Inaprehensible, pero no ambigua

Según Elizabeth Mattis Namgyel, el Sutra del Corazón, el texto más conocido de la tradición de sabiduría Mahayana, se desarrolla como una conversación de lo más inusual que nos conduce a lo que yace más allá de nuestros conceptos.

Elizabeth Mattis-Namgyel
12 July 2023

En la cima de la montaña del Pico del Buitre, en el norte de la India, encontramos al Buda reunido con innumerables seguidores tanto terrenales como celestiales. ¿El objetivo de esta reunión?

¡El Sutra del Corazón!

Este sutra se trata de una destilación esencial de las profundas enseñanzas de la Prajnaparamita, cuya apertura nos introduce en este antiguo escenario: El Buda emana la energía del despertar y la compasión, descrita en el sutra como la iluminación profunda. Aunque permanece sentado en silencio durante la mayor parte de la enseñanza, no hay un solo átomo de su cuerpo o momento de su conciencia que no esté impregnado de sabiduría viva y palpable. Su silencio indica que el despertar no puede expresarse con palabras, que la verdadera naturaleza de todas las cosas rompe con los límites de nuestras ideas. El Sutra del Corazón nos permite contemplar y, en última instancia, comprender la inmensidad de la mente del Buda.

Desde el abrazo del silencio del Buda, el venerable monje Shariputra formula audazmente una pregunta:

¿Cómo debe entrenarse un hijo o una hija de familia noble que desee practicar la profunda Prajnaparamita?

La pregunta de Shariputra suscita una respuesta compasiva del bodhisattva Avalokitesvara, también presente en esta sagrada reunión. La respuesta de Avalokitesvara ilumina el poder de las palabras a través de transmitir la información vital que los seres necesitan para despertar.

El Poder de las Palabras 

Cuando usamos las palabras con precisión reflexiva, expresan suma majestuosidad. Dan a nuestra mente estabilidad, claridad y dirección. Las enseñanzas escriturales del Dharma, por naturaleza, tienen el potencial de cobrar vida en nosotros. Cuando nos encontramos directamente con una experiencia particular e inconfundible de las enseñanzas que hemos estudiado, surge la confianza en nuestro ser. El lenguaje ayuda a dirigir nuestra forma de responder a la vida. Cuando identificamos con precisión algo que debe abordarse urgentemente, como un peligro o un abuso, el nombrarlo nos moviliza a la acción.

No podemos aferrarnos al significado del vacío o vacuidad ni, en última instancia, expresarlo con palabras. Es como alguien que no puede hablar, empalagado por la profunda dulzura del azúcar.

Incluso en la forma más ordinaria, el lenguaje puede ser riguroso en su propósito: cuando pedimos a alguien un destornillador, sabe lo que queremos decir. No nos dará una llave inglesa. Tómate un momento para reconocer lo asombroso que es eso. Las palabras nos enraízan en nuestra búsqueda de sentido y nos ofrecen vías de comunicación con los demás. Como amante de las palabras, quiero rendir homenaje a esta resplandeciente apariencia a la que llamamos lenguaje.

Utilizo el término “resplandeciente” porque el lenguaje está vivo junto con nosotros y puede sacarnos de la ambigüedad y llevarnos a la vitalidad de nuestra experiencia inmediata.

Me refiero al lenguaje como una “apariencia” porque al unir sonidos arbitrarios hemos creado “palabras”, y utilizamos estas palabras como nombres para designar e identificar objetos, o asociarlos a determinados sentimientos o experiencias. El lenguaje funciona porque estamos de acuerdo en que las cosas significan lo que suenan. Considerar el lenguaje como una apariencia puede suponer un reto. Podemos preguntarnos: “¿Cómo puede ser el lenguaje una apariencia cuando funciona con tanta precisión?” Pero ¿es necesario que las cosas sean reales para que funcionen?

Yo considero que no.

Aproximaciones

En una ocasión Archibaldo, de Plaza Sésamo, quiso hablar de las palabras aquí y allá. Empezó en un lugar al que llamó aquí. Luego corrió hacia el lugar que proyectaba como allá.

Pero…

Cuando llegó al allá, se dio cuenta de que era otro aquí. Corrió sin aliento de un lado a otro tratando de encontrar el allá, pero de alguna manera nunca logró llegar a su destino. No obstante, el hecho de que Archibaldo no pudiera encontrar un allá no significa que no podamos utilizar el aquí o el allá de forma funcional. Imaginemos, por ejemplo, que quiero contarte un secreto. Si estuvieras al otro lado de la habitación, te pediría que vinieras aquí. Tendrías que salir de tu aquí y caminar hacia mí.

