido de esto o de aquello, o que todos los demás son un obstáculo en nuestro esfuerzo para mejorar. Queremos tener cierto tipo de vida, pero parece que todo está frustrando esto.

Cuando nos sentimos así, todo tipo de miedos surgen -miedo a la muerte, a la vejez, a nuestra realidad derrumbándose, o a terminar siendo nada o nadie. Por otra parte, si estamos seguros en nosotros por haber encontrado un tipo de enfoque espiritual, y aprendemos cómo reunir nuestras energías psíquicas y espirituales en nosotros, podemos descubrir un tipo de riqueza interna. Si reconocemos la sensación profunda de vacío que sentimos en el mero fondo de nuestro ser, el cual no puede ser llenado por ningún tipo de amor que podamos recibir de otra gente, ni por ninguna cantidad de dinero, vemos que sólo puede ser llenado con la riqueza de nuestro propio cultivo espiritual. Si hacemos esto, experimentaremos un sentido de enraizamiento que nos permitirá reducir y manejar los miedos que experimentamos y, eventualmente, superarlos.

El mero acto de tratar con el miedo es lograr valentía. No hacemos dos cosas -primero superamos el miedo y luego empezamos el proyecto de desarrollar valentía. Los miedos no van a desaparecer mágicamente. Necesitaremos desarrollar estabilidad y visión profunda. La estabilidad en sí misma no es suficiente. Sentirse un poco más en calma y relajados no es suficiente para superar un sentimiento profundo de ansiedad e inquietud en el centro de nuestro ser. Para superarlo necesitamos una visión profunda, la cual, de acuerdo al budismo, involucra una reflexión profunda en nuestras vidas. Esto incluye el mirar profundamente nuestro miedo. Mirar profundamente nos muestra su naturaleza y nos enseña cómo trabajar con él.

A medida que miramos profundamente, vemos que no hay un objeto de miedo separado del sujeto que está asustado. Piensa en esto. Cuán asustado está uno en relación a un objeto varía de individuo en individuo, e incluso con el mismo individuo esto varía de un momento a otro. Así que el modo en el que uno experimenta el miedo en relación a un objeto en particular de miedo este año será diferente del año pasado, o esta semana de la semana pasada, o esta tarde a diferencia de hoy en la mañana. 

Si reconocemos el sentimiento profundo de vacío en el mero fondo de nuestro ser, el cual no puede ser llenado por ningún tipo de amor que recibamos de otra gente o por ninguna cantidad de dinero, vemos que sólo puede ser llenado por la riqueza de nuestro cultivo espiritual.

Con la estabilidad de shamatha y la visión profunda de vipashyana, realmente empezamos a ver la interrelación entre la respuesta de miedo y el objeto de miedo. Desde el punto de vista budista, esto es muy significativo. Entendemos que no tenemos dos cosas independientes que se juntan: una que teme y una que es temida. Entonces empezamos a desarrollar cierta apreciación por lo que se le llama el surgimiento interdependiente; sujeto y objeto surgiendo juntos, lo cual nos da un sentimiento de empoderamiento, de elección real, mucho espacio en el cual movernos y una noción de la sabiduría de Buda.

Estos ensayos están basados en enseñanzas que fueron dadas en el programa “Miedo y valentía: Lo que enseñan los budistas”. Este fin de semana de enseñanzas, práctica y discusión fue el primero de una serie anual co-patrocinada por Lion’s Roar y el Omega Institute.

ACERCA DE JUDY LIEF

Judy Lief es una maestra budista y editora de muchos libros de enseñanzas de Chögyam Trungpa Rinpoche en su periodo tardío. Ella es la autora de Making Friends with Death.

ACERCA DE JOHN DAIDO LOORI

John Daido Loori, Roshi (1939-2009) fue el fundador y director de la orden Mountains and Rivers Order y abad del Zen Mountain Monastery in Mt. Tremper, Nueva York.

ACERCA DE ROBERT THURMAN

Robert Thurman es un profesor de estudios budistas indo-tibetanos en Columbia University, y Presidente de Tibet House U.S.

ACERCA DE SYLVIA BOORSTEIN

Sylvia Boorstein es una psicóloga y maestra líder de Insight Meditation. Sus muchos libros best-sellers incluyen Pay Attention, for Goodness’ Sake y Happiness Is An Inside Job.

ACERCA DE TRALEG RINPOCHE

El venerable Traleg Kyabgon Rinpoche (1955–2012) fue presidente y director del Kagyu E-Vam Buddhist Institute en Melbourne, Australia y estableció el E-Vam Institute en el estado de New York. Él es el autor del libro The Essence of Buddhism: An Introduction to Its Philosophy and Practice.

ACERCA DE RATNA DAKINI (Traductora)

ratna dakini es una yoguini budista tibetana, poeta y traductora originaria de México. Ha publicado dos libros de poesía de dharma, el último titulado Sunbird (2020). Ha traducido para la Comunidad de Meditación de Tergar por Aprox. 6 años, y continúa traduciendo para Tergar, así como para la página en español de Lion’s Roar. Actualmente vive en San Miguel de Allende, donde enseña Yoga, practica danza y prepara un tercer libro de poesía.

Judy Lief

Judy Lief is a Buddhist teacher and the editor of many books of teachings by the late Chögyam Trungpa Rinpoche. She is the author of Making Friends with Death. Her teachings and new podcast, “Dharma Glimpses,” are available at judylief.com.
John Daido Loori

John Daido Loori

John Daido Loori, Roshi (1939-2009) was the founder and director of the Mountains and Rivers Order and abbot of Zen Mountain Monastery in Mt. Tremper, New York.
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Robert Thurman

Robert Thurman is a professor of Indo-Tibetan Buddhist Studies at Columbia University, and President of Tibet House U.S.
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Sylvia Boorstein

Sylvia Boorstein is a psychologist and leading teacher of Insight Meditation. Her many best-selling books include Pay Attention, for Goodness’ Sake and Happiness Is An Inside Job.
Traleg Rinpoche

Traleg Rinpoche

The Venerable Traleg Kyabgon Rinpoche (1955–2012) was president and director of the Kagyu E-Vam Buddhist Institute in Melbourne, Australia and established the E-Vam Institute in upstate New York. He is the author of The Essence of Buddhism: An Introduction to Its Philosophy and Practice.