Una joven víctima de quemaduras con su padre y Roshi Joan Halifax después de que la pequeña fuera tratada con éxito en la Clínica para Nómadas del Centro Zen Upaya en Nepal. Fotografía de Matthew Palevsky.
A primera hora de la mañana, un hombre cansado vestido con ropas andrajosas entra en un hospital rural de montaña del Himalaya con algo envuelto, mugriento y maloliente en los brazos. Yo me encontraba en Nepal sirviendo en una de las Clínicas para Nómadas del Centro Zen Upaya. El médico que dirigía nuestro equipo se acercó al hombre, quien sin palabra alguna comenzó a desenvolver aquel gran nudo de trapos rancios para revelar en su interior a una niña pequeña que presentaba graves quemaduras en la cabeza, los brazos, la espalda y el pecho.
Cuando examinamos a la niña, notamos que algunas de sus quemaduras estaban llenas de gusanos blancos que se retorcían, y que otras quemaduras estaban seriamente infectadas. El hombre era mudo, pero sus ojos transmitían una terrible tristeza y una profunda resignación. Nuestro equipo médico intercultural se movilizó de inmediato y la niña fue trasladada a una pequeña habitación de madera, donde las enfermeras locales y nuestro equipo occidental empezaron a curar sus terribles heridas.
Desde el principio, no sólo observaba a los clínicos y a la niña, sino también mi propio estado mental y físico. Había trabajado como asesora en la unidad de quemaduras de la Facultad de Medicina de la Universidad de Miami en los años setenta y, por mi experiencia ahí, era consciente de lo doloroso que es el desbridamiento. Se trata de un proceso que implica la eliminación de tejido infectado o muerto de una herida, y los médicos estaban haciendo un trabajo enorme y magistral en esta niña.
Mi corazón se compadeció de la niña mientras le limpiaban las quemaduras. Su llanto se reflejó en los ojos angustiados de su padre. En medio del procedimiento, me pareció sentir a la niña en mi propia piel. Me di cuenta de que estaba abrumada por mi percepción de su dolor: mi ritmo cardíaco había aumentado, mi piel se había vuelto fría y húmeda, y mi respiración se había acelerado. Me di cuenta de que mi identificación con la experiencia de la niña se había salido de control y, si quería permanecer en la sala, tenía que pasar de la hiperatención al cuidado, de la empatía a la compasión.
Éste fue un ejemplo del tipo de angustia empática, trauma secundario y sufrimiento moral que los cuidadores suelen experimentar cuando interactúan con quienes sufren. GRACE es un proceso que he creado para salir de esa angustia y entrar en una compasión arraigada y basada en principios.
La mnemotécnica para GRACE es la siguiente:
Gathering attention (Concentrar la atención)
Recalling intention (Recordar la intención)
Attuning to self/other (Sintonizarse con uno mismo/con el otro)
Considering what will serve (Considerar lo que servirá)
Engaging and ending (Actuar y terminar)
Gather: Concentra tu atención haciendo una pausa, inhalando y dándote tiempo para arraigarte. Al exhalar, invítate a estar presente en un lugar de estabilidad en tu cuerpo. También puedes dirigir tu atención hacia una frase o un objeto. Aprovecha este momento de concentración de tu atención para interrumpir tus suposiciones y expectativas, y permitirte relajarte y estar presente.
Recall: Recuerda que tu intención es servir a los demás, actuar con integridad y preservar la de los otros. Tu motivación te mantiene en el buen camino, moralmente arraigado y conectado con tus valores más elevados.
Attune: Sintonízate contigo mismo notando primero lo que sucede en tu propio cuerpo, corazón y mente. Date cuenta de los prejuicios que puedas tener y cambia tu perspectiva en consecuencia. A continuación, sintoniza con la otra persona y con lo que pueda estar experimentando física, emocional y mentalmente.
Consider: Considera lo que realmente le servirá soltando las suposiciones y dejando surgir las percepciones. A medida que se desarrolla el encuentro con la otra persona, observa lo que te puede estar ofreciendo en ese momento. ¿Qué sientes?, ¿Qué ves?, ¿Qué aprendes? Pregúntate, ¿qué es lo que realmente servirá aquí? Aprovecha tu experiencia, conocimientos y competencias y, al mismo tiempo, mantén la apertura a ver las cosas de otra manera. No saques conclusiones precipitadas.
Engage: Participa, actúa éticamente y, a continuación, pon fin a la interacción y permite que surja el siguiente paso. La acción compasiva surge del campo de apertura, conexión y discernimiento que has cocreado con la otra persona. Recurre a tu experiencia, intuición y comprensión y busca puntos en común coherentes con tus valores y que apoyen la integridad mutua.
Al encontrarme en una situación angustiosa y frágil mientras observaba el dolor de la niña nepalí, desvié mi atención hacia la simple sensación de mis pies en el suelo. Inhalé y me permití arraigarme. Entonces recordé brevemente que yo estaba allí para servir, al igual que todos los que atendían a la niña. Me mantuve consciente de mi situación y en arraigo. Una vez que mi ritmo cardíaco disminuyó y mi cabeza se despejó, devolví mi atención a la niña. Todo esto ocurrió en cuestión de unos cuantos segundos.
Me di cuenta de que, aunque la situación era muy dura para la niña (y también para el personal médico), los doctores, las enfermeras y los auxiliares le estaban salvando la vida.
En cuanto tuve este pensamiento, me inundó la calidez y un profundo sentimiento de gratitud por el hecho de que aquel hombre hubiera traído a su hija a la clínica y de que nuestro equipo, incluidas las compasivas enfermeras nepalíes, estuvieran allí para mantener con vida a la pequeña. Contemplé toda la sala y envié amor y fuerza a todos los que estaban allí, incluida la niña.
La vería horas más tarde con su padre, mientras él salía de la clínica con ella en brazos. Su rostro era brillante y relajado, y sus ojos luminosos, al igual que los de su padre. Los años se habían borrado de su rostro. Los abracé ligeramente a ambos, hice una reverencia y vi en las manos de su padre las medicinas que la ayudarían a seguir sanando.
Después de verle avanzar cuidadosamente por el sendero cargando a su hija, pensé que, si ésta era la única persona a la que ayudábamos con nuestro trabajo, los meses de preparación de la Clínica para Nómadas de Upaya habrían merecido la pena. Luego abandoné ese pensamiento rápidamente. Era algo “extra”.
JOAN HALIFAX
Joan Halifax es abad y directora del Instituto Upaya y Centro Zen de Santa Fe, en Nuevo México. Su libro más reciente, Standing at the Edge: Finding Freedom Where Fear and Courage Meet, explora cómo podemos afrontar los retos a los que nos enfrentamos en nuestro tenso clima político actual.
ACERCA DE ESTEFANIA DUQUE (TRADUCTORA)
Estefania es licenciada en Lenguas Modernas e Interculturalidad por la Universidad De La Salle Bajío. Creció en la calidez de la comunidad budista de Casa Tibet México y actualmente cursa un Programa de Formación de Traductores de Tibetano en Dharma Sagar, con la aspiración de traducir el Dharma directamente del tibetano al español.