Una vez que estuvieras lo suficientemente cerca, cada uno tendría su propia aproximación de lo que es el aquí. Tu aquí puede estar un poco más cerca o más lejos que el aquí que yo tenía en mente. Y nunca podrías ocupar realmente mi aquí porque ese espacio ya estaría ocupado por mí, pero encontrarías tu propio aquí, y de algún modo, al final, todo se resolvería sin alboroto, y ni siquiera lo pensaríamos. Te contaría el secreto, te sorprenderías, nos reiríamos, y eso sería todo.

Así que, aunque no podamos encontrar realmente un allá allá, o un aquí aquí, eso no niega el poder o la función de las designaciones aquí o allá.

Al igual que aquí y allá, todas las palabras son aproximaciones del campo de los objetos que representan. Así que, naturalmente, la dinámica de la vida retará los límites de nuestras designaciones. Por ejemplo, cuando la luz del sol toca la superficie del agua, ésta centellea. No podemos captar o localizar exactamente los puntos de luz en movimiento, pero eso no significa que su apariencia sea ambigua. Aun así, podemos identificar la luz. No hay nada dudoso en su expresión vibrante y danzante. Las palabras apuntan a experiencias, pero, al igual que los mapas, no son iguales al terreno real que representan.

Una Nueva Perspectiva 

A veces, puede aparecer algo nuevo en nuestra percepción, un objeto que nos hace cuestionar su naturaleza. Es como si el objeto de nuestra atención nos lanzara una indirecta de que puede no ser exactamente como creemos que es. Puede que veamos una faceta completamente nueva de un amigo al que conocemos de toda la vida que nos conmueva, preocupe o inspire. Esto abre nuestra capacidad de percibir a nuestro amigo de una manera nueva.

Estas percepciones son realmente apasionantes, sobre todo si tenemos la inclinación de ir más allá de cómo solemos ver las cosas. Tanto la idea como la experiencia de ir más allá tienen mucho que ver con el significado de la Prajnaparamita.

Pero es importante recordar que, aunque la vida se resiste a las definiciones, las palabras tienen un poder tremendo. ¿Qué pasaría si el significado de los sonidos que llamamos palabras se refiriera a absolutamente cualquier cosa? ¿Y si el significado fuera arbitrario? ¿Cómo nos comunicaríamos con los demás o navegaríamos por nuestra vida en común de forma saludable? Si descuidamos el lenguaje o lo hacemos ambiguo, perderá su integridad.

Defender el poder y la majestuosidad de las palabras nos incumbe a todos. No hace falta que nos volvamos ampulosos; basta con que respetemos el poder y la función del lenguaje.

Prajna…para…mita

Para adentrarnos en el territorio de nuestro tema, debemos identificar a nuestra invitada de honor por su nombre: Prajnaparamita -un término sánscrito que los eruditos traducen comúnmente como Sabiduría Trascendente y que se trata como una encarnación femenina, por lo que me referiré a prajnaparamita como “ella” (hablaremos más sobre esto después). El término prajna significa discernimiento o inteligencia. La habilidad para discernir o conocer es una característica natural de nuestra mente. Se refiere a nuestra capacidad para intuir, leer patrones y evaluar, por ejemplo, si una acción traerá beneficios o perjuicios.

La segunda parte de su nombre, paramita, traducida comúnmente como “perfección”, tiene dos etimologías. El término parama significa “lo más alto” o “lo más excelente”. Por esta razón, Prajnaparamita también se traduce a menudo como la Perfección de la Sabiduría. En este contexto, lo “perfecto” no tiene nada que ver con el ámbito de nuestras preferencias, como cuando se habla de algo que es perfecto o imperfecto. Con “perfección” aquí nos referimos a la capacidad de una mente madura para dar testimonio de todos los aspectos de la vida, sin cerrarse, sin tener esperanza ni miedo, o sin creer ni dudar.

Otra etimología creativa divide paramita en para y mita, donde “para” significa “más allá” o “la orilla, ribera o frontera más lejana”, refiriéndose al despertar completo del Buda. Por lo tanto, “paramita” se traduce a menudo como “lo que ha ido más allá de” o “ha trascendido” el aferramiento a conceptos o creencias burdos y sutiles.

El lenguaje es una apariencia. Al unir sonidos arbitrarios hemos creado palabras. Las palabras se convierten en nombres para designar objetos o sentimientos o experiencias. Puede sorprendernos que esta apariencia cumpla con una función, pero las cosas no tienen por qué ser reales para funcionar.

Definir la Prajnaparamita puede, en sí, parecer una contradicción. Cabe preguntarse: “¿Por qué identificar la sabiduría trascendente como la visión que va más allá de los límites conceptuales ordinarios, si su propia naturaleza no puede expresarse con palabras?” Puede que simplemente nos sintamos satisfechos con la traducción sabiduría trascendente. Podríamos pensar: “¡Ah, significa más allá de los conceptos! ¿Para qué indagar más?” Puede que prefiramos que nuestra espiritualidad sea algo ambigua, ¡pero no lo permitamos!

Recordemos que el Buda, tal como se describe en el Sutra del Corazón, se sentó en el estado de la iluminación profunda, más allá de los conceptos. “Iluminar” significa hacer que algo sea comprensible o claro. Que algo sea inefable no implica que sea vago o ambiguo.

Además, el sutra narra que, desde el abrazo del profundo silencio del Buda, Avalokitesvara describe la naturaleza de la realidad en sonidos y palabras, lo que, de nuevo, nos saca del no saber y nos lleva hacia una experiencia distinta e inconfundible de la visión clara. Las palabras del Sutra del Corazón nos guían hacia un conocimiento que va más allá de las palabras.

Desde que comenzamos nuestra indagación, hemos identificado nuestro tema de investigación -la palabra sánscrita Prajnaparamita- y elegido una traducción exacta: Sabiduría Trascendente. Desglosamos el nombre sánscrito en sílabas, lo cual nos permitió comprenderlo con aún más matices. Hemos empezado a establecer un marco de referencia básico para ella. Todo lo que hemos considerado hasta ahora se ha basado en la precisión de la erudición y la práctica budistas.

La Prajnaparamita no tiene nada de ambigua. Entonces, ¿por qué mantenerla rodeada de misterio? ¡Ella no intenta esconderse de nosotros! De hecho, el objetivo de estudiarla es comprender nuestra propia naturaleza.

Una Pregunta Abierta

Profundicemos un poco más en la comprensión de la Prajnaparamita. ¿Cuáles son sus cualidades y su función? Me gustaría ofrecer una descripción práctica de ella como: La mente dispuesta para comprender la naturaleza vacua (o vacía) de todas las cosas.

Esta descripción nos da mucha información.

En primer lugar, establece a la Prajnaparamita como una conciencia, que no es más que una forma elegante de referirse a la naturaleza del saber. La cualidad de su saber no es de un saber confuso o neutro, ni el discernimiento que percibe o etiqueta los objetos. La suya es una visión “dispuesta” para la comprensión. Se inclina hacia ella. Tiene la madurez necesaria para la comprensión: está despierta.

A menudo he utilizado la frase pregunta abierta para describir la cualidad de la conciencia que se inclina hacia la comprensión. Al formular una pregunta abierta, la mente no se ha cerrado en torno a una conclusión y, sin embargo, se involucra en la naturaleza de su objeto, lo cual libera todo tipo de información para que podamos leer los patrones y unir los puntos. En realidad, no hay límite a lo que podemos saber sobre cualquier cosa. El mundo sigue cambiando y nuestra mente cambia junto con él.

Una pregunta abierta puede soportar la plenitud del campo de su objeto, sin darle demasiada importancia. Todos conocemos la expresión no le des importancia.  Quizá podamos utilizar esta expresión para entender algo.

¡POP!

Cuando mi hijo era pequeño, solía llevarlo de paseo al aire libre para que trepara por las rocas y jugara con otros niños. Un personaje al que solíamos llamar “el hombre de los globos” se situaba al borde de la escena, donde tenía un lucrativo negocio de venta de globos, los cuales torcía para convertir en sombreros, espadas y animales. Mi hijo siempre elegía un globo con forma de espada y tenía justas imaginarias con rocas y arbustos espinosos.

En cada ocasión, en el momento del inevitable “¡POP!”, empecé a notar un curioso fenómeno: una pausa llena de posibilidades. En ese momento, esperaba con anticipación a ver qué dirección tomaría mi hijo:

¿Reconocería la ironía de pasar por esto una y otra vez?

O

¿Disfrutaría del estallido y se reiría a carcajadas? (Lo cual fue una delicia cuando ocurrió).

O

¿Le daría importancia? (Se molestaría, en otras palabras).

El proceso de darle importancia parecía ocurrir en cámara lenta: Estaba el POP inicial, seguido de un momento de silencio, luego una serie de expresiones faciales cambiantes que indicaban que mi hijo aún no había decidido lo que sentía al respecto. Poco después el brote de decepción se hacía evidente con lágrimas, y la historia empezaba a cuajar. Entonces, yo podía observar el colapso de todas las demás respuestas posibles, en una innegable explosión de decepción.

Intento verme menos intimidante con el ejemplo de un niño aquí, pero esta tendencia continúa en la edad adulta y en nuestros propios globos reventados metafóricos. ¿Qué haría falta para reír o deleitarse en el infinito potencial de una situación, o para responder a una circunstancia desafiante sin entrar en pánico o cerrar nuestros corazones? ¿Y si tuviéramos los medios para soportar la rica energía de una situación sin estrechar el campo de nuestros objetos? ¿Tendríamos más acceso a la claridad de nuestras mentes y a nuestra capacidad de responder con creatividad?

No darle demasiada importancia a algo tiene que ver con la mente dispuesta para la comprensión: nuestra capacidad para soportar la dimensionalidad abierta de la vida.

El término vacuidad o vacío tiene algo que ver con el hecho de que la vida, tal y como la experimentamos, es demasiado dinámica para nuestras ideas. La vacuidad siempre se refiere a la naturaleza del objeto. El objeto de nuestra conciencia siempre está libre o vacío de la “coseidad” que le asignamos.

Comprender esto es la función del Prajnaparamita. Ella es el sujeto y el vacío es su objeto.

La Madre

Naturalmente, te estarás preguntando: “Y, ¿por qué el pronombre femenino?” ¿Por qué atribuir un género a la Prajnaparamita?

En las escrituras, se hace referencia a la Prajnaparamita como la madre de los Budas. Los tibetanos la llaman cariñosamente Yum Chenmo, la Gran Madre. Este término deriva de las escrituras sobre la Prajnaparamita que la describen como “La madre de los cuatro nobles descendientes: los Sravakas, los Pratyekabuddhas, los Bodhisattvas y los Budas”. Estas cuatro etapas del despertar nacen del reconocimiento de la naturaleza de la vacuidad. La idea de que nacen de ella nos da esa referencia femenina.

Para citar La Guirnalda de la Elocuencia de Tsongkapa:

La grandeza de Su poder es digna de admiración,
ya que establece a todo ser viviente como Buda.

Al aprender sus nombres y designaciones y tener una experiencia de ella, nos disponemos para despertar a su significado último, que está libre de características limitantes, tales como el género.

Así que, por favor, no le des demasiada importancia a este aspecto de Su Señoría. De lo contrario, nunca la conocerás de verdad. Ella es simplemente demasiado dinámica para nuestras designaciones.

Pensar en la escena de la montaña del Pico del Buitre, con el Buda sentado en profundo silencio, me recuerda que la experiencia del vacío es inefable, que va más allá de las palabras. El hecho de que no podamos aferrarnos al significado de la vacuidad o, en última instancia, expresarlo con palabras, es análogo a alguien que no puede hablar, empalagado por la profunda dulzura del azúcar. El anhelo de comunicarse nunca puede consumarse. Es romántico de cierta manera.

En los momentos de asombro o profundo agradecimiento, la mente ordinaria cesa. Puesto que todas las cosas están vacías por naturaleza, estamos sujetos a experimentar la verdad inefable de las cosas, aquí y allá, aunque sólo sea por defecto. Pero para reforzar lo dicho antes:

Que algo sea inefable -y es que todas las cosas lo son- no implica que sea vago o ambiguo.

Cuando Avalokitesvara habló desde el silencioso abrazo del Buda, expresó, con elocuencia y majestuosidad, que todas las cosas están vacías por naturaleza. Para Avalokitesvara, no se trataba de una experiencia vaga o ambigua. El significado de todas y cada una de las palabras del Sutra del Corazón requiere de un profundo estudio y práctica para comprenderse. Se han escrito miles y miles de comentarios, muchos de ellos por maestros de Nalanda, para aclarar las enseñanzas de los sutras sobre la Prajnaparamita. Podemos estar muy agradecidos de que nos proporcionen un mapa para que podamos recorrer su territorio, que en última instancia nos conduce a su naturaleza inefable.

ACERCA DE ELIZABETH MATTIS-NAMGYEL

Elizabeth Mattis-Namgyel es alumna de Dzigar Kongtrul Rinpoche desde hace casi cuarenta años. Además de ser fundadora de la organización sin ánimo de lucro The Middle Way Initiative, es también presentadora y creadora del podcast Open Question y autora de The Power of an Open Question y The Logic of Faith.

ACERCA DE ESTEFANIA DUQUE (TRADUCTORA)

Estefania es licenciada en Lenguas Modernas e Interculturalidad por la Universidad De La Salle Bajío. Creció en la calidez de la comunidad budista de Casa Tibet México y actualmente cursa un Programa de Formación de Traductores de Tibetano en Dharma Sagar, con la aspiración de traducir el Dharma directamente del tibetano al español.

Elizabeth Mattis-Namgyel

Elizabeth Mattis-Namgyel

Elizabeth Mattis-Namgyel has been a student of Dzigar Kongtrul Rinpoche for almost forty years. Founder of the non-profit The Middle Way Initiative, she is also the host and creator of the Open Question podcast and the author of The Power of an Open Question and The Logic of Faith.